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24 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
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A 200 años de la ocupación de Salta

Ocurrió a cuatro meses de iniciada la tercera invasión realista, comandada por el mariscal José de La Serna. 
Domingo, 26 de marzo de 2017 09:38

Como decíamos en una nota anterior, el 16 de abril de 1817, Güemes escribió a Belgrano: “Ayer, a las cuatro de la tarde ocupó el enemigo la plaza de Salta. Pronto tocará el escarmiento. El terreno se ha disputado palmo a palmo, pues desde Jujuy ha sufrido un vivo fuego, con fruto y sin pérdida por nuestra parte”. 
Y así fue que, por tercera vez desde 1810, Salta era invadida y ocupada por los realistas. Ahora, el ejército invasor era comandado por el mariscal José de la Serna, y tenía 2.500 soldados. Lo integraban dos batallones del Imperial Alejandro, el batallón Gerona, los escuadrones de Húsares de Fernando VII, Dragones de la Unión, Cazadores a caballo, Granaderos de la Guardia y cuatro piezas de artillería de montaña.
Cuando la vanguardia realista, en su marcha sobre Salta, arribó al campo de Castañares, vio que en el horizonte había más de mil gauchos listos para la batalla. Ante tal desafío, De La Serna maniobró para dar el combate franco que tanto había buscado y que Güemes, con astucia, rehuía. De La Serna puso al frente al valioso coronel Vicente Sardina, pero cuando todo estaba listo para iniciar el ataque con dos cañones, los gauchos habían desaparecido como por arte de magia. Todos los esfuerzos habían sido en vano, pero lo mismo siguieron avanzando sobre la ciudad, acosados por los gauchos, que los traían a mal traer, día y noche desde el momento mismo que habían dejado Jujuy.

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Como decíamos en una nota anterior, el 16 de abril de 1817, Güemes escribió a Belgrano: “Ayer, a las cuatro de la tarde ocupó el enemigo la plaza de Salta. Pronto tocará el escarmiento. El terreno se ha disputado palmo a palmo, pues desde Jujuy ha sufrido un vivo fuego, con fruto y sin pérdida por nuestra parte”. 
Y así fue que, por tercera vez desde 1810, Salta era invadida y ocupada por los realistas. Ahora, el ejército invasor era comandado por el mariscal José de la Serna, y tenía 2.500 soldados. Lo integraban dos batallones del Imperial Alejandro, el batallón Gerona, los escuadrones de Húsares de Fernando VII, Dragones de la Unión, Cazadores a caballo, Granaderos de la Guardia y cuatro piezas de artillería de montaña.
Cuando la vanguardia realista, en su marcha sobre Salta, arribó al campo de Castañares, vio que en el horizonte había más de mil gauchos listos para la batalla. Ante tal desafío, De La Serna maniobró para dar el combate franco que tanto había buscado y que Güemes, con astucia, rehuía. De La Serna puso al frente al valioso coronel Vicente Sardina, pero cuando todo estaba listo para iniciar el ataque con dos cañones, los gauchos habían desaparecido como por arte de magia. Todos los esfuerzos habían sido en vano, pero lo mismo siguieron avanzando sobre la ciudad, acosados por los gauchos, que los traían a mal traer, día y noche desde el momento mismo que habían dejado Jujuy.

La ocupación
Cuando los españoles arribaron a Salta, en esa legua que media entre el río Vaqueros y el tagarete de Tineo (antiguo límites de la ciudad) habían perdido casi 40 hombres entre muertos y heridos, de ellos dos oficiales. 
Dueño La Serna de la ciudad, a poco cayó en cuenta de que estaba en iguales condiciones que en Jujuy: aislado, sin alimentos para hombres (2.500) ni bestias, pues miles de gauchos, enconosos como las avispas, no los dejaban atravesar los límites de la ciudad. De nuevo, solo eran dueños de la tierra que pisaban. 
Para peor, uno o dos días después de la ocupación, La Serna recibió dos malas noticias: que Lamadrid, enviado por Belgrano desde Tucumán para ayudar a Güemes, había cortado las comunicaciones con el Alto Perú y, la otra, que San Martín se había apoderado de Chile.
Estas malas nuevas dañaron los ánimos de La Serna y de su estado mayor. El proyecto de avanzar triunfantes hacia el sur con el mejor ejército del mundo, comenzaba a derrumbarse. Y más aún, ahora había que ver cómo reaprovisionarse para emprender la retirada si se confirmaban las malas noticias.
 
