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Hermosinda, la primera enfermera profesional del norte argentino

A mediados del siglo pasado, Hermosinda brinda cuidados a un bebé de las familias de la Standard Oil en Tartagal. Hizo historia por su capacidad y su enorme preparación profesional. Trabajó 40 años en Salta, Neuquén y Buenos Aires.
Sabado, 28 de abril de 2018 22:43

Cuántos méritos tiene la palabra escrita, entre otros resistir el paso del tiempo, y la virtud de reflejar la vida de hombres y mujeres, héroes anónimos que han contribuido con su labor diaria a forjar lo que hoy es el norte provincial. Lo que todos ellos han hecho y dejado como legado es tan valioso, como injusto sería no conocer su vida, su trabajo.

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Cuántos méritos tiene la palabra escrita, entre otros resistir el paso del tiempo, y la virtud de reflejar la vida de hombres y mujeres, héroes anónimos que han contribuido con su labor diaria a forjar lo que hoy es el norte provincial. Lo que todos ellos han hecho y dejado como legado es tan valioso, como injusto sería no conocer su vida, su trabajo.

¿Sabemos los norteños quién fue Hermosinda Egüez de Campos? Fue una de las primeras enfermeras egresadas de la prestigiosa Escuela de Nurses que en la década del 30 fundó la Standard Oil Company-ESSO en Tartagal.

En su niñez esta mujer que contribuyó a preservar la salud de la población, que residía en una zona tan alejada de los centros poblados, vivió en un lugar que hoy es solo un recuerdo porque todo lo que allí había se perdió, devorado por el monte que hace ver su poderío apenas la mano del hombre se retira aunque sea por unos pocos años.

El Campamento San Pedrito estaba ubicado en medio de los cerros y a unos 60 kilómetros al oeste de Tartagal.

Hoy es otra vez monte

En la actualidad un monte exuberante por el que solo transitan algunos trabajadores de la industria hidrocarburífera, por caminos de tierra que conectan desde Ballivián hasta la frontera con Bolivia al norte, pasando por Vespucio y Acambuco.

Es sencillo imaginar que hace más de 8 décadas el lugar se parecería a lo que con los años fue Campamento Vespucio. Actualmente, algunos ancianos que aún viven en el norte recuerdan su niñez en San Pedrito, donde había hasta canchas de tenis, la gran pasión de los americanos que vivían en las Yungas, dirigiendo las operaciones de la Standard Oil que inició su trabajo en el año 1927 en Salta.

No más de cien familias

En aquellos tiempos y tal como sucedía con la familia de Hermosinda, unas cien familias de obreros de la compañía ESSO hacían frente a las dificultades de una zona inhóspita, un monte casi virgen pero rico en petróleo sobre el cuál los americanos habían puesto, primero sus investigaciones y finalmente sus operaciones.

Hermosinda había llegado aquí con ocho meses de edad, con su madre y sus cinco hermanos, proveniente de Charaguas, un pueblo cercano a Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
Para ella, como para todos los niños del campamento, vivir en San Pedrito era como vivir en un paraíso, levantado sobre una inconmensurable alfombra verde que todo lo cubría. Más abajo, el río Grande de Tarija, que marca el límite natural entre Argentina y Bolivia corría con toda bravura.
 
La aventura de viajar
 
Hermosinda, en una entrevista que tuve la dicha de hacerle en el año 2006 recordaba que para llegar a Tartagal, “había que recorrer sesenta kilómetros de un camino de cornisa, con doscientas curvas y un montón de arroyos, que en tiempo de lluvias demandaba un día entero de viaje”.

“Ni qué pensar lo que era el viaje para llegar a la ciudad de Salta. Representaba otro día completo de travesía, porque los caminos eran imposibles de transitar. Tampoco había puente sobre el río Bermejo. Y en ferrocarril (la punta de rieles del Belgrano había llegado al norte en 1926), se salía a la mañana para llegar a la noche”.

Formación escolar y profesional

Los chicos como Hermosinda sólo podían concurrir hasta el cuarto grado en la Escuela Nacional Nº 210 instalada en San Pedrito; para hacer el quinto y el sexto grado recorrían varios kilómetros hasta otro campamento, Tablillas, ubicado al oeste de Vespucio.

“Mi madre no estaba en condiciones de pagarme los estudios, así que la ESSO estableció un sistema de becas y tuve la suerte de que la primera fuera para mí. Pude seguir estudiando hasta completar la secundaria en el colegio Santa Rosa de Viterbo, en Salta”, rememoró. Los años de estadía en Salta pasaron rápido y “no veía las horas del volver al norte a estudiar Enfermería”.

En 1937, la Standard había instalado su escuela de Nurses, la primera del norte.

Atraídas por su prestigio, llegaban jóvenes de otras provincias y países para formarse junto a médicos, algunos argentinos y otros americanos y enfermeras profesionales.

La Escuela y Hogar de Nurses era un hospital dotado de todos los adelantos de la época y un cuerpo de médicos prestaba servicio en esa unidad, a la que Hermosinda logró ingresar con mucho esfuerzo.

El norte registra en el verano temperaturas de hasta 45 grados pero aún así, con el equipo de salud de la ESSO, recorrían diferentes parajes en la lucha contra el paludismo y la fiebre amarilla, dos patologías que si no hubiera sido por esas campañas hubieran hecho estragos en la población.

Se trabajaba con la provisión de medicamentos que aportaba la compañía, ya que en 1947 se inauguró el hospital de Tartagal. El personal de salud tenía un especial cuidado con las futuras madres y los niños, porque el objetivo era que la mortalidad infantil fuera lo más baja posible.

 

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