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Dime cómo juegas y te diré quién eres

Sabado, 20 de julio de 2013 02:48

Transcurrida la primera semana de vacaciones, tal vez hayan surgido en el seno familiar discusiones y malos entendidos. Mientras las actividades cotidianas nos mantienen en carriles paralelos, la posibilidad de compartir más tiempo puede acarrear mayores roces. Caemos en la cuenta de que no estamos acostumbrados a estar juntos en un mismo lugar, por un tiempo prolongado. Entonces puede ganarnos la desilusión: los primeros días resultan bastante diferentes a aquellos que habíamos soñado.

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Transcurrida la primera semana de vacaciones, tal vez hayan surgido en el seno familiar discusiones y malos entendidos. Mientras las actividades cotidianas nos mantienen en carriles paralelos, la posibilidad de compartir más tiempo puede acarrear mayores roces. Caemos en la cuenta de que no estamos acostumbrados a estar juntos en un mismo lugar, por un tiempo prolongado. Entonces puede ganarnos la desilusión: los primeros días resultan bastante diferentes a aquellos que habíamos soñado.

Existen dos opciones: estancarnos en la actitud nostálgica de lo que no fue o preguntarnos sobre los factores que pueden atentar contra las vacaciones y actuar para contrarrestar su efecto negativo. Uno de los factores puede ser la tensión que se genera por las diferencias entre las expectativas personales y familiares. Descansar o hacer lo que no pudimos durante el primer semestre, son deseos genuinos, pero se desvirtúan si nos llevan a centrarnos en nosotros mismos. La familia es una realidad dinámica, donde cada integrante tiene su forma particular de vivir las vacaciones: dormir, escuchar música, ir de pic-nic, leer un buen libro, ver un partido de fútbol. Programar una salida con el otro es una de las tantas posibilidades que plantea el desafío de consensuar actividades en común.

Respecto a la vida conyugal, un hábito negativo es aquél que usa el tiempo libre para sacar todas las facturas pendientes a la luz. Propongo algo más efectivo para la unidad: probar, por esta vez, estar pendiente del otro. Vale hacerle estas preguntas: ¿qué esperás de tus vacaciones? ¿Qué actividades te gustaría hacer? Seguramente nos sorprendan las respuestas. Si de ellas surge una especie de “plan de invierno”, habrán podido acordar sobre el tiempo que pasarán juntos.

La prisa atenta también contra el ocio recreativo. Estamos siempre apurados, con horarios que ponen límite al encuentro de los corazones. El juego es el mejor remedio contra el apuro. Los niños manifiestan a través de él su forma de estar en el mundo. Para ellos, es una necesidad, su manera de expresarse.

Un chico que arma una choza, por ejemplo, desarrolla habilidades, adquiere nuevos conocimientos de constructor. Ejercita la libertad para la toma de decisiones: resuelve si será en la parte alta o baja de un árbol. Experimenta seguridad: a esta choza la hicimos yo y mis amigos (en ese orden). Mira su logro con optimismo: durará hasta que termine la es cuela.

 

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