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El primer diario nacional

Domingo, 12 de agosto de 2018 00:00

Hacia mediados del siglo XVIII, la ciudad de Buenos Aires, ubicada en una zona marginal de la América del Sur y alejada de la Metrópoli, como también de la capital del Virreinato en el Perú, carecía, entre muchas cosas de imprenta.

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Hacia mediados del siglo XVIII, la ciudad de Buenos Aires, ubicada en una zona marginal de la América del Sur y alejada de la Metrópoli, como también de la capital del Virreinato en el Perú, carecía, entre muchas cosas de imprenta.

Las noticias de allende la mar, llegaban con retraso y en la pequeña ciudad puesta al amparo de Santa María, habían pobladores ansiosos por conocer los sucesos de Europa en general, los de España y América en particular.

Con el transcurso de los años y el crecimiento de la población, fue necesario contar con un folleto de papel que informara con cierta regularidad sobre los sucesos locales y extranjeros.

Por efecto de las reformas de Carlos III, se creó el Virreinato del Río de la Plata en 1776, suceso que signó el crecimiento comercial sostenido en la ciudad de Buenos Aires. En 1780, se instaló la imprenta que los jesuitas tenían en la ciudad de Córdoba. Esto permitió dar a luz las primeras hojas de noticias en volantes, paso previo a la aparición de una edición regular. Hubo un proyecto frustrado del conde de Liniers para efectuar una edición impresa.

Cabello y Mesa

El extremeño Francisco Cabello y Mesa realizó estudios de filosofía y leyes en las universidades de Toledo y Salamanca. A los veintidós años escribió sin pudor unas líneas al "Correo de los ciegos de Madrid" con la intención de intervenir en una polémica sobre la vanidad y el orgullo de la nobleza. En 1787, en el taller de José Otero publicó la traducción de "Las aventuras de Telémaco" de Francois Fenelon. Colaboró durante quince meses en el "Diario curioso, erudito, económico y comercial" de Madrid. En 1789 se embarcó al Virreinato del Perú, ciudad en la que se graduó en los dos derechos (civil y canónico) en la Universidad de San Marcos, y publicó el "Diario de Lima, curioso, erudito, económico y comercial", primer impreso cotidiano de la ciudad. Se alejó del Diario de Lima para dedicarse a la actividad minera y militar. Más tarde, aceptó el cargo de comisario o alcalde del arrabal de San Lázaro de Lima. Posteriormente solicitó autorización para viajar a España, la partida era vía Buenos Aires. En septiembre de 1797 arribó a Buenos Aires donde al poco tiempo, mudó de parecer y decidió utilizar su experiencia periodística en Buenos Aires. Así, emprendió una nueva aventura impresa, que enervó las pasiones de sus lectores.

Telégrafo Mercantil

El 26 de octubre de 1800, Francisco Cabello y Mesa solicitó al virrey Gabriel Miguel de Avilés y del Fierro, que ya conocía las aventuras impresas del extremeño, la autorización para llevar adelante la publicación del primer periódico porteño, que era necesario en una de las ciudades más mercantiles del nuevo mundo. Fundamentaba el peticionante que habría de "dar una idea del comercio de este virreinato, para luego indagar en la historia y topografía de estas provincias". Para que la lectura fuera más útil y agradable, el editor prometía que no habría "ciencia, arte y mecanismo de que no se hable en mi periódico". En una ciudad que crecía comercialmente, Cabello prometió que rescataría noticias del comercio y la historia criolla en castellano, y que reservaría espacio en el impreso para el lucimiento de los eruditos locales.

La autorización del regente de la Audiencia Pretorial de Buenos Aires, Benito de la Mata Linares, imponía que se informase al público por medio de un prospecto de los temas a tratar y que se guardase en el impreso una "correcta moderación, que se evitase toda sátira, así como no abusar de los conceptos, meditar bien los editoriales, para combinar la religión, política, instrucción, y principios, a efecto que no sea fosfórica la utilidad del proyecto, sujetándolo a una censura fina y meditada". El Telégrafo Mercantil , Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Platafue impreso en la Real Imprenta de Niños Expósitos, marcó el nacimiento del periodismo argentino. Se editaba los miércoles y sábados y luego apareció los domingos. Contaba con ocho páginas. En él escribieron Gregorio Funes, Domingo de Azcuénaga, Cosme Argerich, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, José M. Lavardén, Julián de Leiva, Luis José Chorroarin, entre otros. Estos prestigiosos y notables personajes de la historia nacional se constituyeron en los primeros columnistas de opinión. La aparición de este impreso, señala una época de progreso y despertó la curiosidad por la lectura y la ambición natural de producir para la prensa, hecho que dio un impulso visible a los espíritus y las ideas. Este primer periódico se posicionó como el instrumento necesario para extirpar la ignorancia y las prácticas de los tiempos idos. Aspiró a mudar las costumbres de sus lectores a través de la crítica que se plasmó a través de distintos géneros discursivos.

Los suscriptores

Cabello y Mesa, a poco de empezar con este emprendimiento, en noviembre de 1800, despachó por correo a distintos oidores, intendentes de ciudades como Potosí, Cochabamba, Montevideo, Salta, Córdoba, Paraguay y obispos del Virreinato con el objeto de convencerlos de suscribirse al Telégrafo. El 1§ de abril de 1801 se publicó el primer ejemplar del periódico que tuvo 110 números ordinarios hasta el 17 de octubre de 1802, junto con dos suplementos y trece números extraordinarios. El editor del Telégrafo, reunió un interesante número de suscriptores. Aparecer en esta lista era honroso y signo de promoción social, por lo que se contaba con especial cuidado en la confección del orden estamental en que se daban a publicidad.

