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Un cumpleaños para olvidar el hambre en el barrio Floresta

La dueña del comedor El Buen Samaritano organiza un agasajo para los niños que asisten al lugar, al que cada vez llegan más personas y, por la suba de costos, la comida no alcanza para todos los días.
Sabado, 07 de julio de 2018 00:00

A Norma Serrano le desgarra el alma no poder abrir su comedor comunitario los jueves y viernes. Pero no le queda otra. "No me alcanza la comida para abrirlo toda la semana", se lamentó en diálogo con El Tribuno la mujer de 52 años, quien encontró una forma de paliar desgracias personales dando todo lo que tiene a su alcance para ayudar al prójimo.

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A Norma Serrano le desgarra el alma no poder abrir su comedor comunitario los jueves y viernes. Pero no le queda otra. "No me alcanza la comida para abrirlo toda la semana", se lamentó en diálogo con El Tribuno la mujer de 52 años, quien encontró una forma de paliar desgracias personales dando todo lo que tiene a su alcance para ayudar al prójimo.

Hace seis años, empezó a brindar comida a niños y niñas del barrio Floresta como podía y a su iniciativa se fueron sumando manos solidarias, donaciones y cada vez más bocas para alimentar. Y nunca paró. Quizás por eso eligió la parábola bíblica del buen samaritano como nombre de su emprendimiento en la zona este de la capital salteña.

Este año comenzó con unos 80 pequeños que asistían a almorzar de lunes a viernes a su comedor, pero apenas se iniciaron las clases, en marzo, se sumaron otros y ahora llegan a 120 los que buscan su plato de comida en el lugar. Una cifra histórica para el pequeño comedor.

Sobrepasada por la cantidad de comensales y la suba de costos de los insumos para cocinar, Norma se vio obligada a restringir dos días la atención en el comedor. Aún así, hace todo lo posible para que los niños tengan el mejor almuerzo.

"A las chicas que colaboran siempre les digo que hagan la comida con amor y la sirvan de igual manera, porque en un tiempo tuve que ir a comedores con mis hijos y no me gustaba que me tiraran de mala manera el plato en la mesa", contó Norma.

Se las arregla para que los chicos no solo vuelvan con las panzas llenas a sus casas sino también con el corazón contento. Dos veces al año organiza fiestas de cumpleaños en El Buen Samaritano para los niños que cumplen en cada semestre.

El primero de esos festejos de 2018 será el próximo sábado (21 de julio). Para la ocasión, Norma empezó a convocar ayuda y donaciones para hacerles una gran fiesta a los chicos, como lo fue la de diciembre pasado, cuando todos los cumpleañeros tuvieron una torta (fueron unos 40) y varios regalitos.

Quienes quieran colaborar para el agasajo pueden llamar a Norma al 0387- 154126177 o contactarla a través de la página de Facebook "Comedor El Buen Samaritano", donde se puede ver las actividades que se realizan en el lugar. Todo es bien recibido: mercadería, ropa, calzados y juguetes.

Dar siempre más

Desde el principio, el comedor tiene la asistencia de la agrupación Barrios de Pie, que aporta todos los meses bolsones con alimentos no perecederos. La Cooperadora Asistencial de Capital también colabora con insumos. Pero la ayuda no alcanza para dar de comer a 120 chicos todos los días, como se contó.

Colaboran, además, empresarios del Parque Industrial, a los que Norma les llevó una prolija carpeta con la actividad que realiza, personal de la Ciudad Judicial y vecinos que se acercan por una u otra manera al comedor e inmediatamente tratan de ayudar.

Así les ocurrió, para dar un ejemplo, a los integrantes del movimiento futbolero Ángel Labruna, quienes organizaron varias actividades para juntar donaciones. Una de ellas fue cuando exhibieron unos trofeos de River Plate y quienes querían verla tenían que llevar un alimento no perecedero. "Esa vez me llenaron una pieza con mercaderías", recordó Norma, quien a todos agradece y también les aclara que en su comedor "no se hace política".

Ella aporta hasta lo que no tiene para los niños de Floresta. El año pasado le otorgaron una pensión y con eso, más deudas, logró construir un pequeño tinglado cerrado al frente de su casa donde funciona el comedor, en la calle Abel Gómez Rincón 1793.

Antes les daba viandas a los chicos a una cuadra de su vivienda, al aire libre, en un terreno de su hermana acondicionado con tarimas de madera. En esos tiempos cocinaba a leña y ahora, gracias a su pensión, cuenta con un anafe que funciona a gas envasado, aunque gasta casi 900 pesos por mes en garrafas.

 

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