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En un circo un salteño encontró el lugar para cumplir sus sueños de acróbata

Javier Rodríguez hace gimnasia acrobática desde los 3 años y a los 17 se fue a México.
Sabado, 06 de enero de 2018 22:29

Desde que era un bebé, Javier Rodríguez se colgaba de lugares impensables, como el caño de la pileta pelopincho. Cuando era un poco más grande, sacaba todas perchas del ropero para colgarse de la barra del placard. Después cerraba la puerta y dejaba toda la ropa tirada. Como se dio cuenta de que su hijo tenía dotes especiales -no solo para hacerla renegar- su mamá lo llevó a clases de gimnasia acrobática. Sin saberlo, lo ayudó a que descubriera su pasión y, también, su fuente de trabajo.

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Desde que era un bebé, Javier Rodríguez se colgaba de lugares impensables, como el caño de la pileta pelopincho. Cuando era un poco más grande, sacaba todas perchas del ropero para colgarse de la barra del placard. Después cerraba la puerta y dejaba toda la ropa tirada. Como se dio cuenta de que su hijo tenía dotes especiales -no solo para hacerla renegar- su mamá lo llevó a clases de gimnasia acrobática. Sin saberlo, lo ayudó a que descubriera su pasión y, también, su fuente de trabajo.

Javier ahora está en Dubai, de gira con el espectáculo Toruk, del Cirque du Soleil. El salteño, que tiene 31 años, fue contratado hace unos cuatro años para trabajar como “rigger” -encargado de la seguridad acrobática aérea-. Si bien extraña un poco las épocas en que trabajaba como artista, esta empresa le permitió crecer y ocupar puestos de responsabilidad ya que ahora es jefe del equipo de “riggers”. “Aprendí muchísimas cosas en el tiempo que llevo trabajando con ellos y me abren mucho la mente...”, valoró

Cuando terminó la escuela, Javier se anotó para estudiar Arquitectura en la Universidad Católica de Salta. Sin embargo, no llegó a pisar el aula. A principios de enero se fue de vacaciones a Brasil y, cuando volvió, tenía una propuesta para trabajar como acróbata en un circo en México.

La oportunidad llegó de una manera insólita. Dos personas fueron a Buenos Aires a buscar artistas y un amigo, que se presentó, llevó un video en el que aparecía Javier. A los reclutadores les gustó lo que hacía el joven pero, como solo estaban dos días en la Capital, no pudieron verlo. Entonces, su amigo, que fue seleccionado, le recomendó que enviara una grabación. Javier le mandó un video con las competencias internacionales de gimnasia acrobática en las que había participado y conquistó a los encargados del circo Tihany. Una semana después lo llamaron y le dijeron que querían que trabajara con ellos. “Me iba por seis meses, nada más, y cambió mi vida radicalmente”, contó Javier a El Tribuno, con una tonada, mezcla de salteño, caribeño y mexicano.

Como tenía 17 años -era menor de edad- su mamá primero le dijo que no. Luego, cuando la empresa habló con ella y le dio un contrato formal, ella cedió a las súplicas de su hijo. La condición fue que ella viajara con el para conocer cómo era el lugar al que iría su hijo. La empresa se hizo cargo de todo y ella viajó con el a México. Cuando llegó, se dio con un circo muy grande y profesional y se quedó más tranquila.

Javier se sintió a gusto con lo que hacía y también le atrajo la oportunidad de ir a muchos países. Con el circo Tihany conoció todo México y viajó por Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica, Panamá y Venezuela. En este país, después de seis años viajeros, decidió salir del espectáculo para descansar un poco.

Después de estar en la Argentina por algunos meses, volvió a México con una oferta de trabajo de dos meses en Cabo San Lucas, donde una escuela de ballet quería incorporar un poco de acrobacia. De allí fue a Playa del Carmen, en México, donde trabajó como acróbata en una discoteca muy conocida. Allí le propusieron ser encargado de los acróbatas y, luego de unos meses, le ofrecieron trabajar como “stage manager” o director de escena.

“Era una discoteca muy grande que tenía espectáculos de acrobacia y de bailes. Durante tres o cuatro años estuve a cargo del entrenamiento de los bailarines y de los acróbatas, de las coreografías, de organizar los ensayos y los tiempos para que todo saliera bien. Fue una experiencia buenísima porque aprendí muchas cosas”, dijo. Durante ese tiempo Javier tuvo la posibilidad de comprar una casa en Playa del Carmen, donde sentó base durante varios años.

Salto en grande

En 2014 Javier se enteró de que el Cirque du Soleil tenía un proyecto en sociedad con una empresa hotelera mexicana y estaba por abrir un espectáculo fijo, Joya, en la Riviera Maya. Aplicó y, después de cuatro o cinco entrevistas, le ofrecieron un puesto como ‘rigger’.

Javier explicó en qué consiste el trabajo de los “riggers”: “En los espectáculos hay muchos artistas y personajes que vuelan. Mi trabajo es asegurarme de que todo se mantenga en condiciones y hacer inspecciones de todos los cables y cuerdas. Durante el espectáculo estamos pendientes de que todo lo que tiene que ver con altura y con que los vuelos salgan bien. Es interesante porque me mantiene con todos los sentidos abiertos, mirando para todos lados, cada detalle”.

Durante los espectáculos ellos se encargan de hacer los rescates, si hiciera falta: “Si, por alguna casualidad, se corta la luz o se pierde corriente, nosotros, mediante cuerdas y equipos que tenemos, hacemos un rescate para bajar a la persona que queda en el aire. Existe la posibilidad de un error y de que alguna computadora falle. Entonces hay que estar pendiente”.

Viajes por el mundo

Después de trabajar en la Riviera Maya durante poco más de un año y medio, a principios de 2016 desde el Cirque du Soleil le ofrecieron trabajar en Toruk, un espectáculo que hace giras por el mundo. En 2016 participó en la gira por Norteamérica, donde conoció casi 50 ciudades de Estados Unidos y recorrió Canadá y México. En 2017 viajó por Filipinas, Taiwán, Nueva Zelanda y Australia. Ahora está en Dubai y luego irá a China, Singapur, Tailandia y más...

“La verdad es que me gusta mi estilo de vida. Es muy interesante porque comparto con mucha gente de diferentes nacionalidades. Somos casi 100 personas y es como una pequeña familia porque viajamos juntos. El viajar me da la posibilidad de ver muchas culturas, conocer gente distinta y modos de vida diferentes”, dijo Javier.

“Muchas veces la gente me dice: ‘Qué linda tu vida! Me gustaría tener tu trabajo y ese estilo de vida’. Es bonito pero llega un momento en que también cansa porque yo vivo con mis cosas en dos maletas, de hotel en hotel. Todo tiene su lado positivo y su lado negativo pero es una experiencia muy interesante y valiosa, con muchísimo para aprender y para ver”, concluyó.

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