El arrebato de un cabo de la Policía provincial derivó en la muerte de Nahuel Salvatierra, de 17 años. Ocurrió el miércoles por la noche en una esquina del barrio Solidaridad, segunda etapa. El policía, Juan Carlos Cardozo, de 37 años, desenfundó su arma 9mm y ejecutó al menor. Las primeras versiones oficiales señalaron que el proyectil impacto en la zona occipital de la cabeza del joven, quien se desplomó quedando tendido en el lugar. El cabo estaba acompañado por el sargento Emilio Gastón Aguilera (31), y tras los disparos se subieron a una moto 110cc y se marcharon sin importarles la situación de la víctima.
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El arrebato de un cabo de la Policía provincial derivó en la muerte de Nahuel Salvatierra, de 17 años. Ocurrió el miércoles por la noche en una esquina del barrio Solidaridad, segunda etapa. El policía, Juan Carlos Cardozo, de 37 años, desenfundó su arma 9mm y ejecutó al menor. Las primeras versiones oficiales señalaron que el proyectil impacto en la zona occipital de la cabeza del joven, quien se desplomó quedando tendido en el lugar. El cabo estaba acompañado por el sargento Emilio Gastón Aguilera (31), y tras los disparos se subieron a una moto 110cc y se marcharon sin importarles la situación de la víctima.
La jueza de Garantías 1 en turno durante la feria judicial, Ada Zunino, ordenó la detención de ambos efectivos. El fiscal penal de la Unidad de Graves Atentados contra las Personas, Rodrigo Miralpeix, imputó ayer a Aguilera y hoy hará lo propio con Cardozo, el autor del disparo que terminó con la vida del joven. Según lo dispuesto por el fiscal, ambos serán imputados por “homicidio calificado por alevosía, uso de arma de fuego y por tratarse de personal de las fuerzas de seguridad”.
El cabo y el sargento viajaban vestidos de civil a bordo de una moto 110cc particular, llegaron a la intersección de una de las calles ubicadas sobre la manzana 418 “B”, lote 20 de la segunda etapa del barrio Solidaridad y se detuvieron. En este punto de lo ocurrido hay dos historias que chocan. La versión oficial indica que los policías observaron un “desorden” entre dos bandos y detuvieron la marcha, uno de ellos -Aguilera- se bajó para realizar el despeje y el otro -Cardozo- efectuó el o los disparos sin descender del rodado.
Uno de los jóvenes que esa noche estaba junto a Nahuel Salvatierra en la esquina le contó a El Tribuno, mientras velaban a su amigo en la casa de sus padres, que ayer por la tarde ellos -unas tres o cuatro personas- estaban en la esquina cuando los policías de civil pasaron por el lugar y les gritaron que se retiraran. “Nosotros le dijimos que nos digan bien las cosas y ahí nos empezaron a amenazar, uno de ellos nos dijo que si no nos íbamos nos iba a cagar a tiros”, apuntó el muchacho.
Sin uniforme
A pesar de las versiones que se contradicen, lo cierto es que ambos policías se dirigían a sus puestos de trabajo. En el momento que deciden detenerse para intercambiar palabras con los jóvenes estaban de civil y se trasladaban en una moto particular 110cc. Según la normativa policial, el personal vinculado a dicha institución tiene estado policial las 24 horas del día. Respecto al uso del arma reglamentaria la cuestión es más compleja, la utilización varía según la circunstancia y peligrosidad tanto del uniformado como de terceros. Se cree que en el crimen de Solidaridad bajo ningún punto de vista el arma fue utilizada con responsabilidad.
Los policías
Ambos policías involucrados en el hecho están detenidos desde ayer en la Alcaidía Judicial de esta ciudad. Juan Carlos Cardozo, quizá el más comprometido más allá de que por el momento la carátula de imputación es la misma para los dos, tiene jerarquía de cabo, 37 años, y está en la fuerza hace 11 años. Hace un mes que formaba parte del Sector 8, antes había estado en el puesto Unión Infantería, es soltero. Iba a ser imputado ayer pero el abogado que nombró no quiso llevar a cabo la defensa y será imputado hoy.
Emilio Gastón Aguilera, por su parte, tiene 31 años y hace diez que trabajaba en la fuerza. Ostenta la jerarquía de sargento. Vive con una concubina y no tienen hijos. Ayer fue imputado y en su declaración testimonial contó que mientras circulaban con destino a sus respectivos trabajos observaron a personas en la calle y se detuvieron, hubo un intercambio de palabras, él bajó de la motocicleta con la intención de despejar la zona cuando escuchó la detonación. Sostuvo que no vio a su compañero cuando disparó ni tampoco cuando la víctima cayó.
Marcha y bronca
Ayer por la tarde el cuerpo de Nahuel Salvatierra fue velado en su casa, una gran cantidad de personas entre familiares, amigos y conocidos del barrio se acercaron con sentido pésame. En medio de tanto dolor se podían observar rostros de indignación y algunas voces que rompían el silencio. “No puede ser, los policías siempre igual, vienen sacan el arma y disparan, no les importa si hay niños o mujeres, ellos disparan, total la vida de nosotros no vale una mierda”, expulsó una señora.
Jorge, uno de los siete hermanos de Nahuel, con el dolor impregnado en su corazón aseguró: “Es increíble que el Estado le dé un arma a tipos sin preparación. Se supone que deben velar por la seguridad de nosotros, no matar a sangre fría”. Otro de los hermanos del menor ejecutado advirtió: “Más vale que esto se solucione, que esos tipos paguen por lo que hicieron porque si no aquí habrá quilombo. Distintos grupos del barrio vinieron y hablaron con los amigos de mi hermano, inclusos de otros bandos, y se pusieron de acuerdo. Van a quemar la comisaría si esto queda en la nada”.