¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

16°
26 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

El bailarín Máximo Aparicio emprende vuelo hacia la Escola do Teatro Bolshoi de Brasil

Gracias a una beca que ganó, se incorporará como alumno regular en 2019. Ya hay dos salteñas en la Escola: Julia Matioli y Martina Rodríguez Lara.
Domingo, 05 de agosto de 2018 12:34

Otro salteño, Máximo Gerónimo Aparicio (13), seguirá la senda iniciada por Julia Matioli (10) en 2016 y Martina Rodríguez Lara (15) en 2017 e ingresará como alumnos regular y becado a la Escola Teatro Bolshoi de Brasil. Hace 11 años Ignacio Sebastián Aparicio (20) les pidió a sus padres, Ana Laura Villarreal (43) y Claudio Alberto Aparicio (43), que lo dejaran asistir a clases de danzas urbanas. Obtuvo el consentimiento con la condición de que llevara a su hermano menor, entonces de 2 años, porque no tenían quién lo cuidara. En el gimnasio los veían llegar tres veces a la semana. El de 9 tomaba clases espiando de a rato lo que el de 2 hacía en su coche, rodeado de juguetes y con la mamadera en mano. 
Máximo dejaba su rodado e intentaba imitar los movimientos de los otros niños... A los 4 años ya bailaba rumba, salsa y mambo, aprendidos en otras clases que empezó a tomar. A los 7 años Andrea Montero le otorgó una beca completa para formarse en danzas clásicas. Actualmente cursa en el Estudio de Danzas Alexander Ananiev con la profesora Melisa Damato. Allí se forma con el método Vaganova, la base del aprendizaje de los bailarines que integran la prestigiosa compañía del Teatro Bolshoi de Moscú (Rusia). Estas maestras lo impulsaron a ingresar tempranamente en el circuito de las audiciones, donde se dirime quiénes recibirán las mejores oportunidades para convertirse en rutilantes figuras del firmamento de la danza.
Así, a los 10 Máximo audicionó para ingresar en la Escuela de Ballet de la Provincia de Salta y entró a los 11. A los 12 hizo un intento fallido en Cuiabá (Mato Grosso) para continuar sus estudios en la Escola Teatro Bolshói de Brasil. En diciembre pasado se le abrieron los portales de un recinto soñado para los bailarines clásicos: el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón (ISATC). Allí pasó por pruebas eliminatorias. La primera etapa involucró una evaluación física en la que, junto con otros candidatos, fue examinado por profesionales para determinar si tenía condiciones anatómicas para ser bailarín. En la segunda etapa participó de una clase en la que maestros lo observaban mientras otro le impartía ejercicios. 
En una tercera etapa -no eliminatoria- rindió francés y música. Quedó elegido para tercer año junto con Felipe Zapiola (16), quien entró en quinto año y -al no ir Máximo- se transformó en el primer alumno regular salteño en el ISATC. 
Máximo volvió con un sabor amargo de Buenos Aires por tener que renunciar a su gran oportunidad exclusivamente por sus condiciones económicas. Sin embargo, tuvo su revancha el 23 de julio, cuando se sintió preparado para volver adonde ya había fracasado antes. Otra audición en Brasil, pero en esta ocasión pudo aquilatar el salto de calidad logrado por la formación en el método Vaganova y pasó con un excelente promedio. 
La chance de ingresar en la Escola es única, porque recibirá enseñanza, uniforme, transporte, asistencia médica y alimentos gratis. En febrero de 2019 Máximo y su hermano Ignacio, quien oficiará como su tutor, se instalarán en Joinville (Santa Catarina). Ignacio buscará entrar en la universidad pública allá para continuar con su carrera de Ingeniería Industrial, que cursaba en la Universidad Nacional de Salta. 
Máximo dejará el Seminario Metropolitano de Salta San Buenaventura. En Brasil cumplirá de lunes a viernes una rutina prusiana. De 8 a 22 estará en la Escola. De 8 a 13, con un breve receso para lunch en clases de ballet. Después del almuerzo y de 14 a 18 cursará el secundario y de 19 a 22 práctica de ballet. “La danza es una exigencia personal, más que de un profesor. Ellos mismos me hicieron entender que cuando llegan a su límite de lo que podían enseñarnos, hay que decirles: ‘Gracias por lo que me diste’ y pasar a otros niveles de exigencia”, reflexiona Máximo.
Con la mente moldeada como un profesional, así como tiene la madurez para ver en sus maestros un territorio de paso, también muestra templanza para gestionar sus emociones. “No todos los días serán óptimos, no siempre nos sentiremos los mejores del mundo. Habrá días en los que no habrás hecho todo bien, pero tenés que dejar de pensar en eso y encontrar otras metas. Cada semana me pongo una pequeña meta y cumplirlas a cada una nos hace llegar lejos. Antes de llegar al Colón cumplí varias metas chicas. Cuando veo un profesional que admiro digo: ‘¿Por qué no puedo llegar a eso?”, dice Máximo. 
“El pájaro rompe el cascarón. El cascarón es el mundo. Quien quiera nacer tiene que destruir un mundo”. De esta sustancia descrita por Hermann Hesse en “Demian” (1919) están hechas las oportunidades. Y Máximo acaba de tomar la primera.
 

