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Los secretos de la convertibilidad

Domingo, 18 de noviembre de 2018 00:00

¿Qué fue la convertibilidad? Como seguramente muchos lectores -especialmente los no tan jóvenes- recuerdan, entre 1991 y 2001 la Argentina experimentó el período más largo de estabilidad de precios desde la década de los cuarenta del siglo XX, e incluso se observó el descenso de ellos en algunos años.

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¿Qué fue la convertibilidad? Como seguramente muchos lectores -especialmente los no tan jóvenes- recuerdan, entre 1991 y 2001 la Argentina experimentó el período más largo de estabilidad de precios desde la década de los cuarenta del siglo XX, e incluso se observó el descenso de ellos en algunos años.

Sin entrar en tecnicismos, la convertibilidad se basaba, como también es ampliamente conocido, en la equivalencia del peso con el dólar ("un peso, un dólar") y a partir de que se estableció esta relación, luego de unos pocos meses la alta inflación de la Argentina cedió y a partir de allí, y hasta la gigantesca devaluación del año 2002, los precios se mantuvieron estables.

El secreto

¿Cómo se logró la estabilidad de precios durante la convertibilidad? Para muchos, la estabilidad de precios que consiguió la convertibilidad se debió precisamente a la vigencia de una "caja de conversión", como la que existió en la Argentina en algunos años del siglo XIX y del siglo XX.

Esta "caja de conversión" consistía en el compromiso gubernamental de cambiar la moneda argentina por la extranjera (libras esterlinas o dólares) a una relación fija, tal como aconteció durante la convertibilidad entre 1991 y 2001. Modernamente, este esquema suele presentarse bajo el nombre de "tipo de cambio fijo", similitud que es válida si la autoridad económica o monetaria se compromete a cambiar libremente la moneda doméstica por la internacional al precio fijado.

¿Por qué los precios no habrían de modificarse si se mantenía el tipo de cambio fijo? La explicación es que si los precios internos aumentan y junto al tipo de cambio fijo no existen impedimentos para la importación de productos, una vez que los precios internos expresados en moneda extranjera superen a los internacionales, el público pasaría a comprar los productos importados, obligando así a los productores locales a adaptarse a la situación: competir, o morir.

Nótese que se ha señalado que un requisito para la estabilidad de precios, además del tipo de cambio fijo, es el de que no haya impedimentos para que los productos importados compitan con los domésticos. Por lo tanto, si este requisito no se cumple por ejemplo, existen aranceles o prohibiciones directas para la importación para "proteger la industria nacional" -con tipo de cambio fijo o no, los precios continuarán aumentando, porque al no haber competencia los productores pueden elevar sus precios tanto como la demanda les permita, a la vez que la propia demanda se modifica con los aumentos de salarios que siguen a la suba de precios. Esta es justamente la famosa "inflación en dólares" que se observaba en los meses previos a la convertibilidad, llamada así porque al mantenerse estable el precio del dólar pero aumentar los precios internos, estos se elevaban también cuando se expresaban en dólares.

El bono salteño

Con el retorno de la democracia, en 1983, luego de unos meses en que se mostró evidente que los ingresos provinciales no alcanzaban para pagar los gastos, especialmente en sueldos, y advirtiéndose que el problema principal no era tanto el desfasaje (el déficit) sino la demora de la Nación en enviar los recursos de coparticipación puesto que toda la Argentina estaba bajo un fuerte proceso inflacionario, el gobierno provincial de entonces creó el así llamado "bono salteño", que consistía en billetes con la misma denominación que la moneda nacional (por entonces, el austral) con los que se pagaba a los empleados públicos principalmente, alentándolos para que los utilizaran en sus compras de bienes de consumo, mientras el gobierno acordaba con el comercio para que recibieran el bono y, unos días más tarde, pudieran cambiarlos por australes, dándole tiempo así al gobierno para recibir justamente esos australes que ingresaban por la coparticipación federal de impuestos. Cuando el Gobierno reunía nuevamente los bonos, contaba con ellos para el pago de sueldos el mes siguiente, repitiéndose así la rutina y resolviéndose de este modo el problema financiero de la Provincia.

El bono y la inflación

La Argentina de entonces, como se decía, padecía un fuerte proceso inflacionario, y algunos economistas de Salta sostenían que el bono salteño potenciaba la inflación en nuestra provincia, basados en la idea de la Escuela de Chicago que sostiene que toda creación de dinero es inflacionaria, especialmente si se origina en el financiamiento del déficit fiscal, concepto que es básicamente el que sostiene el gobierno actual en la Argentina respecto de la inflación.

El autor de esta nota, sin embargo, descreía de esta idea porque, aun aceptando que el déficit fiscal puede asociarse con la inflación, en el caso de Salta, al no existir justamente aranceles interprovinciales ni restricciones a la libre circulación de mercaderías por imperio constitucional, el eventual incremento de la demanda de bienes y servicios que pudiera generar el bono no tenía porqué producir aumentos de precios, toda vez que el abastecimiento de bienes provenía mayoritariamente de fuera de las fronteras provinciales, y, efectivamente, puede verificarse que las variaciones de los precios de Salta durante la vigencia del bono, conforme las mediciones de la Dirección de Estadísticas de la Provincia, no fueron diferentes de las de la Nación, de acuerdo con las cifras del Indec.

¿Qué tienen en común la convertibilidad y el bono salteño? Evidentemente, un aspecto como mínimo no menos importante en la relación entre el déficit fiscal y la inflación, es la existencia o no de la prohibición directa o indirecta de importar bienes de otras economías. En ausencia de estas restricciones, como se dio en la convertibilidad e implícitamente con el bono salteño, el déficit fiscal no impacta sobre la inflación porque la demanda extra que genera el déficit es compensada precisamente con importaciones. De hecho, durante la convertibilidad existió durante muchos años déficit fiscal, sin que éste provocara alteraciones en la inflación porque en ese período se habían reducido los aranceles y las restricciones directas a la importación.

En cambio, y en línea con otras notas, sí quiere destacarse que el reduccionismo de los economistas en concentrarse en el déficit fiscal como único mecanismo que impulsa la inflación es, como mínimo, incompleto, y se requiere, por lo tanto, una visión científica más amplia para entender el fenómeno inflacionario que, con pocas excepciones -como justamente lo fue durante la convertibilidad- se ha enseñoreado sobre la Argentina, sin que la ortodoxia económica ni el populismo, monopolistas exclusivos de las administraciones económicas desde la década de los cuarenta del siglo XX, encuentren la forma de abatirlo.

 

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