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Solidaridad y cariño para los chicos de El Chañaral

Empleados de una empresa de transporte urbano llegan al lugar para festejar el Día del Niño con los chicos de la comunidad wichi.
Martes, 29 de octubre de 2019 02:21

La solidaridad resulta siempre un acto humano en el que se suele confundir de sentido. Sí, equivocadamente se piensa que ser solidario es el acto simple de llevar la ayuda a quien lo necesita, sin esperar retribución alguna. Pero, a veces, emocionalmente el acto solidario se invierte en el sentido opuesto y los que llevan la ayuda terminan recibiendo más de lo que entregaron. Allí es cuando ocurren cosas maravillosas.

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La solidaridad resulta siempre un acto humano en el que se suele confundir de sentido. Sí, equivocadamente se piensa que ser solidario es el acto simple de llevar la ayuda a quien lo necesita, sin esperar retribución alguna. Pero, a veces, emocionalmente el acto solidario se invierte en el sentido opuesto y los que llevan la ayuda terminan recibiendo más de lo que entregaron. Allí es cuando ocurren cosas maravillosas.

Eso es lo que les pasa a un grupo de empleados de la empresa Alto Molino que desde hace varios años llegan hasta El Chañaral, en Rivadavia Banda Sur, para festejar el Día del Niño con los chicos de esa misión wichi. Allí, en medio del monte seco del Chaco salteño, unas 90 familias de la etnia viven según sus costumbres ancestrales, pero cercados por un mundo ajeno que los arrincona.

Hace más de 10 años Jorge Franco, empleado de la empresa de transporte, llegó al lugar en una vieja camioneta y al ver cómo era la vida en esa comunidad se comprometió a llevarles ayuda las veces que pudiera. Juntó otras voluntades en el trabajo y así emprendieron el compromiso de llevar un poco de diversión para los chicos cada vez que se festeje el Día del Niño.

Este año no faltaron a la cita y es así que llegaron a fines del mes pasado con la ayuda que pudieron recolectar. Alimentos no perecederos, golosinas, ropa y juguetes se contaron entre las donaciones.

"Somos un grupo de 5 personas, compañeros de trabajo. Empezamos con una camioneta vieja y después la empresa nos dio un colectivo para llevar la ayuda. Gracias a Dios tenemos suerte ya que siempre nos colaboran mucho en la empresa. Después, cada uno por su lado y con las familias juntamos todo lo que se pueda", contó Jorge.

El hombre guarda, al igual que sus compañeros solidarios, imágenes imborrables en su mente. "Las primeras veces que fuimos los chicos no sabían cómo tomar un juguito en caja. Agarraban la cajita, con el sorbete pegado al costado y lo miraban de todos lados y no sabían qué hacer. Tampoco sabían cómo comer un pancho. No sabían que eso era comida", recuerda emocionado.

Una de las últimas veces llevaron un pelotero y camas elásticas, pero los chicos tampoco sabían cómo usarlas. "Nos subimos y saltamos todo el día con ellos. Fue algo que jamás olvidaremos", aseguró.

 

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