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Constanza Salaberria: "Me siento feliz porque me dieron una oportunidad muy grande"

Lunes, 21 de marzo de 2016 01:30
<div>Constanza Salaberria con sus alumnos del jardín. Jan Touzeau</div><div>
Hoy se celebra el Día Mundial del Síndrome de Down, una ocasión para recordar que la voluntad comunitaria se encamina hacia la inserción en la sociedad de las personas con esta condición. "Me siento feliz porque me dieron una oportunidad muy grande y ojalá que me quede", dice Constanza Salaberria, una joven que se recibió de auxiliar en una sala de nivel inicial.
Salen los "trencitos" de las salitas de 4 y 5 años a formar fila en el patio del Instituto Modelo. Constanza, de 22 años, está entre las dos maestras jardineras, canta y marca la coreografía del saludo que abrirá la jornada.
Es auxiliar de maestra jardinera, formada en la Fundación Alicia y estudiante de Educación Ambiental en la Universidad Católica de Salta (Ucasal). Nació con síndrome de Down, se escolarizó integrada en la educación convencional y finalizó la secundaria en 2014, en el Colegio San Rafael Arcángel.
Este día de concientización la encuentra incluida en el plantel de docentes de este colegio privado y dice que la primera sorprendida por esta situación es ella misma.
Esta comunidad educativa no le resulta ajena porque uno de sus hermanos egresó del Instituto Modelo. Justamente él en diciembre de 2015 consultó si Constanza podía realizar una práctica ad honorem en el jardín de infantes.
Los directivos, además de evaluar la propuesta, al ver la formación de la joven le propusieron un trabajo estable.

Vocación

"El último año de mi secundaria me comenzaron a gustar los chicos de nivel inicial porque los veía en mi colegio. Siempre me gustaron los niños, pero vi que eso podía ser una vocación", le contó la joven a El Tribuno durante la primera semana del ciclo lectivo 2016.
A Constanza le gusta ilustrar pormenorizadamente a quienes la escuchan acerca de los aspectos madurativos, intelectuales y afectivos de los niños y niñas que asisten a nivel inicial. Es notable el interés que puso en los contenidos del curso de auxiliar de maestra jardinera que tomó durante 4 meses en la Fundación Alicia.
Intencionalmente, la cronista de este medio busca "oscurecer" la imagen de los niños que llegaron de la mano de sus padres al jardín. Le hace notar que muchos montaron un berrinche y otros entraron con desgano.
Pero Constanza aboga suavemente a favor de ellos. "No son inquietos, son rebuenitos. Son chiquitos y yo los entiendo mucho. No soy de retarlos. A mí me gusta ayudarlos para que no lloren y que se calmen. Ahora, como son los primeros días, aún están en periodo de adaptación, por eso cuando vienen están llorosos y sienten como un abandono familiar", explica.
Conocedora de que el juego es el conector con la infancia que le asegura el éxito, para el primer día de clases se fue ataviada de hada y les enseñó canciones a los niños.

Estudios formales

Merced a un convenio entre el Gobierno de la Provincia, la asociación civil sin fines de lucro Cascos Verdes y la Universidad Católica de Salta, Constanza, junto con otros 11 jóvenes, está cursando el segundo año de la formación en Educación Ambiental.
El proyecto de Cascos Verdes, una entidad con sede en Buenos Aires, busca que personas con discapacidad intelectual se formen en casas de altos estudios para luego concientizar al resto de la sociedad, replicando los conocimientos que adquirieron.
"Ellos te van formando en educación ambiental para que vayas por los distintos colegios y escuelas a capacitar a los chicos sobre el cuidado del medio ambiente, la preservación del agua, los ríos, el suelo y el aire", describe Constanza.
Como no todo en la vida se trata de trabajo, en sus horas libres la joven practica taekwondo -es cinturón verde con punta azul-, ve telenovelas y sale al cine con su novio, Juan Pablo Reyes, de 34 años, empleado del Ministerio de Trabajo de la Provincia.
Junto a él se imagina formando un hogar y compartiendo la vida. "Le enseño a mi novio lo que es la senectud para que entienda lo que les pasa a sus padres que ya son viejitos, pero los tres se aman mucho", cuenta.
Así, con pinceladas de instrucción formal en la Ucasal, expresión musical y realización de técnicas plásticas en el trabajo y ocio recreativo, con las artes marciales, compone su vida Constanza.

