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La Iglesia ya recorre el camino marcado por el Papa Francisco

Sabado, 27 de julio de 2013 22:33

Francisco es un Papa que esquiva los grandes discursos. Prefiere, en todo caso, las frases contundentes y, sobre todo, el lenguaje de los hechos.

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Francisco es un Papa que esquiva los grandes discursos. Prefiere, en todo caso, las frases contundentes y, sobre todo, el lenguaje de los hechos.

La semana que termina fue una contundente demostración de su personal estilo. Las multitudes llegadas de todo el mundo para participar de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, le dieron el marco adecuado para mostrar la nueva dirección que quiere imprimirle a la Iglesia Católica.

La visita había generado una enorme expectativa, y el Papa no la defraudó. Cada misa, cada encuentro o reunión sirvió para lanzar consignas que gracias a los medios de comunicación y a las redes sociales se multiplicaron a escala global.

Pidió a los argentinos hacer lío

“Hagan lío en sus diócesis” les dijo a los alrededor de 5.000 jóvenes argentinos que durmieron una noche entera bajo la lluvia para poder entrar en la Catedral de Río para verlo y saludarlo. Ese encuentro fue quizás el más emotivo y vibrante, ante una audiencia llena de viejos conocidos del Santa Padre y de seguidores con un incomparable nivel de fanatismo hacia su persona.

“La Iglesia no es una ONG” y “hay que salir a las calles” fueron dos frases cortas pero elocuentes con las que animó a casi un millón y medio de jóvenes a llevar la palabra de Cristo por todo el mundo. Y en un mensaje directo a la espiritualidad, les recordó que “el tener, el dinero, el poder pueden ofrecer un momento de embriaguez, la ilusión de ser felices, pero, al final, nos dominan y nos llevan a querer tener cada vez más, a no estar nunca satisfechos. ­Poné a Cristo en tu vida! ­Poné tu confianza en él y no te defraudará”, señaló.

Niños y ancianos

El viernes, en el rezo del Angelus y frente a miles de jóvenes, lanzó un mensaje inesperado: les pidió dialogar y escuchar a los ancianos. “Niños y ancianos construyen el futuro de los pueblos. Los niños porque llevarán adelante la historia, los ancianos porque transmiten la experiencia y la sabiduría de su vida. Esta relación, este diálogo entre las generaciones, es un tesoro que tenemos que preservar y alimentar” enseñó.

En el Vía Crucis en la playa de Copacabana fue muy duro en su crítica a la propia iglesia. Afirmó que muchas veces los fieles “pierden su fe en la Iglesia, e incluso en Dios, por la incoherencia de los ministros del Evangelio”.

La cultura del descarte

Y ayer, frente a los 655 de obispos que lo esperaban en la catedral de Río les pidió “ir contra la cultura de la exclusión y del descarte”, una frase que muchos interpretaron como una apertura a fieles que aún convencidos de su fe, hoy no pueden recibir los sacramentos de la fe, como por ejemplo los divorciados.

Allí también les indicó: “No podemos permanecer encerrados en la parroquia, en nuestras comunidades, cuando hay tanta gente esperando el evangelio”. Y recordó palabras de la Madre Teresa de Calcuta: “Hay que servir a Cristo con alegría”.

Ayer también se metió en política. En un encuentro con dirigentes de todos los sectores de la sociedad brasileña les aconsejó: “Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva”.

Los hechos

La visita papal a Brasil, la primera de Francisco fuera de Italia, tuvo también hechos que quedaron marcados como hitos de su visita. Desde su arribo, cuando se desplazó en un auto de calle saludando a todos desde la ventana, todo indicaba que la visita iba a ser diferente.

Nadie en la favela de Varginha olvidará que el jueves al mediodía, en medio de la lluvia, el Papa entró a su barrio en un jeep blanco. Como si aún fuera obispo de Buenos Aires y visitara una villa porteña, entró en la casa de las hermanas Amara Marinho, de 82 años, y Jovania, de 86, que le prepararon una torta y un cafezinho. Y luego fue a la canchita del barrio, donde habló para todos los vecinos: "Me hubiera gustado poder hablar como amigo de casa, escuchar el corazón de cada uno, de los padres, los hijos, los abuelos. Pero no me es posible golpear en todas las puertas", se disculpó.

Tampoco se olvidarán de Francisco los cinco jóvenes elegidos por sorteo -tres de ellos brasileños, una venezolana y una italiana-, que fueron confesados por él el viernes en la quinta Boa Vista, la residencia del gobernador de Río. Según describieron los organizadores, fue uno de los “gustos” que el Santo Padre se quiso dar en medio de una agenda plena de actividades. Claudia Gianpetro, la italiana, de 27 años, contó que el Papa “me miraba de frente con tanto amor y tanta paz que era como si mi vida no tuviera secretos para él”.

Boa Vista fue también el lugar donde se encontró con varios presos, en una reunión reservada. No es la primera vez que el Papa vuelve la mirada a los privados de la libertad, y él no quiso pasar por Río sin tomar contacto con ellos.

Y Francisco rompió una vez más el protocolo ayer, en un encuentro con representantes de la nación indígena brasileña Pataxó. Luego de escuchar el discurso papal uno de los líderes aborígenes, Ubirai, de 26 años y procedente de Bahía, le ofreció ponerse un adorno de cabeza indígena llamado “cocar”, confeccionado con plumas blancas y negras. Para sorpresa de todos, Francisco aceptó y se dejó fotografiar con el gorro, lo que generó un cerrado aplauso de pie de todos los presentes. Luego, respetuosamente, devolvió el “cocar” a Ubirai, colocándolo él mismo en su cabeza.

La emoción

La actividad papal tuvo el viernes un momento mágico, de enorme emoción. Un niño de 9 años se escapó a los controles policiales y se acercó al papamóvil. Francisco, como hizo todas las jornadas, pidió a sus custodios que se lo acercaran para saludarlo, pero antes de que pudiera reaccionar el pequeño le gritó emocionado: “Santidad, quiero ser sacerdote de Cristo, un representante de Cristo”. Nathan de Brito, de tan sólo 9 años, conmovió al Papa, que lo abrazó por fuerza y permanecieron así, fundidos en un abrazo por varios segundos. Luego él le respondió: “Voy a rezar por ti, pero te pido que reces por mí. A partir de hoy, tu vocación se concretó”. El pequeño bajó del papamóvil y no podía parar de llorar, como los miles de fieles que presenciaron el emotivo momento.

La visita de Francisco a Brasil tuvo toda clase de momentos: expectativa, asombro, sorpresa, reflexión, ejemplo y mucha, pero mucha emoción. Y marcó para la iglesia un camino que hoy parece no tener retorno: el de los fieles comprometidos, movilizados y sensibles frente a los pobres, los más necesitados y los marginados. Es el camino que marcó Francisco.

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