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Barack Obama, de Nobel de la Paz a promotor de la guerra

Domingo, 08 de septiembre de 2013 01:48

La guerra civil en Siria que ya dejó más de 100.000 muertos, 4,3 millones de desplazados y 1,5 millones de refugiados.

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La guerra civil en Siria que ya dejó más de 100.000 muertos, 4,3 millones de desplazados y 1,5 millones de refugiados.

Los únicos aliados que parece haber conseguido Obama son el presidente de Francia y los jeques de Arabia Saudita.

El mundo entero vive momentos de inesperada tensión. Todo comenzó el pasado 21 de agosto. Ese día el mundo se sorprendía con una noticia que llegaba de Siria, un país que desde hace casi dos años se desangra en una cruel guerra civil. Un ataque con armas químicas -aparentemente gas sarín- mató a más de 1.400 personas en las zonas sur y este de Damasco, la capital. Entre las víctimas había más de 400 niños. Rápidamente se planteó una polémica: mientras los rebeldes apuntaron al líder Baschar Al Assad como el responsable de la matanza, las fuerzas leales al presidente señalaron como responsables a los rebeldes, que cuentan con el apoyo de Rusia e Irán.

El conflicto en Siria no es nuevo. Estalló en junio de 2011 y se lo consideró un eslabón más en la cadena de sucesos que conformaban lo que se conoce como la “Primavera Arabe”. Pero a diferencia de lo ocurrido en Egipto, Yemen y otras naciones, en Siria los rebeldes pro occidentales se enfrentaron a un líder fuerte, que supo conservar una inquebrantable alianza con las fuerzas armadas. Así, la pelea por el poder se convirtió en una larga y desgastante guerra civil que ya dejó más de 100.000 muertos, 4,3 millones de desplazados internos y 1,5 millones de refugiados en países vecinos, como Turquía, Jordania, Irak, El Líbano y hasta Egipto.

Pese a que el clima bélico se extendió por casi todo el país y al enorme costo de vidas humanas, Washington había mantenido distancia del conflicto. Consultado al respecto, en diciembre de 2012 el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, admitió que el uso de armas químicas iba a ser la “línea roja” que podía marcar la intervención norteamericana en la región. El 21 de agosto esa “línea roja” fue traspasada; y los medios de comunicación se encargaron de recordársela a Barack Obama.

La primera reacción del mandatario norteamericano fue de duda. Ordenó a sus equipos técnicos certificar que el ataque se había originado en las fuerzas de Al Assad. Pero cuando tuvo la certeza de que así era, emprendió una campaña para sumar aliados a una acción militar contra Siria.

Fracaso diplomático

Sus diálogos con líderes internacionales para involucrarlos en una nueva aventura bélica no rindieron los resultados esperados. Un aliado de siempre como es Gran Bretaña se bajó de la carrera a partir del voto negativo del Parlamento a participar de una acción militar en la región. Aunque estaba convencido de que debía acompañar a Obama, el primer ministro británico James Cameron debió darle la espalda a su amigo norteamericano.

A partir de gestiones personales de la canciller alemana Angela Merkel, la Unión Europea en su conjunto se pronunció en contra de un ataque militar a Siria, y abogó por la búsqueda de una salida política al conflicto.

Pero los adversarios más duros que debió enfrentar Obama en su iniciativa fueron Rusia y China. En primera instancia, ambos bloquearon en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas una propuesta de sanción al régimen de Al Assad. Y luego, en la reunión del G-20 realizada entre el jueves y viernes pasado, fueron los que llevaron la voz cantante en contra de la propuesta norteamericana.

El líder ruso, Vladimir Putin, fue más lejos que todos, y advirtió que respaldará y proveerá de armamento al gobernante Siria ante un eventual ataque de los Estados Unidos.

Los únicos aliados que parece haber conseguido Barack Obama en su cruzada son el presidente de Francia, Francois Hollande y los jeques de Arabia Saudita, particularmente interesados en que haya una escalada en el precio del petróleo a nivel global.

Desafíos internos

La soledad con la que Barack Obama se encontró en el escenario internacional lo llevó a reflexionar. Y como para no quedar como un loco temerario ante la opinión pública de su propio país, que también rechaza la guerra, pidió el aval del Congreso para la medida. El proyecto que está a consideración de los legisladores norteamericanos habla de una acción “contundente” y “limitada en el tiempo”.

Pese al respaldo obtenido en una de las comisiones del Senado, el presidente norteamericano no las tiene todas consigo en el Capitolio. Es que, en la Cámara de Representantes (equivalente a nuestra Cámara de Diputados), la opinión mayoritaria estaba en contra del ataque contra Siria. Según los más prestigiosos analistas de Washington, hasta ayer Barack Obama contaba apenas con unos 30 de los 218 votos que necesitaba para avalar la polémica acción militar. Tan evidente es la falta de respaldo que el presidente tiene en ese cuerpo que, al ser consultado por la prensa sobre ese tema en la cumbre del G-20, respondió con un evasivo: “sería un error entrar a hacer cálculos con eso ahora”.

En el Senado, las cosas están mejor para Obama, pero nada indica que vaya a conseguir la mayoría que necesita para aprobar su propuesta. La Cámara alta fue más permeable a la idea de una guerra, pero los senadores también tomaron nota del profundo rechazo internacional que recoge la medida.

La transformación

¿Qué pasó entre el Barack Obama partidario del fin de la guerra en Irak y el retiro de Afganistán; y este Barack Obama que impulsa una guerra en Siria de consecuencias impredecibles? El primero se hizo acreedor del premio Nobel de la Paz; el segundo solo cosecha rechazos, aislamiento y abiertos desafíos como el de Putín.

La mayor preocupación de los analistas internacionales no es cuando ni cómo será el ataque norteamericano a Siria, sino que consecuencias tendrá eso en el complejo ajedrez que se juega en Medio Oriente.

¿Permanecerán otros actores regionales como Irán o El Líbano al margen de esta acción? ¿Cómo reaccionarán los pueblos árabes ante un ataque a uno de los suyos? ¿No podrá eso alentar un “verano árabe”, mucho más antinorteamericano y antioccidental? ¿Cual será el rol de Rusia en el conflicto? ¿No estaremos acaso ante la primera reedición de la Guerra Fría tras la caída del Muro de Berlín? Y China, ¿se mantendrá al margen de la guerra pese a sus apetencias de ser un actor protagónico en la escena internacional?

El día clave en el conflicto será el martes. Ese día Obama prometió brindar un mensaje a los ciudadanos de su país para explicar los alcances del ataque que impulsa. Pero también ese día la iniciativa sería votada en el Senado y en la Cámara de Representantes. ¿Qué podría pasar si el Congreso le nieva su apoyo a Obama? ¿Afrontará el presidente norteamericano el desafío de actuar desconociendo la voluntad mayoritaria de la comunidad internacional y de las fuerzas políticas de su propio país?

El precio a pagar parece ser muy caro. ¿Qué hará Obama? Esta pregunta desvela hoy al mundo.

 

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