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Alfredo "Negro" Arias: “Yo siempre tomé al fútbol como una diversión”

Fue un goleador de raza, clásico, de esos que no abundan y hoy están en vías de extinción. Se dio el lujo de jugar en los tres equipos grandes de Salta y brilló en Gimnasia y Tiro en la década del 60, trampolín para pasar a Huracán y llevar sus goles a la elite del fútbol argentino. Lleva el potrero en la sangre, aprendió a sentir al fútbol con una pelota de trapo en la suela y nunca se adaptó a las pizarras y a la teoría. Dejó el fútbol muy joven porque no le daban las piernas, no quería estafar a nadie, y para dedicarse a su familia. Con ustedes, la particular historia del “Negro” Arias.
Sabado, 01 de julio de 2017 23:13
Alfredo Arias en la redacción de El Tribuno.

Cuéntele a las generaciones contemporáneas y refrésquele la memoria a las coetáneas. ¿Quién fue y es Alfredo “el Negro” Arias?
Yo a cada lugar donde voy y me preguntan, lo primero que hago es enaltecer mi origen. Yo nací y me crié en General Güemes, allí viví y jugué feliz a la pelota hasta los 12 años. Y a los 17 me compró Peñarol, me llevó el doctor Burgos y me vine a vivir a Salta capital. Jugué un año e hice 26 goles. Ahí me vio Marcial Acosta, el gran visionario y adelantado del fútbol salteño, quien me preguntó si quería integrar la selección de Salta, en el año 1962. ¿Y cómo le iba a decir que no, si yo recién empezaba y tenía todas las ganas? Yo en esa época era suplente del Coya Miranda. Como era zurdo, wing izquierdo, y también jugaba de “9”, cubría tres puestos en la delantera. Perdimos la final de un campeonato nacional contra Córdoba y ahí ya comenzaba a mostrarme hasta que me compró Gimnasia y Tiro. En esa época estaban el Turco Guerra, Manuel Crespo, Cornejo, Revilla, el Chueco Medina, Raúl López. Era un equipazo que terminó saliendo campeón invicto con varios puntos de ventaja sobre Central Norte. Estuve unos años en Gimnasia hasta que me compró Huracán y ahí me fui a vivir a Buenos Aires, en 1964. En aquella época la selección argentina estaba jugando un Sudamericano y AFA les dio un mes libre a los clubes; y en ese tiempo agarré una gira por Sudamérica con Huracán que fue inolvidable.

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Cuéntele a las generaciones contemporáneas y refrésquele la memoria a las coetáneas. ¿Quién fue y es Alfredo “el Negro” Arias?
Yo a cada lugar donde voy y me preguntan, lo primero que hago es enaltecer mi origen. Yo nací y me crié en General Güemes, allí viví y jugué feliz a la pelota hasta los 12 años. Y a los 17 me compró Peñarol, me llevó el doctor Burgos y me vine a vivir a Salta capital. Jugué un año e hice 26 goles. Ahí me vio Marcial Acosta, el gran visionario y adelantado del fútbol salteño, quien me preguntó si quería integrar la selección de Salta, en el año 1962. ¿Y cómo le iba a decir que no, si yo recién empezaba y tenía todas las ganas? Yo en esa época era suplente del Coya Miranda. Como era zurdo, wing izquierdo, y también jugaba de “9”, cubría tres puestos en la delantera. Perdimos la final de un campeonato nacional contra Córdoba y ahí ya comenzaba a mostrarme hasta que me compró Gimnasia y Tiro. En esa época estaban el Turco Guerra, Manuel Crespo, Cornejo, Revilla, el Chueco Medina, Raúl López. Era un equipazo que terminó saliendo campeón invicto con varios puntos de ventaja sobre Central Norte. Estuve unos años en Gimnasia hasta que me compró Huracán y ahí me fui a vivir a Buenos Aires, en 1964. En aquella época la selección argentina estaba jugando un Sudamericano y AFA les dio un mes libre a los clubes; y en ese tiempo agarré una gira por Sudamérica con Huracán que fue inolvidable.


Tuvo la oportunidad de hacer carrera en el fútbol de elite de Buenos Aires pero se volvió pronto a Salta. ¿Qué le sucedió por esos años?
Pasé mis mejores momentos en Huracán, con una gran camada de jugadores, pero dos años y medio después me lesioné de la rodilla y desde ahí nada volvió a ser igual. Me pusieron a disposición los mejores médicos para operarme en Huracán, pero les dije que no, porque ya quería volverme a Salta. Con la inactividad me pesó el desarraigo. Pero, fundamentalmente, lo que extrañaba era el fútbol que yo mamé, me costó adaptarme. Yo no estaba acostumbrado al tacticismo, a la pizarra. Siempre en una cancha hice lo que sabía y me jugó en contra haber perdido esa libertad. Entonces volví a Gimnasia, en 1968. Jugué medio campeonato hasta que me llevó Juventud. Estuve allí un tiempo y me fue bien.


