¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

16 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Llamó la hija que Myriam buscaba hace 32 años

Viernes, 16 de agosto de 2013 02:03

Acaso la vida abre paréntesis que se sienten perpetuos. Paréntesis de dolor, de incertidumbre. Paréntesis que un día, por fin, se cierran. Y ese día llegó.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Acaso la vida abre paréntesis que se sienten perpetuos. Paréntesis de dolor, de incertidumbre. Paréntesis que un día, por fin, se cierran. Y ese día llegó.

Ayer El Tribuno publicó en la página 17 la historia de Myriam López y su búsqueda desesperada de la hija que dio a luz a los 15 años, el 1 de junio de 1981. Se armó un revuelo. Se movilizaron verdades, secretos salieron a la luz y trataron, en vano, de ocultarse.

Entre todos los llamados, el más importante fue el de una joven mujer de 32 años, quien no quiso identificarse pero reconoció ser la hija biológica de Myriam y dijo saber toda la verdad desde siempre. “Mis padres nunca me ocultaron nada”, aseguró. Estaba comprensiblemente molesta por la publicación de la historia y pidió un teléfono para hablar con ella. “Es duro que se metan en la vida privada de la gente que tiene su vida armada”, dijo. Y ese pensamiento tal vez tenga varias perspectivas. Esta joven cree que su vida está “hecha” y Myriam siente todo lo contrario.

Hasta pasadas las 18 horas de ayer, Myriam esperaba con ansias el llamado de su hija. La historia queda sin punto final, apenas una coma que dibuja una pausa en esta historia tan humana como los sentimientos encontrados que la tejen.

También se comunicó a la Redacción un hermano de Myriam, muy enojado, para decir que fue ella quien regaló a la beba y no su madre. Myriam tenía 15 años cuando dio a luz y ella relató: “el 1 de junio nació una nena de 2.900 kg. Nunca la vi. Me dijeron que la iban a llevar a Neonatología porque no respiraba bien. Ese día me fue a visitar mi hermana mayor, de 17 años, con una compañera de colegio con uniforme. Pasado el tiempo le pregunté a mi hermana sobre este día, para reconstruir la historia, y ella me dijo que estoy loca, que ella nunca fue. Pero fui a ver a la compañera y ella me confirmó la visita. Ese mismo día me dieron el alta y según dice la historia clínica, me retiré conforme sin mi hija. No creo que así haya sido. Creo que todos se complotaron para mentir y sacarme a la niña. Le pregunté a mi mamá por mi hija y me respondió: no la vas a ver nunca más porque se la di a una señora y se la llevó a Panamá”.

Tiempo después, cuando estudió y pudo ubicar a panamá en el mapa, entendió que era virtualmente imposible que su hija estuviese allí.

Otro sobresaliente llamado fue el Sandra, una joven que por estar en los 30, soñó con la posibilidad de que Myriam fuera la madre que la regaló “en una cajita de zapatos”, dijo. Esta será otra historia de incesante búsqueda que El Tribuno relatará en una próxima edición. Porque en definitiva, la sangre es como un río que busca su cauce con caprichosa paciencia. Es como la marea que se convierte en ola con el único anhelo de besar la orilla y romperse. La sangre tira. Y busca. Aunque la vida se vaya en ese afán.

Temas de la nota

PUBLICIDAD