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Los fantasmas que habitan bajo el puente de Limache

Jueves, 26 de septiembre de 2013 02:34

Alfredo (dio ese nombre con recelo) y Manuel Antonio Domínguez, son indigentes que hace unos seis meses unieron sus desgracias para compartir una vida de linyera bajo el puente de la rotonda de Limache. Estos pobres dormitan sus miserias, en medio del tráfico de la zona sur de la ciudad, sobre pedazos de goma espuma con pretensiones de colchón, tapados con camperones y mantas percudidas. Con eso y unos cuantos caschis, que dan amor y abrigan, le pelean un día más a este invierno que ya se comió un trozo de la primavera. Saben que cada noche puede ser la última. Como le pasó a Javier, el “J”, a quién la muerte le cobró la deuda este año, en una de las peores noches de frío. Alfredo y Manuel conviven con su fantasma, se hermanan con él porque, después de todo, ellos existen miserablemente y nadie los ve.

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Alfredo (dio ese nombre con recelo) y Manuel Antonio Domínguez, son indigentes que hace unos seis meses unieron sus desgracias para compartir una vida de linyera bajo el puente de la rotonda de Limache. Estos pobres dormitan sus miserias, en medio del tráfico de la zona sur de la ciudad, sobre pedazos de goma espuma con pretensiones de colchón, tapados con camperones y mantas percudidas. Con eso y unos cuantos caschis, que dan amor y abrigan, le pelean un día más a este invierno que ya se comió un trozo de la primavera. Saben que cada noche puede ser la última. Como le pasó a Javier, el “J”, a quién la muerte le cobró la deuda este año, en una de las peores noches de frío. Alfredo y Manuel conviven con su fantasma, se hermanan con él porque, después de todo, ellos existen miserablemente y nadie los ve.

Alfredo es oriundo de Rosario de Lerma, pero se fue hace mucho de su pueblo natal. No quiere salir en la foto porque teme que su madre, que vive en Buenos Aires, lo vea y se angustie. Tampoco tiene demasiadas aspiraciones materiales, antes reconoce que necesita ayuda espiritual y psicológica.

¿Por qué estás acá?: “Es que tengo tres hijos y me separé. Los chicos están en Buenos Aires porque a mi mamá le dieron la tenencia. Ellos han sufrido, han estado en Casa Cuna. Intervino la Justicia en todo lo que pasó. Por eso estoy así, mi vida no es nada fácil.

¿Y las autoridades no te han dado alguna opción?: “Ya vino la Policía acá, estuvo la comisaria de San Remo y yo le expliqué mi verdad, le dije lo que me pasa, cuál es mi realidad que nadie la puede cambiar. Tengo 48 años y un pasado muy pesado. No soy changuito, tengo mis experiencias duras, por eso mis cicatrices en todo el cuerpo. Ahora estoy bien, pero cuando quedé en la calle, por mucho tiempo estuve alcoholizado, tomando alcohol con agua todo el día. Ya no tomo más.

¿Qué es lo que te pasó en la vida?: “Estuve 16 años preso, pagué toda mi condena, pero uno no es el mismo. Tengo la deuda saldada con la sociedad y no me hago el santo ni me justifico, pero me da bronca cuando leo en las noticias cómo roban los políticos y no pagan nada. Yo era muy jodido, muy pesado cuando era joven, inmaduro, creía que me podía llevar el mundo por delante. Pero desde atrás de las rejas se ve todo en blanco y negro”.

¿Dónde estuviste preso?: “Yo estuve en Ezeiza, en Olmos, en Junín, en San Nicolás y en Sierra Chica. Salí en libertad después del motín de Sierra Chica cuando descuartizaron gente, estuve en medio del caos.

¿Y qué hiciste ahí?: “Prefiero no hablar, pero si no participás, sos un buchón, un vigilante. Yo entré a la cárcel y salí 16 años después y hay que readaptarse porque la vida se detiene adentro. Y todavía no puedo”.

¿Qué sabés hacer para tener una posibilidad?: “Yo soy albañil. Me encanta ese trabajo. El otro día me vinieron a buscar y me dieron una changuita para hacer un contrapiso, pero con esta cara y viviendo en esta situación, nadie me da trabajo. Por eso voy al mercado y hago changas, cargo y descargo. Cada persona vive circunstancias distintas en la vida, a uno les toca una cosa y a otros esto.

¿Tenés algún plan o el futuro no existe para vos?: “Sí, pienso en superarme pero no sé cómo. A mí me gustaría estar con mis tres hijos. Es un proceso esto de readaptarse, pero no termina. No puedo”.

Pobreza estructural. Malversación de palabras. Con su sola imagen, estos cirujas completan la historia desafiando la estética y la razón. Hubo que prometer una hermandad efímera para entrar a ese mundo y salir después a narrar su indigencia con forma de eternidad.

Manuel y su cumpleaños linyera

Y entra a esta historia “Manuel Antonio Domínguez”, se presenta. ¿Por qué tomás todo el día Manuel?: “No, yo tomo hoy nomás porque es mi cumpleaños. Yo soy separado, tengo hijos y eso es triste. Fea mi historia. Por eso estamos bien con él (por Alfredo) acá, hace como cinco o seis meses que vivimos acá. Yo acepto todo lo que me quieran dar, una mano, dos o cuatro, todo acepto. Lo que me duele es que me robaron la Virgen del Valle que yo tenía y que le prendíamos velas donde murió de cirrosis el muchachito, Javier, el Jota.

¿Pasás frío?: “Nos bañamos acá nomás, de noche con agua. Pero por el frío casi no pasamos este invierno. Menos mal que tenemos los perritos que nos abrigan bastante”.

Alfredo, sobrio, mira desde el pilar que sostiene el puente y dice: “Dios tiene sus propósitos, capaz que por eso usted vino acá, yo tengo una Biblia ahí (señala en medio de los harapos) pero no quisiera que mi mamá sepa que estoy en esta situación. Ella ha criado 10 hijos y ahora está criando los míos. Yo necesito ayuda espiritual y psicológica, más que material. Hice mucho esfuerzo por dejar de tomar. Tomo limonada ahora. Soy muy agradecido de la gente que me da una mano, agradezco cualquier changuita que me den a pesar de mi apariencia, así junto plata para ir a ver a mis hijos a fin de año.

Así como me ve, yo soy una persona con mente abierta, me gusta leer”. Al lado de los colchones hay un diario El Tribuno de julio y dice: “yo veo los avisos de la Fundación Roberto Romero sobre cursos de instalación domiciliaria de durlock y me encantaría hacerlo, pero parece que nada es para mi, estoy afuera de todas las posibilidades”.

Cómo duermen está claro, pero ¿qué comen?: “Cocinamos papas fritas, guiso de puchero de pollo o de menudos”. Para comprar las cosas juntan botellas de vidrio y las venden; se higienizan apenas con agua que sacan del canal que atraviesa la rotonda.

 

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