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Los 100 años de la memoriosa María Eva

Heredera de una apellido histórico, aún recuerda a su padre y su amada Talapampa.
Miércoles, 03 de octubre de 2018 03:10

Desandando caminos, María Eva recuerda su niñez, a sus hermanas y hermano, a su padre, los campos de Talapampa, la llegada a la ciudad de Salta y la avenida San Martín en sus primeras épocas comerciales. 
Sentada en la cocina de su casa, rodeada por sus hijos, María Eva Güemes rememora su parentesco con el héroe gaucho y festeja los 100 años con excelente salud. “Recibí mis 100 años muy bien. Gracias a mi hijo y mi nieta, que es doctora”, expresó María Eva a El Tribuno. María Eva es hija de Justo Güemes y Dominga Colque. Su abuelo era sobrino del general Martín Miguel. Ella nació un 21 de septiembre, hace 100 años, en la localidad de Talapampa. 
“Mi abuelo compró las primeras tierras en Talapampa, cuando todo era monte. Después se hicieron las primeras casas y allí nací”, dice María, mientras cuenta los detalles con sus manos cargadas de años, pero impecables y cuidadas. Arregla su anillo, se recorre los dedos y las uñas, perfectamente pintadas, mientras sigue el relato. 

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Desandando caminos, María Eva recuerda su niñez, a sus hermanas y hermano, a su padre, los campos de Talapampa, la llegada a la ciudad de Salta y la avenida San Martín en sus primeras épocas comerciales. 
Sentada en la cocina de su casa, rodeada por sus hijos, María Eva Güemes rememora su parentesco con el héroe gaucho y festeja los 100 años con excelente salud. “Recibí mis 100 años muy bien. Gracias a mi hijo y mi nieta, que es doctora”, expresó María Eva a El Tribuno. María Eva es hija de Justo Güemes y Dominga Colque. Su abuelo era sobrino del general Martín Miguel. Ella nació un 21 de septiembre, hace 100 años, en la localidad de Talapampa. 
“Mi abuelo compró las primeras tierras en Talapampa, cuando todo era monte. Después se hicieron las primeras casas y allí nací”, dice María, mientras cuenta los detalles con sus manos cargadas de años, pero impecables y cuidadas. Arregla su anillo, se recorre los dedos y las uñas, perfectamente pintadas, mientras sigue el relato. 

 Su padre murió cuando ella tenía 9 años. Con detalles, recuerda que ese día su padre tomaba el desayuno a su lado, cuando cayó fulminado por un ataque al corazón. “Mi padre no tomaba mate ni té. Él desayunaba con un huevo pasado por agua y nos daba de tomar una cucharada a todos los hijos”, compartió. 
Luego de la muerte de su padre, la madre de María Eva resolvió mudarse a la ciudad de Salta. Compraron varios terrenos en la avenida San Martín y allí levantaron nuevamente sus viviendas.
A los 19 años María Eva se casó con Demetrio Guaymás y, con la ayuda de la familia, fue levantando su casa. La primera construcción fue el living y luego se fueron haciendo la cocina y los dormitorios. 
En aquellas época, la avenida San Martín estaba lejos de ser lo que es hoy. “Había varios comercios pero no era lo que es ahora, que ya no se puede caminar”, contó María, que adelantó que gracias a los cuidados que le da su nieta Vanesa, la doctora, no toma ninguna medicación. “Me duelen las piernas y los pies, pero después no tengo más nada”, contó. 
Su hijo, que escucha desde la puerta de la cocina los relatos de su madre, confirma que come muy bien y que no tiene ningún problema de salud. 
Demetrio y María Eva tuvieron un hijo y dos hijas del corazón. “Yo le pedí a Dios que, si no me daba más hijos, me envíe una hija para criar. Y así fue. Tuve dos hijas”, cuenta feliz la abuela, que ya tiene cuatro nietos y cuatro bisnietos. 
El más pequeño tiene dos años y es el que gana el corazón de la mujer. “Llega corriendo y gritando por la casa: ‘Eva, Eva’”, describió.

Aprendizajes y fiestas

María Eva hizo sus estudios en Talapampa y después estudió en Salta corte y confección. También aprendió tejido a crochet y a dos agujas. Siempre confeccionó prendas para la familia y hasta hace algunos años todavía tejía. 
Su pasión eran las carpetas para la mesa del living. Ahora la vista no la deja tejer, pero no pierde las ganas y lo sigue intentando. 
Feliz por los festejos de sus 100 años, María Eva pasó el día de su cumple acompañada de la familia que llegó hasta su casa para celebrar a la abuela. Y si bien no pudo bailar disfrutó de las danzas de “sus chicos”. 
“Bailaron hermoso. Me hicieron acordar cuando era joven y salía a las fiestas con mi esposo. Nos encantaba bailar zambas, chacareras y tango”, rememoró la abuela, que además disfrutó de un festejo que le hizo el PAMI. “Ahí también bailaron hermoso y además vinieron los mariachis. Lo festejé con mi amiga María Nebreda, que el pasado 24 de julio también celebró sus 100 años”. 
Con dolor, la abuela dice que los amigos ya partieron en su mayoría. Solo quedan algunas chicas de su época, con las que de vez en cuando se reúnen para ponerse al día y recordar anécdotas. 

Amor y buena comida

“Me siento de 40. Agradezco al cielo haber llegado tan bien a mis 100 años”, expresó María Eva, que no tiene ninguna dolencia y advierte que hay que cuidarse para llegar bien a esa altura de la vida. 
María Eva fue la menor de 5 hermanas mujeres y un varón. “Me querían mucho y, como era la menor, todos me mimaban. Mi mamá, mi esposo y mis hijos me dieron y me dan mucho amor. Eso es importante”, analizó María, que además aconseja no comer en exceso y hacer una dieta sana. 
La abuela de los 100 años recomendó, además, respetar el horario de comer y no cenar. Y, por supuesto, dormir las horas que el cuerpo necesita. “No es bueno trasnochar”, afirmó. 
Entre Salta y Talapampa, María Eva confirma que este poblado en el campo es su lugar. De vez en cuando, su hijo la lleva a pasear y a visitar el lugar que la vio correr y jugar. “Ponemos una silla bajo los árboles y allí respiro paz. Es tan lindo, hay un aire tan puro que no se compara con nada. Si tengo dolor de cabeza se me pasa. Es hermoso Talapampa”, expresa, con ganas de volver en cuanto pueda, acompañada por los nietos y bisnietos, a disfrutar de su campo. 
 

 

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