POR BELDA ZENTENO*
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POR BELDA ZENTENO*
En breves días culminará el juicio que el 25 de marzo comenzara en la ciudad y que despertara enorme expectativa por conocer lo que realmente ocurrió en julio de 2012, cuando aparecieron los cuerpos destrozados, violados, flagelados de las dos turistas extranjeras, Houria Moumni y Cassandre Bouvier. Hubo mucho interés de la prensa nacional, que inexplicablemente se llamó a silencio a los pocos días, pasando a otro plano lo que ocurría en los estrados judiciales salteños. Paralelamente a este hecho se produjo el conflicto docente con grandes movilizaciones, marchas, asambleas, recorrido por los medios, acampe, huelga de hambre y un sinfín de acciones que en cierta manera atenuaron el impacto producido por los testimonios de imputados y testigos. Las instancias desarrolladas, las pruebas acumuladas, las investigaciones incompletas de los organismos responsables cubrieron ese proceso judicial con un enorme manto de dudas y sospechas, y en algunos, con la certeza de que algo se ocultaba para proteger a los verdaderos culpables.
A pocas horas de la sentencia, sobresale la figura de un verdadero gladiador de la perseverancia y la insistencia: messier Bouvier, padre de una de las víctimas, quién en solitario, con la terrible barrera idiomática, expresa sus dudas, escucha, analiza, busca respuestas, con la íntima esperanza de que se descubra a los culpables verdaderos a pesar de la pobreza que rodeó a la investigación y posteriores instancias judiciales.
Como un simple homenaje le dejo mi producción literaria para su hija, para su amiga, para él como padre luchador, para los familiares de ambas víctimas de este femicidio.
Como madre y como mujer, le doy mi apoyo y les pido PERDÓN en nombre de la sociedad salteña que condena este hecho lamentable, por no haber sabido cuidarlas, por no exigir al Gobierno de la Provincia que asegure la integridad física de estas indefensas visitantes y, tal vez, por no haber sabido dar respuestas a través de una justicia eficaz, sagaz, eficiente, inteligente y ecuánime.
* Arriba, en el silencio del oscuro Mirador / o en senderos que tiene La Quebrada, / hubo un hecho violento, de terror / con dos niñas indefensas, ultimadas. / Vergenza nacional esta tragedia, / empujó la urgencia policial, / Urtubey condecoraba con demencia, / a la mentira que ocultaba lo bestial. / Las medallas otorgadas con apuro, / están manchadas por un crimen sin igual. / Hubo premios, ascensos muy oscuros / y de un jefe, la muerte no casual. / Dulce Houria, mademoiselle Cassandre, / en femicidio atroz y despiadado, / enajenados seres, en alevosa banda / masacraron dos tesoros tan preciados. / Frágil Houria, hermanada con Bouvier! / Cuánta saña mostró esa animal alevosía, / no tuvieron tiempo, siquiera de beber / el sol de la montaña que lento aparecía. / Estas bestias protegidas con el fuego / que generoso le ofrece ese poder, / como tales, la maldad los vuelve ciegos / y su cinismo nos hace estremecer. / La justicia de los hombres retaceada, / jamás podrá saldar lo sucedido, / “Perejiles”, dice la gente, resignada, / por oscuros acuerdos consentidos. / Mirando al cielo, inertes las mujeres,
En un susurro se animan a pedir, / que cuando el Tribunal ya delibere, / la justicia compense su sufrir. / Una deuda sideral, casi sin precio / debe pagar el que ejerce autoridad / por dos vidas que con total desprecio, / extinguieron con tremenda impunidad. / Todos en Salta, en silencio, resignados, no exigieron con firmeza aclaración. / Ya está siendo costumbre que malvados, / exterminen mujeres a traición. / Oye, Dios, que de esto mucho sabes, / si es que falla la justicia terrenal, / Vos mandá la tuya antes que acabe / aplicando la sentencia celestial. / Las mujeres de Salta les pedimos / perdón por nuestra lucha tan escasa; / pareciera que en la inercia nos dormimos / y cruzamos los brazos en las casas.
* Columnista de AM840; escritora, docente jubilada.
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