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Aborígenes wichis reclaman la devolución de 17 rollos de madera que les secuestraron

Martes, 17 de enero de 2017 01:30
Leonardo Simplicio, caciques.
Son aproximadamente 90 las familias que pertenecen a la comunidad Salim, ubicada a la vera de la ruta provincial 53, que conecta la localidad de Embarcación con varios pueblos como Padre Lozano, Carboncito y Misión Chaqueña, habitados todos por comunidades aborigenes.
Ellos viven básicamente de los subsidios que cobran y de la Asignación Universal por Hijo (AUH) que perciben por los menores de 18 años, entre otros ocasionales trabajos como la venta de madera de árboles que extraen del monte donde residen.
Como ocurre con otras comunidades de la etnia wichi, la situación económica de estas familias es de precariedad extrema en los departamentos San Martín y Rivadavia.
Días pasados cortaron la ruta entre Hickman y Embarcación reclamando la devolución de 17 rollos de madera que un puestero de la zona les compró luego de talarlos de la finca Misión Salim, que ocupan desde hace décadas.
La falta de una guía forestal que justificara la extracción hizo que la Policía Rural procediera conforme a la ley de medio ambiente, pero los aborígenes, que ven como madereros furtivos y los propios establecimientos de los alrededores talan cientos de hectáreas de monte para dedicar la tierra a los cultivos extensivos, consideran que el trato hacia ellos "es discriminatorio e injusto" y lo atribuyen a que "nos hacen esto solo porque somos aborígenes".
El cacique Leonardo Simplicio, expresó: "Vender algunos rollos es el único ingreso de plata que podemos tener, pero cuando otros sacan un montón de madera, nadie les prohibe ni les hacen cumplir la Ley de Medio Ambiente. No se entiende por qué a nosotros nos exigen todo y nos perjudican".
Explicó que "entre todos los que vivimos en esta zona somos unas 90 familias y en Misión Salim unas 30. La realidad es que acá hay hambre y si nosotros sacamos algunos rollos de madera es porque es el único trabajo que nos queda por hacer. Pero la policía y la gente de Medio Ambiente de la Provincia no nos permite sacar ni un rollo y nos controlan todo el tiempo. Por acá vemos pasar camiones y camiones con madera y sabemos que ninguno tiene guía. Ellos llevan los rollos a los aserraderos y carpinterías, pero solamente con nosotros aplican la ley".

Un viejo reclamo

Simplicio consideró que "las autoridades tendrían que ver nuestra situación y considerar que no provocamos tremendos desmontes, sino que usamos la madera para hacer carbón o para conseguir unos pocos pesos. Nosotros estamos desprotegidos porque ni nuestro representante ante el IPPIS, Indalecio Calermo, ni el INAI a nivel nacional se ocupan de estudiar la necesidad que tienen nuestras familias wichis. Existen tantos otros organismos para velar por nosotros, pero ninguno se ocupa de las comunidades. Nosotros también tenemos derecho a trabajar y a vivir con dignidad. Aquí apareció una persona que dice ser dueño de una tierra que nosotros habitamos, pero que nunca la compró porque se la hizo ceder por unos anglicanos. Somos propietarios de Misión Salim que comprende 600 hectáreas y tenemos derecho a explotarlas para el bien de nuestras familias", opinó.

Salud y agua potable

El médico rural Rodolfo Franco, que realiza el control sanitario en las comunidades ubicadas al costado de la ruta provincial 53, explicó que "la problemática de estas comunidades pasa por el tema de la desnutrición y diarrea en los niños, y el alcoholismo en los adultos. El tema de la diarrea tiene que ver con la falta de agua, porque las comunidades no disponen de servicio en todos los horarios del día. En algunas situaciones la calidad del agua es buena, pero en otras no es potable. En la zona hay muchas ONG perforando pozos para extraer agua de calidad y eso significa cavar a más de 60 metros de profundidad. Cuando los pozos no son tan profundos, el agua que producen se utiliza para riego o para darle de beber a los animales, pero no es apta para el consumo humano".
El profesional consideró que los casos de diarreas en los niños y las parasitosis obedecen a que no cuentan con agua suficiente y de calidad para cocinar, higienizarse y lavar los utensilios que utilizan en la cocina. "No podemos pedirles a los wichis prácticas de higiene porque muchas veces no tienen agua", dice.

