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14 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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El mejor amigo lo entregó sin piedad

El amor de un perro hacia su amo es proporcional al trato recibido.
Domingo, 26 de agosto de 2018 00:00

Que el perro es el mejor amigo del hombre, nadie lo duda. Quien diga lo contrario seguramente recibirá una condena social, porque en este mundo tan egoísta él siempre mantiene las acciones en alza y goza de impunidad, aunque le muerda los garrones a su amo. Pero, como en todas las cosas, siempre hay un “pero”. Hay alguien que ya no piensa que la fidelidad del perro tiene la pureza y la fuerza de la verdad que todos le atribuimos. 
Miguelito (alias Gauchito), un conocido escruchante de barrio Autódrono, cayó preso de manera impensada luego de haber irrumpido en una casa junto a “Mancha”, un “caschi” al que había convertido en cómplice necesario de su accionar delictivo. El perro ponía a prueba su bravura frente a otros animales de su especie, y sobre todo a la hora de facilitar la fuga de su amo cuando lo sorprendían con la mano en la masa. Sin embargo, la conducta solidaria del guardián no se compadecía con el insensible proceder de “Gauchito”, quien lo explotaba de la peor manera. Para aventar los perros de las casas que reventaba el ladrón lo entregaba como carnada para cometer sus fechorías sin ser interrumpido. El pobre animalito se defendía como podía, pero en la mayoría de los casos terminaba desgarrado por las mordeduras de sus contrincantes. A “Gauchito” poco le interesaba someter a su can a semejante sacrificio con tal de satisfacer su voracidad por lo ajeno. Cuando se recuperaba de las heridas “Mancha” volvía a exponer el pellejo. Y así lo hizo muchas veces hasta que un día, no se sabe si por obra de su patrono San Roque o por la “justicia divina”, “Mancha” se encargó de poner fin a las andanzas del maleante. 
Con el mismo “modus operandi”, el audaz “Gauchito” irrumpió en una casa ubicada a unas diez cuadras de la suya. Ese día su mascota la sacó barata porque los guardianes eran dos salchichas a los que puso fuera de combate en el primer round. Pero al que se le complicaron las cosas fue al “Gauchito” cuando escuchó ruidos que le anunciaron el regreso de los dueños de casa. Con las urgencias del caso, se trepó por la tapia y saltó a un terreno baldío dejando abandonado a “Mancha”. 
Los moradores advirtieron el robo porque la ventana estaba rota y porque faltaban joyas y dinero del ropero. Llamaron de inmediato al 911 y cuando los investigadores llegaron recién comprobaron que había un perro extraño. A uno de los policías se le prendió la lamparita y pensó que, quizá, el animal podría ser del ladrón. Atando cabos, recordó que días antes un vecino había denunciado que sorprendió a un delincuente en su vivienda y cuando lo quiso atrapar fue atacado por el perro que lo acompañaba. “Si lo veo, seguro que lo reconozco”, aseguró el damnificado respecto al perro. Y agregó: “También reconocería al delincuente, quien tiene una cicatriz en la cara”. Fue así que ubicaron al hombre, quien apenas vio al animal dijo: “Sí, es este”.
Los policías soltaron al can y lo siguieron hasta que entró a una casita. Rasguñó la puerta varias veces hasta que alguien abrió. Era el muchacho de la cicatriz que describió el vecino. “Mancha” y su amo se emocionaron por el feliz reencuentro. Pero a “Gauchito” la alegría le duró poco, porque en plena celebración aparecieron los policías para detenerlo. “Mancha” no hizo nada por defenderlo, como lo hacía siempre. Por el contrario, movió cola en señal de agradecimiento al ver que su explotador era introducido en la     “chancha”. 

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Que el perro es el mejor amigo del hombre, nadie lo duda. Quien diga lo contrario seguramente recibirá una condena social, porque en este mundo tan egoísta él siempre mantiene las acciones en alza y goza de impunidad, aunque le muerda los garrones a su amo. Pero, como en todas las cosas, siempre hay un “pero”. Hay alguien que ya no piensa que la fidelidad del perro tiene la pureza y la fuerza de la verdad que todos le atribuimos. 
Miguelito (alias Gauchito), un conocido escruchante de barrio Autódrono, cayó preso de manera impensada luego de haber irrumpido en una casa junto a “Mancha”, un “caschi” al que había convertido en cómplice necesario de su accionar delictivo. El perro ponía a prueba su bravura frente a otros animales de su especie, y sobre todo a la hora de facilitar la fuga de su amo cuando lo sorprendían con la mano en la masa. Sin embargo, la conducta solidaria del guardián no se compadecía con el insensible proceder de “Gauchito”, quien lo explotaba de la peor manera. Para aventar los perros de las casas que reventaba el ladrón lo entregaba como carnada para cometer sus fechorías sin ser interrumpido. El pobre animalito se defendía como podía, pero en la mayoría de los casos terminaba desgarrado por las mordeduras de sus contrincantes. A “Gauchito” poco le interesaba someter a su can a semejante sacrificio con tal de satisfacer su voracidad por lo ajeno. Cuando se recuperaba de las heridas “Mancha” volvía a exponer el pellejo. Y así lo hizo muchas veces hasta que un día, no se sabe si por obra de su patrono San Roque o por la “justicia divina”, “Mancha” se encargó de poner fin a las andanzas del maleante. 
Con el mismo “modus operandi”, el audaz “Gauchito” irrumpió en una casa ubicada a unas diez cuadras de la suya. Ese día su mascota la sacó barata porque los guardianes eran dos salchichas a los que puso fuera de combate en el primer round. Pero al que se le complicaron las cosas fue al “Gauchito” cuando escuchó ruidos que le anunciaron el regreso de los dueños de casa. Con las urgencias del caso, se trepó por la tapia y saltó a un terreno baldío dejando abandonado a “Mancha”. 
Los moradores advirtieron el robo porque la ventana estaba rota y porque faltaban joyas y dinero del ropero. Llamaron de inmediato al 911 y cuando los investigadores llegaron recién comprobaron que había un perro extraño. A uno de los policías se le prendió la lamparita y pensó que, quizá, el animal podría ser del ladrón. Atando cabos, recordó que días antes un vecino había denunciado que sorprendió a un delincuente en su vivienda y cuando lo quiso atrapar fue atacado por el perro que lo acompañaba. “Si lo veo, seguro que lo reconozco”, aseguró el damnificado respecto al perro. Y agregó: “También reconocería al delincuente, quien tiene una cicatriz en la cara”. Fue así que ubicaron al hombre, quien apenas vio al animal dijo: “Sí, es este”.
Los policías soltaron al can y lo siguieron hasta que entró a una casita. Rasguñó la puerta varias veces hasta que alguien abrió. Era el muchacho de la cicatriz que describió el vecino. “Mancha” y su amo se emocionaron por el feliz reencuentro. Pero a “Gauchito” la alegría le duró poco, porque en plena celebración aparecieron los policías para detenerlo. “Mancha” no hizo nada por defenderlo, como lo hacía siempre. Por el contrario, movió cola en señal de agradecimiento al ver que su explotador era introducido en la     “chancha”. 

Al degüello

Un policía que participó del insólito hecho policial manifestó que “Gauchito” no estaba tan molesto con ellos por haberlo detenido, sino porque el perrito lo entregó de la manera menos pensada. 
Dijo que cuando el maleante observó la conducta pasiva de “Mancha” le hizo una “degollante” amenaza. 
 

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