Güemes en El Bañado 
Y mientras La Serna y su estado mayor cavilaban sobre cómo salir del atolladero, Güemes, escaso de municiones y animales, se había retirado hacia El Bañado, 50 kilómetros al sudeste de la ciudad. Desde allí podía brindar apoyo a las partidas gauchas que sitiaban la ciudad, y a la vez, proteger sus comunicaciones con Tucumán, ya por el Pasaje o por Guachipas. 
Y así fue que en El Bañado recibió un convoy enviado por Belgrano desde Tucumán, con municiones, piedras de chispa, 40 fusiles y 300 caballos. Días después, el 19 de abril, Güemes agradeció a Belgrano diciéndole: “Ahora verá V.E. el empeño de mi provincia en viéndose montados...”. 

Un cambate de dos días en el Valle de Lerma

™Acuciado por la escasez de alimentos y la poca movilidad con que contaba, La Serna resolvió enviar al interior del Valle de Lerma tres expediciones. La primera salió el 17 de abril, a cargo del coronel Vigil; la segunda el 18, conducida por el coronel Castro, y el 19, la tercera comandada por el coronel Carratalá. 
Las tres corrieron la misma suerte: apenas asomaron por los límites de la ciudad, fueron atacados por las partidas gauchas que les impidieron dispersarse en la marcha. En síntesis, las tres fueron un fracaso, pues solo pudieron juntar unas pocas vacas y mulas, pero también volver con heridos. 
Ante el fracaso de las incursiones precedentes, La Serna resolvió tomar el toro por las astas y enviar una expedición reforzada hacia El Bañado. Allí debía apresar a Güemes y hacerse del ganado que escondía en el lugar. 
Para la misión, designó al batallón de Gerona, integrado por 500 soldados, 180 hombres de caballería y un cañón. Todo ello, bajo el mando de uno de los jefes más distinguidos del ejército español, el coronel Vicente Sardina, acompañado por el jefe de estado mayor, comandante Bernardo La Torre. 
En la noche del 20 de abril de 1817, las fuerzas realistas se pusieron en marcha hacia El Bañado. Pero, a poco que asomaran por los lindes de la ciudad, fueron detectados por los gauchos que de inmediato transmitieron la novedad mediante tiros al aire. Así fue que todas las guerrillas que integraban la división de Luis Burela se concentraron en Los Cerrillos -a 15 km de la ciudad- para organizar e iniciar el ataque. 

En Cerrillos
Al día siguiente, 21 de abril, el batallón Gerona arribó a Los Cerrillos y de inmediato comenzó un combate que duró dos días. Los gauchos dieron inicio al hostigamiento pero los realistas, en formación compacta, continuaron su marcha hacia El Bañado, mostrando ya en sus flancos algunos hombres heridos. 
Cuando el Gerona, cerca del mediodía, alcanzó la casa de Gauna en Sumalao, las divisiones gauchas de Burela y Pedro Zavala lo atacaron sorpresivamente, causando una gran confusión. Pero cuando la desorientación pasó, los jefes gauchos cedieron terreno y desaparecieron tan sorpresivamente como habían aparecido.
Repuestos del ataque, los realistas continuaron su marcha hasta que cerca de la casona del Bañado se dieron con una formación de unos 500 gauchos. Era la división de Pablo Latorre que parecía lista para el combate. Ante ello, el realista Sardina tomo las medidas necesarias para dar batalla. Pero al iniciar el ataque, sorpresivamente le salieron desde un bosque cercano las partidas de Infernales de Rojas y los gauchos del alférez Leytes, que cargaron contra los tiradores del Gerona, a los que en el acto pasaron a cuchillo, sin que su reserva atinara a nada. Hecho esto, los gauchos se perdieron a todo galope entre los árboles.

Lee también: Las muertes del coronel Sardina y del alférez Leytes 

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