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¿Qué carrera tiene futuro?

Sabado, 05 de diciembre de 2015 01:00
Los docentes estamos acostumbrados a recibir consultas de este género o semejantes.
Muchas veces he pensado y ofrecido como respuesta la siguiente paradoja: "Todas y ninguna". Esto no solo no es una contradicción, sino que puede reflejar adecuadamente la realidad.
Por una parte, toda carrera universitaria o terciaria tiene futuro en la medida en que atiende alguna dimensión humana. Mientras en el futuro haya hombres habrá espacio social para el estudio de todo lo que le pertenece y habrá demanda de los servicios que las variadas dimensiones humanas requieren.
Por otra parte, ninguna carrera tiene asegurado el futuro en la medida en que la oferta de egresados supera cuantitativamente a la demanda en muchas áreas. En cuanto hay un crecimiento de posibilidades de estudio en todas las áreas y algunos factores, como el desarrollo tecnológico y la concentración del poder, limitan la demanda de servicios personales, la relación entre la oferta de graduados y la demanda social cuantitativa no ofrece un panorama totalmente seguro en general para ninguna profesión.
Estas consideraciones están tomadas de modo global. Es cierto que en escalas menores, de una ciudad, provincia o incluso país, suele darse que exista demanda insatisfecha en algunas profesiones. De allí que sea cada vez más frecuente la migración de profesionales a donde los reclama la demanda.
Pero este análisis no agota la respuesta a la pregunta planteada.
Es necesario desplazar la mirada para situarla en el verdadero escenario de la prospectiva de las carreras universitarias y terciarias: el futuro es cualitativo y vocacional.
La demanda social de graduados universitarios y terciarios no tiene solamente un eje cuantitativo. En su interior es una demanda crecientemente selectiva según criterios de calidad. Se observa que en una cohorte de graduados, a pocos años de haber egresado, se produce una distinción de ubicación social vinculada a la calidad del profesional.
Si bien juegan factores como las oportunidades por amistades, vínculos familiares, contextos sociales, etcétera, éstos no logran sostenerse solos contra la ausencia de calidad profesional. A poco andar, y en definitiva, la demanda social se inclina por la calidad y selecciona dentro de la abundante oferta: es razonablemente sostenible que el futuro pertenece a los graduados que acrediten y cultiven una calidad excelente.
Si combinamos ahora la prospectiva de la demanda social pluralista en todas las dimensiones humanas con su exigencia de calidad, podemos reconocer que hay escenario futuro para realizar la vocación a través de una profesión universitaria o terciaria si se posee excelencia.
Esta consideración es fundamental porque permite articular las propias aptitudes, intereses y expectativas con las demandas sociales pluralistas y altamente exigentes. Este es el punto de articulación de la libertad personal con el dinamismo del bien común en una sociedad que crece desde su cultura.
Un análisis reduccionista de tipo economicista plantea la postergación de la propia vocación, con el riesgo de la frustración personal, por atender ante todo a una demanda social que permita vivir de la profesión. Cuántas veces ocurre que por buscar una profesión seguramente rentable se deja de lado la inclinación personal más profunda.
Estar funcionando en la mediocridad, sostenido de manera forzada, o vivir entregado a lo que no está en el propio horizonte más profundo, no es un objetivo de futuro que valga ser buscado por un joven.
La articulación que propongo vincula vocación y calidad, allí resuelve también el éxito profesional. Esta propuesta construye un camino de calidad profesional, en el que la realización vocacional aporta los incentivos superiores para los esfuerzos de la calidad permanentemente conquistada. Su dinamismo tiene la energía y la pasión de quien está enamorado de lo que está viviendo.
Resumiendo, mi respuesta a la pregunta del título es ésta: la mejor contribución al propio futuro es buscar con claridad la propia vocación, aquello en lo que valga poner la vida, y tratar de desarrollarla de la mejor manera. Será el futuro de estar contento consigo mismo y aportar un servicio significativo en la sociedad.
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Por una parte, toda carrera universitaria o terciaria tiene futuro en la medida en que atiende alguna dimensión humana. Mientras en el futuro haya hombres habrá espacio social para el estudio de todo lo que le pertenece y habrá demanda de los servicios que las variadas dimensiones humanas requieren.
Por otra parte, ninguna carrera tiene asegurado el futuro en la medida en que la oferta de egresados supera cuantitativamente a la demanda en muchas áreas. En cuanto hay un crecimiento de posibilidades de estudio en todas las áreas y algunos factores, como el desarrollo tecnológico y la concentración del poder, limitan la demanda de servicios personales, la relación entre la oferta de graduados y la demanda social cuantitativa no ofrece un panorama totalmente seguro en general para ninguna profesión.
Estas consideraciones están tomadas de modo global. Es cierto que en escalas menores, de una ciudad, provincia o incluso país, suele darse que exista demanda insatisfecha en algunas profesiones. De allí que sea cada vez más frecuente la migración de profesionales a donde los reclama la demanda.
Pero este análisis no agota la respuesta a la pregunta planteada.
Es necesario desplazar la mirada para situarla en el verdadero escenario de la prospectiva de las carreras universitarias y terciarias: el futuro es cualitativo y vocacional.
La demanda social de graduados universitarios y terciarios no tiene solamente un eje cuantitativo. En su interior es una demanda crecientemente selectiva según criterios de calidad. Se observa que en una cohorte de graduados, a pocos años de haber egresado, se produce una distinción de ubicación social vinculada a la calidad del profesional.
Si bien juegan factores como las oportunidades por amistades, vínculos familiares, contextos sociales, etcétera, éstos no logran sostenerse solos contra la ausencia de calidad profesional. A poco andar, y en definitiva, la demanda social se inclina por la calidad y selecciona dentro de la abundante oferta: es razonablemente sostenible que el futuro pertenece a los graduados que acrediten y cultiven una calidad excelente.
Si combinamos ahora la prospectiva de la demanda social pluralista en todas las dimensiones humanas con su exigencia de calidad, podemos reconocer que hay escenario futuro para realizar la vocación a través de una profesión universitaria o terciaria si se posee excelencia.
Esta consideración es fundamental porque permite articular las propias aptitudes, intereses y expectativas con las demandas sociales pluralistas y altamente exigentes. Este es el punto de articulación de la libertad personal con el dinamismo del bien común en una sociedad que crece desde su cultura.
Un análisis reduccionista de tipo economicista plantea la postergación de la propia vocación, con el riesgo de la frustración personal, por atender ante todo a una demanda social que permita vivir de la profesión. Cuántas veces ocurre que por buscar una profesión seguramente rentable se deja de lado la inclinación personal más profunda.
Estar funcionando en la mediocridad, sostenido de manera forzada, o vivir entregado a lo que no está en el propio horizonte más profundo, no es un objetivo de futuro que valga ser buscado por un joven.
La articulación que propongo vincula vocación y calidad, allí resuelve también el éxito profesional. Esta propuesta construye un camino de calidad profesional, en el que la realización vocacional aporta los incentivos superiores para los esfuerzos de la calidad permanentemente conquistada. Su dinamismo tiene la energía y la pasión de quien está enamorado de lo que está viviendo.
Resumiendo, mi respuesta a la pregunta del título es ésta: la mejor contribución al propio futuro es buscar con claridad la propia vocación, aquello en lo que valga poner la vida, y tratar de desarrollarla de la mejor manera. Será el futuro de estar contento consigo mismo y aportar un servicio significativo en la sociedad.
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