El drama del alcohol

Franco también se refirió al consumo de alcohol en los adolescentes y jóvenes aborígenes. Trabaja en la zona desde hace 4 años y evaluó que "este flagelo los ataca porque no tienen futuro, no ven un horizonte que los anime. Lo único que tienen por delante es el monte y la motosierra; a lo único que pueden aspirar es servirse del monte, algo que ha sido ancestralmente de ellos y eso seguramente les provoca un dolor que es determinante, que los hace volcarse al alcohol porque acá no tienen otro futuro".
Para el profesional, "si pudieran estudiar o tuvieran posibilidades de irse a otro lugar donde tengan un futuro mejor, de hecho que dejarían el alcohol que tanto daño les provoca, y cada vez más".
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Son aproximadamente 90 las familias que pertenecen a la comunidad Salim, ubicada a la vera de la ruta provincial 53, que conecta la localidad de Embarcación con varios pueblos como Padre Lozano, Carboncito y Misión Chaqueña, habitados todos por comunidades aborigenes.
Ellos viven básicamente de los subsidios que cobran y de la Asignación Universal por Hijo (AUH) que perciben por los menores de 18 años, entre otros ocasionales trabajos como la venta de madera de árboles que extraen del monte donde residen.
Como ocurre con otras comunidades de la etnia wichi, la situación económica de estas familias es de precariedad extrema en los departamentos San Martín y Rivadavia.
Días pasados cortaron la ruta entre Hickman y Embarcación reclamando la devolución de 17 rollos de madera que un puestero de la zona les compró luego de talarlos de la finca Misión Salim, que ocupan desde hace décadas.
La falta de una guía forestal que justificara la extracción hizo que la Policía Rural procediera conforme a la ley de medio ambiente, pero los aborígenes, que ven como madereros furtivos y los propios establecimientos de los alrededores talan cientos de hectáreas de monte para dedicar la tierra a los cultivos extensivos, consideran que el trato hacia ellos "es discriminatorio e injusto" y lo atribuyen a que "nos hacen esto solo porque somos aborígenes".
El cacique Leonardo Simplicio, expresó: "Vender algunos rollos es el único ingreso de plata que podemos tener, pero cuando otros sacan un montón de madera, nadie les prohibe ni les hacen cumplir la Ley de Medio Ambiente. No se entiende por qué a nosotros nos exigen todo y nos perjudican".
Explicó que "entre todos los que vivimos en esta zona somos unas 90 familias y en Misión Salim unas 30. La realidad es que acá hay hambre y si nosotros sacamos algunos rollos de madera es porque es el único trabajo que nos queda por hacer. Pero la policía y la gente de Medio Ambiente de la Provincia no nos permite sacar ni un rollo y nos controlan todo el tiempo. Por acá vemos pasar camiones y camiones con madera y sabemos que ninguno tiene guía. Ellos llevan los rollos a los aserraderos y carpinterías, pero solamente con nosotros aplican la ley".

Un viejo reclamo

Simplicio consideró que "las autoridades tendrían que ver nuestra situación y considerar que no provocamos tremendos desmontes, sino que usamos la madera para hacer carbón o para conseguir unos pocos pesos. Nosotros estamos desprotegidos porque ni nuestro representante ante el IPPIS, Indalecio Calermo, ni el INAI a nivel nacional se ocupan de estudiar la necesidad que tienen nuestras familias wichis. Existen tantos otros organismos para velar por nosotros, pero ninguno se ocupa de las comunidades. Nosotros también tenemos derecho a trabajar y a vivir con dignidad. Aquí apareció una persona que dice ser dueño de una tierra que nosotros habitamos, pero que nunca la compró porque se la hizo ceder por unos anglicanos. Somos propietarios de Misión Salim que comprende 600 hectáreas y tenemos derecho a explotarlas para el bien de nuestras familias", opinó.

Salud y agua potable

El médico rural Rodolfo Franco, que realiza el control sanitario en las comunidades ubicadas al costado de la ruta provincial 53, explicó que "la problemática de estas comunidades pasa por el tema de la desnutrición y diarrea en los niños, y el alcoholismo en los adultos. El tema de la diarrea tiene que ver con la falta de agua, porque las comunidades no disponen de servicio en todos los horarios del día. En algunas situaciones la calidad del agua es buena, pero en otras no es potable. En la zona hay muchas ONG perforando pozos para extraer agua de calidad y eso significa cavar a más de 60 metros de profundidad. Cuando los pozos no son tan profundos, el agua que producen se utiliza para riego o para darle de beber a los animales, pero no es apta para el consumo humano".
El profesional consideró que los casos de diarreas en los niños y las parasitosis obedecen a que no cuentan con agua suficiente y de calidad para cocinar, higienizarse y lavar los utensilios que utilizan en la cocina. "No podemos pedirles a los wichis prácticas de higiene porque muchas veces no tienen agua", dice.

El drama del alcohol

Franco también se refirió al consumo de alcohol en los adolescentes y jóvenes aborígenes. Trabaja en la zona desde hace 4 años y evaluó que "este flagelo los ataca porque no tienen futuro, no ven un horizonte que los anime. Lo único que tienen por delante es el monte y la motosierra; a lo único que pueden aspirar es servirse del monte, algo que ha sido ancestralmente de ellos y eso seguramente les provoca un dolor que es determinante, que los hace volcarse al alcohol porque acá no tienen otro futuro".
Para el profesional, "si pudieran estudiar o tuvieran posibilidades de irse a otro lugar donde tengan un futuro mejor, de hecho que dejarían el alcohol que tanto daño les provoca, y cada vez más".
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