En el año de 1801, el periódico tenía 162 residentes en Buenos Aires y 75 fuera de la Capital. Sin embargo, muchos de estos, se suscriben por 2 y hasta cuatro ejemplares.

El Consulado, tenía una suscripción por 20 ejemplares. Un suscriptor de excepción es el Hospital de la Caridad de Montevideo.

Buenos Aires, ciudad-puerto, registra un alto número de suscriptores en el sector mercantil, ávidos seguramente de informaciones que le permitiesen mejorar su giro. 

La mayoría eran españoles peninsulares, cuyo tráfico abarcaba los puertos habilitados, como las ciudades del interior del Virreinato del Río de la Plata.

Otros suscriptores fueron funcionarios virreinales, abogados, militares y clérigos. Cabe consignar que los suscriptores, conformaban un entramado de lazos familiares, de lo que deducimos que su contenido fuera tema de discusión en algunas tertulias. El impreso llegaba a las intendencias de Asunción del Paraguay, Córdoba del Tucumán, Cochabamba, Charcas, Potosí, la Paz, Chiquitos, Misiones, Montevideo, Salta del Tucumán, la Capitanía General de Chile y el Virreinato del Perú.

En Salta del Tucumán

La Gobernación Intendencia de Salta del Tucumán se había erigido como centro militar, comercial y cultural de la región, asiento del gobernador y de las autoridades civiles. Una de las mayores fuentes de riqueza era la cría y engorde de mulas. Además de este tráfico ganadero, hubo también un activo comercio, basado en la importación de productos desde España, sumado a los productos de la tierra, lo que confirió a la gobernación un comercio dinámico y base de sólidas fortunas.

No es extraño que hubiese vecinos interesados en la lectura del novel e interesante periódico.

Entre los lectores del Telégrafo Mercantil radicados en nuestra ciudad y suscriptos, encontramos a Antonio Aguela, vecino de prestigio en Salta y de profesión comerciante. Hubo dos gobernadores lectores, Rafael de la Luz, funcionario de la corona y gobernador intendente de Salta del Tucumán, en 1802 revistaba como coronel de los Reales Ejércitos. Otro gobernador fue Nicolás Severo de Isasmendi, nacido en la hacienda de San Pedro Nolasco de los Molinos, encomendero en el Valle Calchaquí, miliciano y comandante del regimiento de milicias regladas de Salta. Fue el último gobernador realista hasta la organización de la Junta de gobierno en 1810.

Suscribió al Telégrafo Mercantil Don Gabriel de Güemes Montero Bárcena, nacido en Santander.

Por sus buenos servicios en la Tesorería General de Madrid fue designado primero a Jujuy y más tarde, al crearse la Intendencia de Salta del Tucumán pasó a desempeñarse desde 1784, como Ministro Tesorero de la Real Hacienda con asiento en Salta. De su matrimonio con Magdalena Goyechea y la Corte, nació Martín Miguel de Güemes, el esclarecido prócer nacional.

Cipriano González de Lamadrid, de oficio cabildante, se desempeñó como regidor alguacil mayor en el cabildo de Orán. Otros funcionarios lectores de la Gaceta Mercantil, era Juan Antonio Moro, quien se desempeñó como escribano de Gobierno, Guerra y Real Hacienda. Suscribió al Telégrafo José de Medeiros, abogado recibido ante las Audiencias de la Plata y Buenos Aires, que fue funcionario teniente asesor letrado del gobernador intendente de Salta del Tucumán.
Juan Nadal y Guarda, natural de Cataluña, se dedicó en Salta a actividades comerciales, simultáneamente, ingresó a la milicia.

Cabe mencionar a Mateo Sarabia y Jauregui, bachiller en leyes por la Real Universidad de San Xavier de Chuquisaca. En 1789 ingresó en la Academia Carolina de practicantes juristas.

La clausura

Motivos de razones económicas signaron el cierre del periódico. Aparentemente sus lectores olvidaban el pago de la suscripción, o se escondían del cobrador del periódico. Fueron insistentes los pedidos de apoyo a las autoridades reales.

Los problemas de financiamiento del periódico fueron expuestos por Cabello y Mesa, señalando las bondades que proporcionaban la lectura de sus páginas.

Pero también había destacado que el buen gusto de los porteños no estaba a la par de las ciudades más civilizadas de América.

El saber escriturario transmitido por el periódico se creyó, borraría en los porteños la huella que manchaba su civilidad. Cabello y Mesa creyó cumplir con su misión pedagógica para que el joven virreinato se hallase a la altura de las ciudades emblemáticas del Nuevo Mundo.

Tal vez fue esa postura poco amable con su público, que, al llevarla a la prensa, le ganó no pocos enemigos y se le cancelaron los beneficios de las licencias de impresión.

Se clausuraba así la primera intención de conmover los espíritus, incorporando la crítica como metodología para sacudir las estructuras dieciochescas e integrar a las ciudades del Plata, que añoraban integrar el concierto de las urbes civilizadas de Europa.

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