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A dos años, sigue la lucha de familiares de los brigadistas

Viernes, 28 de octubre de 2016 01:30
Arriba: Albarracín y Ferreyra; abajo: Vilte y Valdez. 
Pasaron dos años desde el infernal 28 de octubre de 2014, cuando en el desolado paraje La Junta, a 35 kilómetros de Guachipas, se desató un incendio en las serranías que se propagó rápidamente. Desde Defensa Civil de la capital salteña salió un equipo de seis personas para sofocarlo, creyendo que se unirían a otros grupos de bomberos y rescatistas en el lugar. Pero allá no había nada más que pastizales encendidos en llamas y los cuatro brigadistas salteños, sin elementos adecuados, se encontraron solos frente a la muerte.
Las víctimas fueron identificadas aquel día como Víctor Ferreyra, Daniel Vilte, Mauricio Valdez y Martín Albarracín. Por ellos se elevarán plegarias hoy en la misa de las 8 en la Catedral y seguirán constantes los pedidos de justicia en la marcha tradicional de los viernes, que realizan los familiares de víctimas contra la impunidad alrededor de la plaza 9 de Julio, a las 19.30. "Que paguen los responsables", repiten incansables tras 730 días de angustia e impotencia.
Los Vilte, los Ferreyra, los Valdez y los Albarracín no se reponen de la tristeza de aquel día. Todavía no logran descifrar la ausencia, encontrar la clave para hallarle sentido a la vida. Todos los deudos, sin excepción, esperan verlos traspasar la puerta de los hogares que dejaron mudos. Sobrevuela en sus pensamientos el fantasma del desprecio por la vida de quienes mucho amaban. Nada los convence, nada los consuela.
Omar Valdez y Pedro Albarracín llegaron hasta El Tribuno para invocar el recuerdo de sus hijos y de los otros dos compañeros fallecidos en la tragedia. A dos años, la causa que abrieron en la Justicia por las muertes aún no tiene carátula. "Nos han manoseado hasta el cansancio, se ríen de nuestra desgracia, por eso aún no caratulan la causa que está claro que se cobró cuatro vidas. Graciela González, la defensora oficial de César Dagum, que era el jefe operativo de Defensa Civil, y de Durnelli, otro jefe de nuestros hijos, ambos responsables de enviarlos a Guachipas, nos negó la posibilidad de ser querellantes porque dijo que no fue grave lo que pasó. Todos nos lastiman con la indiferencia", dijeron.
El abogado que los defiende actualmente es Carlos "Uluncha" Saravia. "Tenemos la esperanza de que Saravia pueda movilizar la causa que está trabada, hay fuerzas poderosas que impiden que se haga justicia", aseguraron.
Pedro Albarracín viajará hoy a San Carlos, donde fueron sepultados los restos de Martín, para llevarle flores.
Omar Valdez se siente desolado porque vio en las noticias que el papa Francisco dijo que las cenizas de los muertos no pueden esparcirse ni guardarse en las casas. "Siento que lo voy a perder de nuevo", dijo, y contó: "A las cenizas de Mauricio las tenemos en una urnita y como estamos separados con la mamá, un tiempo la guarda ella y otro tiempo la tengo yo".
Para ellos el tiempo se detuvo en una angustiante tensión aquel 28 de octubre. "Espero que entre a la casa, que me llame por teléfono, que venga los viernes a comer conmigo. La angustia me carcome", dijo Omar, mientras Pedro asentía compartiendo el sentimiento de angustia.

La casa que no llega

En nombre de las víctimas, Omar reclamó: "A Valeria, la señora de mi hijo, a la mamá de Vilte y a la señora de Ferreyra les adjudicaron una casa a través de un acuerdo que hizo Víctor Ola Castro, que era el jefe, con el IPV, pero ahora les piden una entrega de 75 mil pesos y cuotas de 5 mil pesos o no hay casa. Es otra burla más para gente que no tiene recursos". Ellos esperan que se revea el acuerdo y que no dejen sin un techo a estas familias.