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Largo camino hacia la inclusión en la sociedad

La madre de Constanza pide trabajar a favor de la igualdad. A pesar de que los derechos de las personas con síndrome de Down están amparados por la Convención Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad, resta el ajuste de políticas que promuevan su inserción en el mercado de trabajo o su acceso a la educación en condiciones igualitarias. Quien conoce el paño por experiencia en carne propia es Norma Sona, vicepresidenta de la Asociación Colibrí, entidad abocada hace más de dos décadas al desarrollo con respeto y dignidad de las personas con Síndrome de Down.
"Al principio, cuando nació Constanza, me costó como a todos los papás. Fue duro porque como todos esperábamos un hijo sano; pero después me dije: '¿Por qué no a mí?'. Desde allí fue aprender qué era el síndrome de Down. Me dirigí a una librería y busqué bibliografía. A las dos semanas de nacida Constanza ya habíamos empezado con la estimulación temprana y la fisioterapia", recuerda.
Norma dice que un día como hoy el mensaje debe apuntar a la igualdad. "La aceptación es fundamental. Que el padre de familia se dé cuenta de que el hijo es de ambos, una situación que en la mayoría de los casos no se da", reflexiona. También madre de Lautaro (19), Melisa (21) y Lucas (26), Norma indica que con su marido, Roberto, siempre aplicaron las mismas normas de comportamiento para todos sus hijos.
"El primer sostén es la familia y vos notás la diferencia en el desarrollo al darle un trato por igual. En el caso de Constanza no hubo sobreprotección. Con mi marido vemos que cada hijo se va yendo y ella ya está en su camino. Para nosotros, esto de su trabajo es una misión cumplida", concluye.

Sobre el síndrome

El síndrome de Down fue descubierto a mediados del siglo XIX (1866) por el científico John Langdon Haydon Down.
Según Asdra (Asociación Síndrome de Down de la República Argentina), en la mayoría de los casos -el 92 por ciento- la anomalía genética está causada por la presencia de un cromosoma extra en las células del individuo: el número 21.
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Hoy se celebra el Día Mundial del Síndrome de Down, una ocasión para recordar que la voluntad comunitaria se encamina hacia la inserción en la sociedad de las personas con esta condición. "Me siento feliz porque me dieron una oportunidad muy grande y ojalá que me quede", dice Constanza Salaberria, una joven que se recibió de auxiliar en una sala de nivel inicial.
Salen los "trencitos" de las salitas de 4 y 5 años a formar fila en el patio del Instituto Modelo. Constanza, de 22 años, está entre las dos maestras jardineras, canta y marca la coreografía del saludo que abrirá la jornada.
Es auxiliar de maestra jardinera, formada en la Fundación Alicia y estudiante de Educación Ambiental en la Universidad Católica de Salta (Ucasal). Nació con síndrome de Down, se escolarizó integrada en la educación convencional y finalizó la secundaria en 2014, en el Colegio San Rafael Arcángel.
Este día de concientización la encuentra incluida en el plantel de docentes de este colegio privado y dice que la primera sorprendida por esta situación es ella misma.
Esta comunidad educativa no le resulta ajena porque uno de sus hermanos egresó del Instituto Modelo. Justamente él en diciembre de 2015 consultó si Constanza podía realizar una práctica ad honorem en el jardín de infantes.
Los directivos, además de evaluar la propuesta, al ver la formación de la joven le propusieron un trabajo estable.