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Otro salteño, Máximo Gerónimo Aparicio (13), seguirá la senda iniciada por Julia Matioli (10) en 2016 y Martina Rodríguez Lara (15) en 2017 e ingresará como alumnos regular y becado a la Escola Teatro Bolshoi de Brasil. Hace 11 años Ignacio Sebastián Aparicio (20) les pidió a sus padres, Ana Laura Villarreal (43) y Claudio Alberto Aparicio (43), que lo dejaran asistir a clases de danzas urbanas. Obtuvo el consentimiento con la condición de que llevara a su hermano menor, entonces de 2 años, porque no tenían quién lo cuidara. En el gimnasio los veían llegar tres veces a la semana. El de 9 tomaba clases espiando de a rato lo que el de 2 hacía en su coche, rodeado de juguetes y con la mamadera en mano. 
Máximo dejaba su rodado e intentaba imitar los movimientos de los otros niños... A los 4 años ya bailaba rumba, salsa y mambo, aprendidos en otras clases que empezó a tomar. A los 7 años Andrea Montero le otorgó una beca completa para formarse en danzas clásicas. Actualmente cursa en el Estudio de Danzas Alexander Ananiev con la profesora Melisa Damato. Allí se forma con el método Vaganova, la base del aprendizaje de los bailarines que integran la prestigiosa compañía del Teatro Bolshoi de Moscú (Rusia). Estas maestras lo impulsaron a ingresar tempranamente en el circuito de las audiciones, donde se dirime quiénes recibirán las mejores oportunidades para convertirse en rutilantes figuras del firmamento de la danza.
Así, a los 10 Máximo audicionó para ingresar en la Escuela de Ballet de la Provincia de Salta y entró a los 11. A los 12 hizo un intento fallido en Cuiabá (Mato Grosso) para continuar sus estudios en la Escola Teatro Bolshói de Brasil. En diciembre pasado se le abrieron los portales de un recinto soñado para los bailarines clásicos: el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón (ISATC). Allí pasó por pruebas eliminatorias. La primera etapa involucró una evaluación física en la que, junto con otros candidatos, fue examinado por profesionales para determinar si tenía condiciones anatómicas para ser bailarín. En la segunda etapa participó de una clase en la que maestros lo observaban mientras otro le impartía ejercicios. 
En una tercera etapa -no eliminatoria- rindió francés y música. Quedó elegido para tercer año junto con Felipe Zapiola (16), quien entró en quinto año y -al no ir Máximo- se transformó en el primer alumno regular salteño en el ISATC. 
Máximo volvió con un sabor amargo de Buenos Aires por tener que renunciar a su gran oportunidad exclusivamente por sus condiciones económicas. Sin embargo, tuvo su revancha el 23 de julio, cuando se sintió preparado para volver adonde ya había fracasado antes. Otra audición en Brasil, pero en esta ocasión pudo aquilatar el salto de calidad logrado por la formación en el método Vaganova y pasó con un excelente promedio. 
La chance de ingresar en la Escola es única, porque recibirá enseñanza, uniforme, transporte, asistencia médica y alimentos gratis. En febrero de 2019 Máximo y su hermano Ignacio, quien oficiará como su tutor, se instalarán en Joinville (Santa Catarina). Ignacio buscará entrar en la universidad pública allá para continuar con su carrera de Ingeniería Industrial, que cursaba en la Universidad Nacional de Salta. 
Máximo dejará el Seminario Metropolitano de Salta San Buenaventura. En Brasil cumplirá de lunes a viernes una rutina prusiana. De 8 a 22 estará en la Escola. De 8 a 13, con un breve receso para lunch en clases de ballet. Después del almuerzo y de 14 a 18 cursará el secundario y de 19 a 22 práctica de ballet. “La danza es una exigencia personal, más que de un profesor. Ellos mismos me hicieron entender que cuando llegan a su límite de lo que podían enseñarnos, hay que decirles: ‘Gracias por lo que me diste’ y pasar a otros niveles de exigencia”, reflexiona Máximo.
Con la mente moldeada como un profesional, así como tiene la madurez para ver en sus maestros un territorio de paso, también muestra templanza para gestionar sus emociones. “No todos los días serán óptimos, no siempre nos sentiremos los mejores del mundo. Habrá días en los que no habrás hecho todo bien, pero tenés que dejar de pensar en eso y encontrar otras metas. Cada semana me pongo una pequeña meta y cumplirlas a cada una nos hace llegar lejos. Antes de llegar al Colón cumplí varias metas chicas. Cuando veo un profesional que admiro digo: ‘¿Por qué no puedo llegar a eso?”, dice Máximo. 
“El pájaro rompe el cascarón. El cascarón es el mundo. Quien quiera nacer tiene que destruir un mundo”. De esta sustancia descrita por Hermann Hesse en “Demian” (1919) están hechas las oportunidades. Y Máximo acaba de tomar la primera.
 

Temas de la nota

PUBLICIDAD