En sus memorias

A dos años de la tragedia, recordamos que Víctor Ferreyra murió calcinado en el fuego que se desató en la desolación de La Junta. Ese mismo día, este brigadista que llevaba más de una década de labor en Defensa Civil, cumplía 38 años. Tenía una hija pequeña.
Daniel Vilte, otro servidor de Defensa Civil que murió, tenía 22 años recién cumplidos el 12 de octubre. Vivía con su mamá Rossana Chávez y cinco hermanos menores. Hacía 15 días había traído a su novia desde Santiago del Estero, a formar parte de su hogar familiar. La mamá estaba contenta. Rossana crió a sus hijos vendiendo bollos en la San Martín al 3300.
Mauricio Valdez, como sus compañeros, acató la orden de apagar un incendio en las solitarias serranías de Guachipas y el fuego apagó su vida. Antes de partir, Mauricio le dejó a su esposa, Valeria, 32 pesos que le prestó un compañero y un agua saborizada para que la pusiera en la heladera. "La vamos a tomar cuando vuelva", le dijo. Ella y sus tres hijos: Dulce, de 9 años, Gabriel, de 7 años, y Celeste, de 2 años, lo esperarán siempre, como su mamá Delia Quispe y su papá Omar Valdez.
Martín Albarracín es la cuarta víctima del incendio. Su mamá, Lucía, su papá, Pedro, y sus hermanos David, Eugenia e Iván tienen un nudo en la garganta que solo se desata con el orgullo que los hace hablar de Martín, revivirlo con palabras. Tenía 27 años y fue un mentor para sus hermanos, un ejemplo para los amigos y un honorable hijo para sus padres.
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Pasaron dos años desde el infernal 28 de octubre de 2014, cuando en el desolado paraje La Junta, a 35 kilómetros de Guachipas, se desató un incendio en las serranías que se propagó rápidamente. Desde Defensa Civil de la capital salteña salió un equipo de seis personas para sofocarlo, creyendo que se unirían a otros grupos de bomberos y rescatistas en el lugar. Pero allá no había nada más que pastizales encendidos en llamas y los cuatro brigadistas salteños, sin elementos adecuados, se encontraron solos frente a la muerte.
Las víctimas fueron identificadas aquel día como Víctor Ferreyra, Daniel Vilte, Mauricio Valdez y Martín Albarracín. Por ellos se elevarán plegarias hoy en la misa de las 8 en la Catedral y seguirán constantes los pedidos de justicia en la marcha tradicional de los viernes, que realizan los familiares de víctimas contra la impunidad alrededor de la plaza 9 de Julio, a las 19.30. "Que paguen los responsables", repiten incansables tras 730 días de angustia e impotencia.
Los Vilte, los Ferreyra, los Valdez y los Albarracín no se reponen de la tristeza de aquel día. Todavía no logran descifrar la ausencia, encontrar la clave para hallarle sentido a la vida. Todos los deudos, sin excepción, esperan verlos traspasar la puerta de los hogares que dejaron mudos. Sobrevuela en sus pensamientos el fantasma del desprecio por la vida de quienes mucho amaban. Nada los convence, nada los consuela.
Omar Valdez y Pedro Albarracín llegaron hasta El Tribuno para invocar el recuerdo de sus hijos y de los otros dos compañeros fallecidos en la tragedia. A dos años, la causa que abrieron en la Justicia por las muertes aún no tiene carátula. "Nos han manoseado hasta el cansancio, se ríen de nuestra desgracia, por eso aún no caratulan la causa que está claro que se cobró cuatro vidas. Graciela González, la defensora oficial de César Dagum, que era el jefe operativo de Defensa Civil, y de Durnelli, otro jefe de nuestros hijos, ambos responsables de enviarlos a Guachipas, nos negó la posibilidad de ser querellantes porque dijo que no fue grave lo que pasó. Todos nos lastiman con la indiferencia", dijeron.
El abogado que los defiende actualmente es Carlos "Uluncha" Saravia. "Tenemos la esperanza de que Saravia pueda movilizar la causa que está trabada, hay fuerzas poderosas que impiden que se haga justicia", aseguraron.
Pedro Albarracín viajará hoy a San Carlos, donde fueron sepultados los restos de Martín, para llevarle flores.
Omar Valdez se siente desolado porque vio en las noticias que el papa Francisco dijo que las cenizas de los muertos no pueden esparcirse ni guardarse en las casas. "Siento que lo voy a perder de nuevo", dijo, y contó: "A las cenizas de Mauricio las tenemos en una urnita y como estamos separados con la mamá, un tiempo la guarda ella y otro tiempo la tengo yo".
Para ellos el tiempo se detuvo en una angustiante tensión aquel 28 de octubre. "Espero que entre a la casa, que me llame por teléfono, que venga los viernes a comer conmigo. La angustia me carcome", dijo Omar, mientras Pedro asentía compartiendo el sentimiento de angustia.

La casa que no llega

En nombre de las víctimas, Omar reclamó: "A Valeria, la señora de mi hijo, a la mamá de Vilte y a la señora de Ferreyra les adjudicaron una casa a través de un acuerdo que hizo Víctor Ola Castro, que era el jefe, con el IPV, pero ahora les piden una entrega de 75 mil pesos y cuotas de 5 mil pesos o no hay casa. Es otra burla más para gente que no tiene recursos". Ellos esperan que se revea el acuerdo y que no dejen sin un techo a estas familias.

En sus memorias

A dos años de la tragedia, recordamos que Víctor Ferreyra murió calcinado en el fuego que se desató en la desolación de La Junta. Ese mismo día, este brigadista que llevaba más de una década de labor en Defensa Civil, cumplía 38 años. Tenía una hija pequeña.
Daniel Vilte, otro servidor de Defensa Civil que murió, tenía 22 años recién cumplidos el 12 de octubre. Vivía con su mamá Rossana Chávez y cinco hermanos menores. Hacía 15 días había traído a su novia desde Santiago del Estero, a formar parte de su hogar familiar. La mamá estaba contenta. Rossana crió a sus hijos vendiendo bollos en la San Martín al 3300.
Mauricio Valdez, como sus compañeros, acató la orden de apagar un incendio en las solitarias serranías de Guachipas y el fuego apagó su vida. Antes de partir, Mauricio le dejó a su esposa, Valeria, 32 pesos que le prestó un compañero y un agua saborizada para que la pusiera en la heladera. "La vamos a tomar cuando vuelva", le dijo. Ella y sus tres hijos: Dulce, de 9 años, Gabriel, de 7 años, y Celeste, de 2 años, lo esperarán siempre, como su mamá Delia Quispe y su papá Omar Valdez.
Martín Albarracín es la cuarta víctima del incendio. Su mamá, Lucía, su papá, Pedro, y sus hermanos David, Eugenia e Iván tienen un nudo en la garganta que solo se desata con el orgullo que los hace hablar de Martín, revivirlo con palabras. Tenía 27 años y fue un mentor para sus hermanos, un ejemplo para los amigos y un honorable hijo para sus padres.
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