Tuvo una carrera meteórica, intensa, pero a la vez corta, ya que dejó el fútbol muy joven. ¿Qué lo motivó a abandonar la actividad prematuramente?
Luego de aquel paso por Juventud conocí a mi novia, que hoy es mi compañera de vida de más de 45 años y decidimos priorizar un proyecto familiar. Luego me llevó Central Norte para jugar la vieja Copa Beccar Varela en 1970; allí tuve como compañeros a Leopoldo Jacinto Luque antes de que sea campeón del Mundo; al Muñeco Cardozo, el Negro Serrizuela, el Chochi Varela, el Petiso Morales, el Loco Sández, entre otros. En ese momento el fútbol para mí no era lo mismo, no lo disfrutaba como al principio, me costaba más entrenar y no quería dar ventajas en lo que hacía. Entonces, me casé y dejé todo de un día para el otro, antes de cumplir 29 años. Un año después me volvieron a tentar, pero ya mi cabeza estaba en otra cosa. Ya no me daba la rodilla, el desgaste me pasó factura y ya jugaba a base de inyectables.

 

¿Cómo surgió la posibilidad de llegar a Huracán y terminar integrando un equipo muy recordado por esos tiempos en la historia del fútbol argentino?
Cuando estuve en Gimnasia, club al que le debo muchísimo por lo que me dio en mi carrera y por la oportunidad de crecer a nivel nacional, había dos dirigentes que decían ser hinchas de Huracán, ahí surgió el contacto para conseguirme una prueba allá. También me sirvió como vidriera el torneo nacional que jugué en Mar del Plata con la Liga Salteña, donde me di el lujo de jugar solo dos partidos bien porque al tercero me expulsaron. Me fueron a buscar los directivos de Huracán. Estuve un mes a prueba y me terminaron haciendo un contrato por dos años. Esa oportunidad se la debo a Gimnasia. Pasé dos años muy lindos, pero parece que yo había nacido para jugar acá, por mi forma. A mí Roberto Santillán, mi técnico en Juventud, me decía: “Yo no tengo nada que decirle; entre, juegue de ‘10’ y haga lo que usted sabe”. Y yo hice lo que sabía. Y mal no me fue. En Buenos Aires me marearon las pizarras, era todo distinto. Me sacaron la costumbre de gambetear y yo al fútbol lo tomaba como una diversión. Y eso me jugó en contra en mi carrera. Vengo de un pueblito en el que se jugaba en un potrero con pelota de trapo que colgábamos en un tendedero para practicar cabezazos y mejorar la técnica, porque había que tener una moneda para pasar a la pelota de goma y no había. No fui orientado, no tuve representante, me hice solo, a los golpes. Así fue mi vida.
 

Su relación con el gran "Ringo" Bonavena

Cuando llegó a Huracán en 1964, Arias conoció al emblemático y legendario Oscar “Ringo” Bonavena (a ambos se los ve juntos en la escena), el mítico boxeador argentino de la categoría pesados, confeso hincha del globo de Parque de los Patricios, tan recordado por su arrollador carisma y personalidad como por sus célebres peleas, una de ellas el inolvidable combate ante Muhammad Alí; fallecido trágicamente tiempo después en un confuso asesinato en Nevada, Estados Unidos. “Era un personaje sin igual. En aquella época él ponía dinero para Huracán desinteresadamente por el amor que le tenía al club. Era prácticamente el dueño en tiempos de crisis, incluso los sueldos de algunos jugadores salían de su bolsillo. Era un grandote con alma de niño, así, tal cual se mostraba, como cuando cantaba “pío pío pa” (canción compuesta e interpretada por el expúgil a fines de la década del 60 junto a la banda uruguaya Los Shakers). Lo conocí porque compartía mucho con nosotros, incluso nos invitó a que vayamos a alentarlo en una pelea suya por el título argentino con Julio Peralta. Lo asombroso era verlo, tenía una espalda y unos brazos que daban miedo. El día de esa foto Ringo entró a nuestro vestuario en la previa de un clásico con San Lorenzo y nos dijo: ‘Si no ganan los voy a cagar a trompadas a uno por uno’”, graficó el Negro Arias la personalidad de Ringo Bonavena. 
 

Otros tiempos

“Estoy por cumplir 76 años. No se me cayó una lágrima cuando dejé el fútbol, hace 47. Yo no concebía jugar para dar ventajas. En Central ya no jugaba de 9, sino de enganche, porque el 10 es más vago y corre menos”, expresó Arias con sinceridad brutal. “El fútbol cambió mucho, no se puede comparar, hoy todo es diferente, hasta la pelota. Lo que no cambió es que siguen saliendo buenos jugadores. El último con el que me sentí identificado fue Diego Magno cuando jugaba en Central”, añadiód. 


 

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