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El triunfo que abrió la puerta del olimpo para la Argentina en el Mundial de 1978

Hace 40 años la Selección argentina ganaba su primer partido en el campeonato,  que más tarde la coronaría como campeona mundial, con la primera copa para nuestro país, en medio de la más sangrienta dictadura militar.
Viernes, 01 de junio de 2018 23:41

No era un partido más, ni tampoco un Mundial más. Es que aquel triunfo de la Selección argentina dirigida por César Luis Menotti por 2 a 1 sobre su par de Hungría, el 2 de junio de 1978, abriría la puerta, en medio de una coyuntura sociopolítica complicada, para que finalmente nuestro país levantara por primera vez en la historia la Copa del Mundo, algo que se repetiría ocho años más tarde en tierras aztecas.
Uno de los artífices de ese gran comienzo fue Leopoldo Jacinto Luque, el delantero que había jugado a comienzos de esa década en Central Norte, como lo rememoraba El Tribuno en su edición de ayer.
Cabe recordar que aquella tarde fría Argentina caía frente a los húngaros en su propia casa, con gol del mediocampista Karoly Csapo, a 10 minutos de comenzar el partido en el estadio Monumental, de Núñez.
Pero la reacción de Luque, 5 minutos después y de Daniel Bertoni, a solo 7 minutos del final del partido, abriría un camino lleno de ilusión para un pueblo que se enfrentaba a una gran pantalla para maquillar el terror de la última dictadura militar en nuestro país.
La XI Copa Mundial de Fútbol se desarrolló en la Argentina entre el 1 y el 25 de junio de 1978 y participaron 16 equipos.
Argentina formaba con Fillol, Galván, Olguín, Pasarella, Tarantina, Ardiles, Gallego, el “Loco” Houseman, Valencia, Kempes y Luque.
Entre los suplentes se encontraban Alonso, Bertoni, Baley, La Volpe, Galván, Killer, Pagnanini, Larrosa, Oviedo, Villa y Ortiz. ¡Qué equipo!
Desde allí la Argentina debió sortear 7 partidos más para llegar a la final, con 5 triunfos (con el polémico 6 a 0 a Perú), un empate y una derrota frente a Italia, para finalmente levantar la copa tras ganarle la final a Holanda por 3 a 1.
Pero la euforia mundialista, que llegó a estar presente por 25 días en un país netamente futbolero, se diluyó con el correr de los días y la cruda realidad volvió a sentirse.
La sangrienta dictadura dejaría un país destrozado, económica y socialmente. Una herida difícil de cerrar con la desaparición de unas 30.000 personas, el equivalente a un estadio colmado como el de Belgrano de Córdoba o Gimnasia de Jujuy.
Y esa sangre, escrita por el dictador Jorge Rafael Videla junto a un equipo de asesinos, quedaría fluyendo hasta el 7 mayo de 2013, cuando a los 87 años y recluido en el penal de Marcos Paz, este nefasto personaje de la historia negra de la Argentina dejaba de respirar para siempre. 
Fue el hombre, o bestia, que manchó con sangre la pelota mientras manipulaba al deporte más lindo del mundo.
Nunca más.

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No era un partido más, ni tampoco un Mundial más. Es que aquel triunfo de la Selección argentina dirigida por César Luis Menotti por 2 a 1 sobre su par de Hungría, el 2 de junio de 1978, abriría la puerta, en medio de una coyuntura sociopolítica complicada, para que finalmente nuestro país levantara por primera vez en la historia la Copa del Mundo, algo que se repetiría ocho años más tarde en tierras aztecas.
Uno de los artífices de ese gran comienzo fue Leopoldo Jacinto Luque, el delantero que había jugado a comienzos de esa década en Central Norte, como lo rememoraba El Tribuno en su edición de ayer.
Cabe recordar que aquella tarde fría Argentina caía frente a los húngaros en su propia casa, con gol del mediocampista Karoly Csapo, a 10 minutos de comenzar el partido en el estadio Monumental, de Núñez.
Pero la reacción de Luque, 5 minutos después y de Daniel Bertoni, a solo 7 minutos del final del partido, abriría un camino lleno de ilusión para un pueblo que se enfrentaba a una gran pantalla para maquillar el terror de la última dictadura militar en nuestro país.
La XI Copa Mundial de Fútbol se desarrolló en la Argentina entre el 1 y el 25 de junio de 1978 y participaron 16 equipos.
Argentina formaba con Fillol, Galván, Olguín, Pasarella, Tarantina, Ardiles, Gallego, el “Loco” Houseman, Valencia, Kempes y Luque.
Entre los suplentes se encontraban Alonso, Bertoni, Baley, La Volpe, Galván, Killer, Pagnanini, Larrosa, Oviedo, Villa y Ortiz. ¡Qué equipo!
Desde allí la Argentina debió sortear 7 partidos más para llegar a la final, con 5 triunfos (con el polémico 6 a 0 a Perú), un empate y una derrota frente a Italia, para finalmente levantar la copa tras ganarle la final a Holanda por 3 a 1.
Pero la euforia mundialista, que llegó a estar presente por 25 días en un país netamente futbolero, se diluyó con el correr de los días y la cruda realidad volvió a sentirse.
La sangrienta dictadura dejaría un país destrozado, económica y socialmente. Una herida difícil de cerrar con la desaparición de unas 30.000 personas, el equivalente a un estadio colmado como el de Belgrano de Córdoba o Gimnasia de Jujuy.
Y esa sangre, escrita por el dictador Jorge Rafael Videla junto a un equipo de asesinos, quedaría fluyendo hasta el 7 mayo de 2013, cuando a los 87 años y recluido en el penal de Marcos Paz, este nefasto personaje de la historia negra de la Argentina dejaba de respirar para siempre. 
Fue el hombre, o bestia, que manchó con sangre la pelota mientras manipulaba al deporte más lindo del mundo.
Nunca más.

 

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