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Le dieron una yegua para que la cuide y la vendió dos veces

Frase: “La traición es en gran medida una cuestión de hábito”.
Domingo, 06 de enero de 2019 02:10

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"Infiel" o "infidelidad" es una palabra que tiene muchas acepciones y se la utiliza de acuerdo a lo que se quiera significar. Como quien dice "pega con todo", sobre todo para graficar cuestiones relacionadas con el culto, con el amor, con la política, etc. También fue acuñada fuertemente por los cronistas policiales para sentenciar el proceder de un empleado que le roba a su patrón o de una persona que se aprovecha de la confianza de un amigo para apoderarse de un bien o para entregarlo atado de pies y manos.

A mediados del año pasado, en Rosario de la Frontera, se descubrió un caso que por varios días se convirtió en la comidilla de los vecinos de esa población ubicado en el sur de la provincia de Salta. El protagonista del suceso fue Imanol, un joven de 18 años a quien una vecina que lo conocía desde niño le había confiado el cuidado de una yegua. Era una linda mestiza colorada, de muy buen porte y físico, mansa, dócil y que por su fino pelaje pintaba para dar buenas crías.

El muchacho aceptó encantado y la llevó a los campos de unos tíos. Conocía a la yeguita desde que era potranca y como él la había amansado, el animal estaba listo para que su dueña disfrutara de paseos y de acontecimientos campestres, como era su deseo. Para que se empeñara en el cuidado, la mujer le prometió a Imanol que le regalaría la primera cría que tuviera la "colo". Ni lerdo ni perezoso, el joven se aprovechó de la generosidad de la señora y en el primer celo la hizo cruzar con un semental del haras de un vecino. Como era un aficionado a las carreras cuadreras, pensó que en dos o tres años podría contar con un gran campeón para las convocantes pollas que se disputan los fines de semana en el sur provincial. Sin embargo, por sus apuros económicos, poco tiempo después el tarambana cambió de idea. Pasados unos meses, la mujer lo encontró en el pueblo y le pidió que le llevara la yegua, ya que se había anotado para participar del desfile de gauchos en las fiestas patronales y en la sortija.

Grande fue la sorpresa de la vecina cuando el "cuidador" le manifestó que el animal se había extraviado y que sospechaba que lo habían robado. Para tranquilizarla, Imanol prometió a la preocupada mujer que buscaría cielo y tierra a la yegua, y que en cuanto tuviera novedades se lo haría saber. Pero como esas novedades nunca llegaron y el joven no daba la cara y se mostraba cada vez más esquivo, la damnificada decidió realizar por sus propios medios las averiguaciones pertinentes. Así fue como tomó conocimiento que no solo había sido víctima de un vil engaño, sino que el infiel había estafado a dos campesinos. Cuando la Policía investigó el caso descubrió que Imanol había vendido la yegua a un criollo y que cobró un plus por el potrillo que iba a nacer. Días después el hombre se enteró que el equino era robado y puso en aprietos al muchacho. Le entregó la yegua y lo conminó a que en el plazo de una semana le devolviera el dinero. Apurado por la circunstancia, ante la amenaza del campesino de hacerle tronar el escarmiento, Imanol embaucó a otro vecino. Con el mismo ardid cobró el plus por la cria ya a punto de nacer. El animal fue localizado en la propiedad del segundo comprador. Estaba junto al hermoso potrillo que había parido ya. Con las pruebas acumuladas, la Fiscalía Penal de Rosario de la Frontera, ordenó la detención del audaz Ima nol".

Pesquisa de mujer

La historia del joven estafador no habría sido develada sin la intervención de la propietaria de la yegua, que vio en los ojos de su cuidador la maldad de la mentira.
A partir de allí, aunque parezca increíble, fue la mujer quien buscó afanosamente no a la yegua extraviada, supuestamente, sino la verdad de los hechos. Al final tuvo razón, y los hechos así lo demostraron. 
Cuando denunció al cuidador, la damnificada expuso que Martínez cuidaba una yegua de su propiedad, la cual desapareció y el joven le dijo que desconocía su paradero, que se había extraviado. La mujer inició una búsqueda y descubrió que la yegua había sido vendida y el primer comprador, al advertir que era un animal robado, deshizo la operación.

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