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El trauma del despido

Jueves, 14 de septiembre de 2017 00:00

Por una curiosidad idiomática (y también etimológica), la mayoría de las palabras que en castellano empiezan con "desp" tienen una detestable afinidad con la iniquidad (despojo, desprecio, despedazar, desposeer, déspota, etc.). Excepto, quizá, la tierna palabra "despacito" (aunque en los últimos tiempos se ha convertido en un vocablo que nos ha saturado hasta el hartazgo).

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Por una curiosidad idiomática (y también etimológica), la mayoría de las palabras que en castellano empiezan con "desp" tienen una detestable afinidad con la iniquidad (despojo, desprecio, despedazar, desposeer, déspota, etc.). Excepto, quizá, la tierna palabra "despacito" (aunque en los últimos tiempos se ha convertido en un vocablo que nos ha saturado hasta el hartazgo).

En esa familia nos encontramos con la palabra "despido", que es una de las más traumáticas en las relaciones laborales. Salvo, claro está, que Ud. se llame Donald Trump y encuentre un perverso placer en pronunciar la frase "Ud. está despedido". Esta expresión (you are fired) se popularizó en EEUU cuando su actual presidente era una estrella de televisión y conducía el programa "El aprendiz".

No existe acuerdo entre los etimologistas si la palabra despedir (del latin "pettere") se vincula con "pedir permiso para marcharse" o "impulsar a que uno se vaya". No importa mucho, porque en ambos casos el afectado termina yéndose.

Lo cierto es que el despido de un trabajador es el acto más grave que se desencadena en materia laboral.

Para el empleador implica muchas veces una decisión difícil y traumática; para el trabajador la situación es incomparablemente más dolorosa.

La mayoría de las veces arrastra todo un proyecto de vida. Aunque algunos empleadores se ven involucrados por una cuestión emocional, básicamente la cuestión es económica.

Para el trabajador también lo es, pero esta situación siempre produce un desgarro existencial.

En nuestro país en que las relaciones laborales son cavernarias, la empresa mayormente no facilita vías de comunicación y desahogo, por lo que al extinguirse la relación laboral no solo estallan las cuestiones emergentes del propio despido sino todas aquellas acumuladas a lo largo de la muda relación.

"Adicionales"

En los últimos tiempos sectores empresarios que impulsan una eventual reforma laboral sostienen que el despido en la Argentina "es caro". Esto es falso. La indemnización por despido establecida en un mes de sueldo por cada año de trabajo se encuentra en el medio del ranking de los costos por despido en los distintos países del mundo. El problema es que el juicio por despido llega acompañado de todos aquellos incumplimientos del empleador que no fueron oportunamente atendidos (diferencias de categorías, adicionales de convenio, horas extras, horas nocturnas e insalubres, enfermedades profesionales, vacaciones, fechas de ingreso, feriados, trabajo dominical, adicionales "no remunerativos", etc.).

En realidad, lo que lleva los reclamos a sumas exorbitantes y desproporcionadas son las sanciones por trabajo clandestino, que generalmente se plantean junto con la situación de despido. Pero se trata de dos cosas distintas. Es ridículo escuchar a los personeros de grandes empresas (que tienen clara su campaña de confusión) afirmando que las indemnizaciones llevan a muchos negocios a la quiebra.

Las indemnizaciones por despido no llevan a ninguna gran empresa a la quiebra (incluso industrias como Pepsico se dan el lujo de duplicar el monto que corresponde legalmente).

Las únicas empresas afectadas por las desmesuradas indemnizaciones aplicadas al trabajo no registrado son las pequeñas y medianas. Y eso sí: la situación de las pymes frente al régimen laboral, efectivamente debe ser tema de análisis para avanzar en una reforma laboral equitati va.

 

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