Vocación

"El último año de mi secundaria me comenzaron a gustar los chicos de nivel inicial porque los veía en mi colegio. Siempre me gustaron los niños, pero vi que eso podía ser una vocación", le contó la joven a El Tribuno durante la primera semana del ciclo lectivo 2016.
A Constanza le gusta ilustrar pormenorizadamente a quienes la escuchan acerca de los aspectos madurativos, intelectuales y afectivos de los niños y niñas que asisten a nivel inicial. Es notable el interés que puso en los contenidos del curso de auxiliar de maestra jardinera que tomó durante 4 meses en la Fundación Alicia.
Intencionalmente, la cronista de este medio busca "oscurecer" la imagen de los niños que llegaron de la mano de sus padres al jardín. Le hace notar que muchos montaron un berrinche y otros entraron con desgano.
Pero Constanza aboga suavemente a favor de ellos. "No son inquietos, son rebuenitos. Son chiquitos y yo los entiendo mucho. No soy de retarlos. A mí me gusta ayudarlos para que no lloren y que se calmen. Ahora, como son los primeros días, aún están en periodo de adaptación, por eso cuando vienen están llorosos y sienten como un abandono familiar", explica.
Conocedora de que el juego es el conector con la infancia que le asegura el éxito, para el primer día de clases se fue ataviada de hada y les enseñó canciones a los niños.

Estudios formales

Merced a un convenio entre el Gobierno de la Provincia, la asociación civil sin fines de lucro Cascos Verdes y la Universidad Católica de Salta, Constanza, junto con otros 11 jóvenes, está cursando el segundo año de la formación en Educación Ambiental.
El proyecto de Cascos Verdes, una entidad con sede en Buenos Aires, busca que personas con discapacidad intelectual se formen en casas de altos estudios para luego concientizar al resto de la sociedad, replicando los conocimientos que adquirieron.
"Ellos te van formando en educación ambiental para que vayas por los distintos colegios y escuelas a capacitar a los chicos sobre el cuidado del medio ambiente, la preservación del agua, los ríos, el suelo y el aire", describe Constanza.
Como no todo en la vida se trata de trabajo, en sus horas libres la joven practica taekwondo -es cinturón verde con punta azul-, ve telenovelas y sale al cine con su novio, Juan Pablo Reyes, de 34 años, empleado del Ministerio de Trabajo de la Provincia.
Junto a él se imagina formando un hogar y compartiendo la vida. "Le enseño a mi novio lo que es la senectud para que entienda lo que les pasa a sus padres que ya son viejitos, pero los tres se aman mucho", cuenta.
Así, con pinceladas de instrucción formal en la Ucasal, expresión musical y realización de técnicas plásticas en el trabajo y ocio recreativo, con las artes marciales, compone su vida Constanza.

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Largo camino hacia la inclusión en la sociedad

La madre de Constanza pide trabajar a favor de la igualdad. A pesar de que los derechos de las personas con síndrome de Down están amparados por la Convención Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad, resta el ajuste de políticas que promuevan su inserción en el mercado de trabajo o su acceso a la educación en condiciones igualitarias. Quien conoce el paño por experiencia en carne propia es Norma Sona, vicepresidenta de la Asociación Colibrí, entidad abocada hace más de dos décadas al desarrollo con respeto y dignidad de las personas con Síndrome de Down.
"Al principio, cuando nació Constanza, me costó como a todos los papás. Fue duro porque como todos esperábamos un hijo sano; pero después me dije: '¿Por qué no a mí?'. Desde allí fue aprender qué era el síndrome de Down. Me dirigí a una librería y busqué bibliografía. A las dos semanas de nacida Constanza ya habíamos empezado con la estimulación temprana y la fisioterapia", recuerda.
Norma dice que un día como hoy el mensaje debe apuntar a la igualdad. "La aceptación es fundamental. Que el padre de familia se dé cuenta de que el hijo es de ambos, una situación que en la mayoría de los casos no se da", reflexiona. También madre de Lautaro (19), Melisa (21) y Lucas (26), Norma indica que con su marido, Roberto, siempre aplicaron las mismas normas de comportamiento para todos sus hijos.
"El primer sostén es la familia y vos notás la diferencia en el desarrollo al darle un trato por igual. En el caso de Constanza no hubo sobreprotección. Con mi marido vemos que cada hijo se va yendo y ella ya está en su camino. Para nosotros, esto de su trabajo es una misión cumplida", concluye.

Sobre el síndrome

El síndrome de Down fue descubierto a mediados del siglo XIX (1866) por el científico John Langdon Haydon Down.
Según Asdra (Asociación Síndrome de Down de la República Argentina), en la mayoría de los casos -el 92 por ciento- la anomalía genética está causada por la presencia de un cromosoma extra en las células del individuo: el número 21.
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