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17 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Salta necesita un estadista y una transformación política 

Domingo, 21 de julio de 2013 22:29

Armando Caro Figueroa, columnista de este diario, ha publicado dos interesantes notas referidas a “Salta y sus desequilibrios” y a la tarea que tendrá el próximo Gobernador de Salta. Me pareció altamente plausible que se hable de problemas estructurales en una sociedad adormecida, en la que no se debaten los temas de fondo, y en la que lo cotidiano es el corto plazo, generalmente con un análisis de una cosmética tan elemental, que cuando se anuncia un cambio, es para que todo siga igual.

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Armando Caro Figueroa, columnista de este diario, ha publicado dos interesantes notas referidas a “Salta y sus desequilibrios” y a la tarea que tendrá el próximo Gobernador de Salta. Me pareció altamente plausible que se hable de problemas estructurales en una sociedad adormecida, en la que no se debaten los temas de fondo, y en la que lo cotidiano es el corto plazo, generalmente con un análisis de una cosmética tan elemental, que cuando se anuncia un cambio, es para que todo siga igual.

Igualdad del voto

Al reseñar problemas estructurales, Caro Figueroa señala: “Salta tampoco es un Estado Democrático. Y no lo es por la sencilla razón de que sus leyes electorales distorsionan gravemente la voluntad de los ciudadanos”. Un sistema de representación política que no refleja acabadamente la voluntad ciudadana y no respeta un derecho humano fundamental como lo es el de “igual valor del voto”, desde luego que no puede generar legitimidad democrática, y es una de las causas de nuestra decadencia. Es lo que analicé en detalle en un libro que publiqué este año, bajo el título de “Legitimidad Democrática y Valor del Voto en Salta”, en la idea precisamente de recopilar información, hacer un análisis, incentivar el debate, y plantear alternativas de solución, en un tema que hace a la legitimidad misma del sistema de representación político salteño.

En Salta los distritos electorales para elegir legisladores son los departamentos que hoy cumplen esa única función. En el caso del Senado Provincial, el mismo está integrado por un senador por cada departamento, o sea que el número total de miembros de esa Cámara es de 23 senadores, cantidad que bien cabe en la mesa familiar de cualquier bautismo o cumpleaños. La mayoría de ese cuerpo puede ser alcanzada por tan solo 12 senadores, provenientes de los departamentos poblacionalmente más pequeños, que representan apenas el 7% del total de la población provincial. Súmase a ello que las minorías de los departamentos no tienen representación, razón por la cual el cuerpo es 95% oficialista. Todo un verdadero absurdo.

En la Cámara de Diputados, 20 departamentos están sobrerepresentados respecto a su población, y 3 ellos -que son la Capital, Oran y San Martín- se encuentran subrepresentados, es decir se castiga fuertemente el voto urbano, que generalmente es el que expresa primero los deseos de cambio que se pueden generar en una sociedad. De esta manera un diputado por La Poma representa a 1.738 habitantes, mientras en la Capital la proporción es de un diputado cada 28.217 habitantes. En el caso de esta Cámara, en 13 departamentos las minorías no tienen representación alguna, en 9 departamentos resultan perjudicadas porque el número a elegir impide que funcione el sistema de representación proporcional que asegura pluralidad, por lo que en la práctica el sistema proporcional solo funciona en un departamento, que es la Capital.

La combinación de todos estos factores, “fabrica” para un solo sector político más de los dos tercios del número total de legisladores, en ambas cámaras legislativas, mayoría agravada con la cual se puede desde acusar y destituir a la Corte de Justicia, hasta expulsar a un legislador o declarar la necesidad de reformar la Constitución.

Todo en familia

En definitiva, se ha generado un esquema de concentración de poder, que ha roto todo equilibrio y control posible, al destruirse además intencionalmente a fuerzas políticas alternativas. De esta manera, estamos frente a los males que origina el poder absoluto, o sea “reeleccionismo”, rompiendo una tradición que en Salta duró 178 años; “nepotismo” con las candidaturas familiares; debilitamiento de todas las instituciones de la sociedad civil cada día más dependientes del Estado; destrucción de todos los mecanismos de control del gasto público, con el consiguiente avance de la corrupción; un sistema de representación parlamentaria ilegítimo; y una decadencia, que entre otros aspectos, se expresa en la ausencia de equilibrio político y debate de los temas trascendentales.

Hay que replantear la idea de los departamentos como distritos electorales para elegir legisladores, ya que la misma es anacrónica. Viene de la primera mitad del siglo XIX. En aquellos días, no había municipios autónomos, con intendentes electos y recursos propios. Lo que había eran jefes políticos designados por el Gobernador. Hoy la realidad es distinta, el sistema de representación debe adecuarse al siglo XXI. Se pueden constituir nuevas secciones electorales, agrupando departamentos afines, o buscar otras posibles soluciones que existen. Lo importante es respetar el principio de “igual valor del voto”, que en países avanzados constituye un derecho constitucional que goza de protección judicial. No se puede tampoco ignorar la realidad demográfica de Salta, ya que en poco más de cincuenta años la población rural pasó del 60,34% al 16,57% del total.

Es cierto que cada salteño lleva en su alma el amor a la tierra y el poncho de Güemes, pero nuestro Héroe Máximo no se entregó a la resignación: fue promotor de cambios. No hay que confundir tradición, con el subdesarrollo político, económico y social en que Salta se encuentra. Por eso cuando Caro Figueroa se pregunta qué perfil de Gobernador Salta necesita, sin duda es el de un estadista, pero como los hombres providenciales tampoco existen, es responsabilidad de la sociedad toda protagonizar el proceso de cambio.
 

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