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10 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Los músicos somos nosotros

Domingo, 20 de abril de 2014 02:00

Orfeo, personaje de la mitología griega del siglo V antes de Cristo, perdió a su esposa Euridice (muerta por la mordedura de una serpiente) y decidió ir al mundo de los muertos para recuperarla. Orfeo era tranquilo y un tanto cobarde, lo único que sabía era tocar una lira de 9 cuerdas, pero lo hacía tan bien que las tempestades se detenían al oír su música.

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Orfeo, personaje de la mitología griega del siglo V antes de Cristo, perdió a su esposa Euridice (muerta por la mordedura de una serpiente) y decidió ir al mundo de los muertos para recuperarla. Orfeo era tranquilo y un tanto cobarde, lo único que sabía era tocar una lira de 9 cuerdas, pero lo hacía tan bien que las tempestades se detenían al oír su música.

Muerta Euridice decidió pasar el resto de su vida tocando en su lira las melodías más tristes. Tan tristes eran sus melodías que conmovió a los dioses y estos decidieron otorgarle una oportunidad: debía bajar al mundo de los muertos tomar a su esposa y traerla consigo, pero la condición era que durante todo el viaje de regreso él debía caminar delante de Euridice sin darse vuelta hasta que los rayos del sol la hubieran iluminado por completo. Así lo hizo, y toleró todo el camino sin darse vuelta aún cuando caminaban entre demonios que podrían dañar a Euridice. Caminó durante horas y cuando estuvo en la superficie, bajo el sol, decidió darse vuelta inmediatamente, tan inmediatamente que Euridice todavía no había sido iluminada completamente por el sol, de manera que fue capturada y llevada a la muerte por el último demonio. Esta vez para siempre.

Detrás del mito de Orfeo se esconde un mensaje profundo y sugestivo, aunque también triste. Sucede que en Grecia la relación amo - esclavo implicaba muchas cosas, pero una era fundamental: el amo disponía de la vida del esclavo. Podía decidir su muerte cuando quiera. La decisión de Orfeo de ir a rescatar de la muerte a su amada, era revelarse contra ese singular “derecho”. Los dioses le aconsejaron no hacerlo, pues sería condenado a la misma pena. Orfeo fue igual. Fracasó en traer de la muerte a Euridice, pero triunfó en haber regresado él con vida. Su vida posterior fue el símbolo del esclavo que recuperó su libertad.

Orfeo resucitó en el siglo XXI como “Orpheus” y está provocando una revolución mundial. Grandes líderes políticos la ocultan. Gobernantes mediocres y desconocidos ofrecen fortunas por su desaparición. Personas influyentes del ámbito empresarial y religioso miran con cautela su evolución y crecimiento. Orpheus, mientras tanto, se aparece con frecuencia en los teatros más importantes del primer mundo. Es aplaudida de pie por millones de personas, recibe premios y condecoraciones y dicta clases y conferencias en las universidades más distinguidas del planeta. Orpheus es... una orquesta de cámara. Pero no es cualquier orquesta: Orpheus no tiene “director”... Sus integrantes asumen por turnos y armónicamente los roles del “director de orquesta”. Seleccionan el repertorio y los protagonistas principales de cada concierto y cada partitura. Todos intervienen para mejorar la interpretación y ejecución. En los ensayos se turnan para sentarse en las butacas y medir articulación, claridad de expresión, etc..

Ganaron el Grammy cuatro veces (la mayor distinción musical de Estados Unidos) y exponen su método a jóvenes empresarios. Es, además, objeto de estudio desde el año último en ciencias políticas de las universidades de California, Harvard, Stanford, Maryland, Connecticut y Metro State y dicta seminarios en liderazgo (curiosamente sus clientes son siempre organizaciones privadas).

Orpheus es la prueba viviente de que una comunidad puede conducir el Estado, dando a los gobernantes un rol limitado. “Somos artífices de nuestro éxito o fracaso”, afirman integrantes de la orquesta.

Los músicos somos nosotros, y la música suena por nosotros. Nuestro éxito depende de cómo nos preparemos y cómo nos desempeñemos durante el concierto. Durante un concierto el liderazgo va rotando. Al que le toca nos guía con “miradas”, sin que el público lo advierta. Vamos asumiendo el liderazgo según las melodías e incluso los momentos”, rematan orgullosos.

El método Orpheus podría aplicarse sobre las naciones del mundo. Las naciones nacen libres, pero pronto los gobiernos las atacan para someterlas. El ataque es inevitable. Lo que es “evitable” es el sometimiento. La revolución norteamericana de las Trece Colonias (se negaban a pagar impuestos irracionales) evitó el sometimiento. También la revolución Inglesa de Cromwell. Luther King y Mandela fueron “orfeos”. También Tomás de Aquino y San Francisco de Asís.

Argentina y Salta van en camino contrario. La Presidente se autoproclamó madre y líder espiritual y el Gobernador reemplazó las obras por regalos, sonrisas y dinero fácil en los barrios. Se dedican a acariciar niños y ancianos (especialmente antes de las elecciones). Mostrarse como madre o padre de gente desamparada, sin estar dispuesto a “serlo”, conlleva el riesgo del “desengaño”.

Una conocida activista social del norte, hace unos días expresó en un acto interno que “algunas actitudes de Cristina generan oposición entre los políticos y odio entre el pueblo”. ¿Odio? No se odia una persona sin antes haberla amado. La activista se refería a las madres del paco y a las ayudas “extras” y subsidios que ya no llegan tan fácil.

Empresarios “oficialistas” se quejan porque les niegan luz y gas para crecer. Países vecinos tienen las góndolas repletas de alimentos mucho más baratos que en Argentina, y de mayor calidad. En Salta ya casi no tenemos agua para consumo humano (por falta de infraestructura) y los caminos están cada vez más rotos. Las grandes autopistas urbanas de acceso al centro de la ciudad se van deteriorando día a día. Los delitos son cada vez más violentos. Con secuestros y “palizas” incluidas. En barrios periféricos y barrios cerrados. Cada vez nos encerramos más. Ser padre tiene ventajas y desventajas. Un pueblo perdona al mal gobernante, pero no al mal “padre”. Es difícil ser Orfeo cuando la cárcel es dulce. A los negros de África los mataban a golpes y a los americanos del norte los saqueaban con los impuestos. Tal vez nuestro problema es que no advertimos nuestra mediocre esclavitud. Quizás nuestra salvación esté en el sufrimiento. Los pueblos suelen resignarse al miedo, pero reaccionan ante el dolor y la pobreza. Y estamos empezando a sentir ambos.

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