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Una llaga abierta en una sociedad agrietada

Viernes, 25 de mayo de 2018 00:00

El caso de la niña salteña embarazada a los 10 años, a quien no se le autorizó un aborto, hizo estallar a la opinión pública y obligó a dejar sin efecto el protocolo que se aplicaba en la provincia. Este mecanismo era restrictivo con respecto al fallo de la Suprema Corte sobre embarazos no punibles y ponía el límite de doce semanas de embarazo para autorizar el aborto. La decisión se produjo en medio de una situación brumosa. La nena quedó embarazada debido a los abusos del padrastro. La madre se enteró de la situación cuando ya corría la semana 19 (se dice) y tanto ella como la nena habrían desistido de interrumpir la gestación.

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El caso de la niña salteña embarazada a los 10 años, a quien no se le autorizó un aborto, hizo estallar a la opinión pública y obligó a dejar sin efecto el protocolo que se aplicaba en la provincia. Este mecanismo era restrictivo con respecto al fallo de la Suprema Corte sobre embarazos no punibles y ponía el límite de doce semanas de embarazo para autorizar el aborto. La decisión se produjo en medio de una situación brumosa. La nena quedó embarazada debido a los abusos del padrastro. La madre se enteró de la situación cuando ya corría la semana 19 (se dice) y tanto ella como la nena habrían desistido de interrumpir la gestación.

Es claro que el Estado fracasó. Ni el sistema de salud ni el educativo detectaron primero los abusos, que son violaciones sistemáticas, y luego el embarazo.

Según Unicef, en Argentina nacen anualmente entre 2.800 y 3.200 niños de madres menores de 15 años. El 30% de esas adolescentes con embarazo precoz dejan la escuela. De paso, abandonan la expectativa de poder proponerse metas a futuro y prepararse para el trabajo.

La Organización Mundial de la Salud advierte que el embarazo precoz, en niñas de entre 10 y 14 años, acarrea el riesgo de complicaciones físicas, pero además es indicio de "abuso sexual, relaciones forzadas y explotación sexual". Este es el caso de esta niña salteña y de muchísimas otras que viven en barrios periféricos.

La tasa de fecundidad adolescente en Argentina aumentó el 11% en los últimos 20 años, especialmente en casos de adolescencia precoz. Un informe de Naciones Unidas lo atribuye a la desigualdad y la pobreza. Probablemente, la palabra más adecuada sea la de "exclusión" o "marginalidad".

Una niña de diez años abusada por su padrastro es una menor en estado de extrema vulnerabilidad, impotente para decidir sobre su propio cuerpo y defenderse, sin la posibilidad de buscar ayuda en la madre, los docentes o el centro de salud.

A los diez años, el cuerpo se vive como un misterio, porque el menor está creciendo, y desarrollando su organismo, sus emociones y sentimientos, sus deseos y proyecciones y su sexualidad. El adulto que abusa de esa niña la está violando. No solo la posee corporalmente: también aniquila su espíritu.

La escuela está fallando. Hay temores y recelos para instrumentar la educación sexual. Se trata de un procedimiento complejo, que requiere formación en el docente, pero también, y fundamentalmente, sentido común.

El director para Latinoamérica del Fondo de Población de la ONU, Esteban Caballero, opina que "nunca ha habido mucha educación sexual en la región, pero ahora, la poca que hay, genera más controversia y polarización que antes".

El caso salteño es el indicio de la indefensión que padecen miles de niñas que viven en familias con ingresos mínimos y sin elementos educativos. El informe de la ONU advierte que en los países en desarrollo se registran cada año 89 millones de embarazos no deseados y 48 millones de abortos. Allí, las mujeres y adolescentes pobres tienen tres veces más hijos que las de altos ingresos.

En la Argentina, alrededor del 15% de los recién nacidos tiene una madre adolescente menor de 20 años. El 67% de esos embarazos no es intencional o planificado. Nueve de cada diez madres de 15 a 19 años pertenecen al 30% de los hogares de menores ingresos y la incidencia es mayor en el NOA y el NEA.

Según el Fondo de Población de Naciones Unidas, el embarazo en la adolescencia es un fenómeno complejo que no ocurre en el vacío. "Los determinantes están vinculados con la pobreza; las desigualdades de género que atentan contra la autonomía de las mujeres; la falta de oportunidades de inclusión social; la existencia de un clima educativo adverso y las barreras de acceso a los servicios de salud sexual y salud reproductiva".

Un tema para la agenda pública más urgente.

 

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