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¿Recuperarán el santo laissez-faire ?

La crisis que atraviesa nuestro país exhuma debates de fondo acerca de los caminos hacia una economía estable, equitativa y de pleno empleo. 
Domingo, 09 de septiembre de 2018 00:00

Los orígenes del laissez-faire: "Laissez-faire" significa "dejar hacer", y era la consigna de los primeros economistas que explicaban el nuevo orden económico surgido a partir de los grandes cambios introducidos por la revolución gloriosa de Inglaterra de 1688 que terminó de acotar el absolutismo monárquico y abrió el camino para las revoluciones de América del Norte y Francia, un siglo después.

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Los orígenes del laissez-faire: "Laissez-faire" significa "dejar hacer", y era la consigna de los primeros economistas que explicaban el nuevo orden económico surgido a partir de los grandes cambios introducidos por la revolución gloriosa de Inglaterra de 1688 que terminó de acotar el absolutismo monárquico y abrió el camino para las revoluciones de América del Norte y Francia, un siglo después.

El correlato económico de este nuevo escenario fue la Revolución Industrial que se desarrolló en Gran Bretaña desde mediados del Siglo XVIII, y este marco libertario era muy importante porque la abultada producción que hacía posible la aplicación del vapor a la flamante industria requería de un trabajo que se organizara libremente y decidiera, también voluntariamente, los niveles de consumo deseados, los que se transmitían a través de los precios a las empresas para indicarles cuánto y qué producir.

Al mismo tiempo, era necesario eliminar la maraña de reglamentaciones económicas que impedían el comercio, como los porteños de la etapa colonial conocían muy bien, y esta liberación de aranceles y regímenes diversos justamente "dejaba hacer" a la economía su cometido de organizar la producción y el uso de los recursos para su logro.

Sin embargo, los empresarios eran al mismo tiempo reluctantes a la capacidad de los trabajadores para organizarse y mejorar sus condiciones de trabajo al igual que sus salarios, porque esto entrañaba mayores costos para sus productos, aunque, paradójicamente, esta restricción de los salarios impedía que la producción fuera absorbida enteramente por el mercado y, consecuentemente, se hacía necesario buscar otros nuevos, cosa que la revolución del vapor, aplicada en este caso al transporte, hacía posible.

Guerras comerciales

África y Asia resultaron los mercados factibles para recibir la producción de las metrópolis, al mismo tiempo que las abastecían de las materias primas y otros recursos necesarios para el proceso productivo.

Sin embargo, la enorme expansión que el nuevo orden económico había conseguido creó un tipo de problema cuando se saturaron los nuevos mercados debido a que esta expansión se basaba también en la aparición de nuevas "metrópolis" en busca de las correspondientes colonias, ya comprometidas, y esta situación derivó en conflictos armados cuyo detonante más violento fue la Gran Guerra de 1914-1918, guerra cuyas consecuencias se proyectaron a la segunda gran conflagración de 1939-1945.

El "laissez-faire" y las crisis

A todo esto, internamente, el sistema de libre mercado sin intervenciones estatales, al mismo tiempo que llevaba progreso a las economías, operaba con una característica intrínseca que eran los procesos de auge y contracción.

Este avance cíclico se originaba en que, luego de una etapa de gran crecimiento que incluía la expansión de la capacidad instalada por las nuevas inversiones en gran parte financiadas con acciones de las empresas, sobrevenía una saturación de los mercados para aportar los mayores fondos que las empresas requerían, y consecuentemente la revalorización de acciones y otros activos financieros, se revertía, porque, ante el estancamiento en el valor de los activos financieros, los tenedores, en vez de seguir adquiriéndolos, se transformaban en vendedores, generando fuertes caídas en los precios, lo que desvinculaba el valor de los activos físicos con el de los papeles, provocando quebranto en las empresas y desempleo, y en ausencia de mecanismos correctivos que estaban descalificados por la concepción ideológica del laissez-faire, las crisis se tornaban recurrentes, a la vez que, una vez superadas, la magnitud absoluta de las nuevas crisis debida al crecimiento de las economías era naturalmente más impactante, alcanzando el pico de gravedad la gran crisis de 1929, que recién se superó del todo "gracias" a la II Guerra Mundial que absorbió, a través del obligado rearme, los recursos ociosos que esta crisis había liberado, particularmente, la mano de obra.

Keynes y las crisis

La teoría económica carecía de respuestas a las crisis, toda vez que esas respuestas necesariamente debían provenir de un deus ex machina, papel que sólo podía cumplir el estado, pero esto estaba prohibido por la propia naturaleza de la visión del laissez-faire.

Frente a esta carencia de la teoría para explicar y, especialmente, proporcionar soluciones a las crisis, la Unión Soviética totalitaria mostraba su economía colectivista de pleno empleo, y las experiencias fascistas de Italia y Alemania, principalmente, proponían otras soluciones que también generaban plena ocupación, siendo ambas experiencias vistas con simpatía por el enorme grupo de desocupados, quienes, explicablemente, no se sentían excesivamente seducidos por las amplias libertades de la economías de mercado, las cuales solamente se pueden ejercer en plenitud cuando las necesidades básicas de alimentación, vestido y vivienda han sido ya satisfechas.

John M. Keynes, un economista británico que vivió de cerca toda esta problemática, se sentía preocupado por la conculcación de libertades que las propuestas totalitarias por derecha e izquierda ofrecían, y advertía que las libertades que habían conquistado las democracias se veían amenazadas por el fuego cruzado de los embates externos del armamentismo alemán e italiano, junto al descontento interno por el prolongado desempleo y desdibujamiento de los niveles de vida que se le asociaban.

Frente a esto, Keynes diseñó un esquema teórico superador del que proponía el laissez-faire, esquema que, en términos de sus aplicaciones prácticas, básicamente proponía que si la producción es absorbida por las familias a través del consumo, y por las empresas por vía de la inversión, ante una crisis en que las familias temen consumir más porque podrían perder sus trabajo y las empresas no invierten porque no hay demanda, debía entonces aparecer el deus ex machina para, a través de una expansión del gasto público (obras públicas) generar demanda que estimulara a las empresas y familias a retomar la senda de expansión interrumpida, y por este mecanismo, generar el empleo que previamente se había perdido.

II Guerra Mundial y después

Como se decía, la II Guerra Mundial, al exigir a los gobiernos producir armamento en forma creciente, ocupó todos los trabajadores que estaban vacantes s y demostró, en la práctica, el acierto de Keynes con su explicación de las crisis y la forma de solucionarlas. Adicionalmente, Keynes, en representación del Reino Unido y en conjunción con los Estados Unidos, sentó las bases, meses antes de la finalización de la II Guerra, para la conformación de un nuevo orden que fuera superador de las crisis internas y externas que se asociaban con el funcionamiento de las economías de mercado. Sin embargo, pocos años después, y ya muerto Keynes, los defensores del laissez-faire atacaron de nuevo, tema del que se hablará en una próxima nota.
 

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