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El ABC de Argentina, Bolivia y Chile

Viernes, 15 de noviembre de 2019 00:00

Aspectos en común. Argentina, Bolivia y Chile tienen, sin duda, muchas cosas en común: las guerras de la Independencia, las dificultades mayores o menores dentro y fuera de sus fronteras para organizarse, la posterior inflación, las desigualdades sociales, los golpes militares y un largo etcétera, todo lo cual, por supuesto, se comparte con toda América Latina.

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Aspectos en común. Argentina, Bolivia y Chile tienen, sin duda, muchas cosas en común: las guerras de la Independencia, las dificultades mayores o menores dentro y fuera de sus fronteras para organizarse, la posterior inflación, las desigualdades sociales, los golpes militares y un largo etcétera, todo lo cual, por supuesto, se comparte con toda América Latina.

Algunas diferencias. Sin embargo, la Argentina, a partir de la Organización Nacional, rápidamente les sacó ventaja, no solo a Bolivia y Chile, sino a toda América Latina, logrando hacia fines del siglo XIX y por unos años, el más alto valor del PBI per capita a nivel mundial y superando hacia el Centenario en ingreso por habitante y otros indicadores, como el de alfabetismo, a países como Italia, España y otros de Europa.

Sin duda, la Argentina "no las tenía todas consigo" porque esa gigantesca prosperidad tenía como contrapartida una enorme pobreza en las zonas de menor desarrollo e incluso en la propia Buenos Aires, a la vez que "el régimen" no permitía elecciones libres de fraude a la vez que durante toda esta extensa etapa de enorme crecimiento hubo que soportar guerras internas y externas junto a "desacomodos" varios, sin por ello dejar de destacar que las naciones que estaban por encima de la Argentina de entonces no estaban libres de problemas graves, como la segregación racial en Estados Unidos o las enormes brechas de clase en Gran Bretaña, por ejemplo.

El adiós a una etapa de esplendor

La Argentina logró superar algunas de sus grandes asignaturas pendientes, como la del fraude, al aprobarse en 1912 la Ley Sáenz Peña bajo el gobierno de nuestro comprovinciano Victorino de la Plaza, ley de la que fue coautor otro comprovinciano ilustre, Indalecio Gómez.

Al amparo de esa ley se lograron elecciones libres, manteniéndose "el modelo" político-económico que nos había llevado al gran crecimiento por varias décadas, hasta que en 1930 el primer golpe de estado del siglo XX desalojó del poder al gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen golpe perpetrado, lamentablemente, por un salteño, José Félix Uriburu, en las antípodas evidentemente de sus comprovincianos que perfeccionaron la democracia con la Ley Sáenz Peña y aunque el sesgo fascista del golpe fue rápidamente corregido y se volvió al enfoque republicano anterior, las sucesivas elecciones desde entonces hasta el golpe de 1943, también de impronta fascista y con claras identificaciones con el nazismo de entonces, estuvieron nuevamente teñidas de fraude.

Golpe del 43 y cambio de "modelo"

El golpe de 1930 y los gobiernos fraudulentos posteriores hasta 1943 no alteraron en lo fundamental el enfoque económico liberal basado en el comercio exterior y el aprovechamiento de las ventajas naturales y competitivas de la Argentina.

Sin embargo, a partir de 1943, se produce el "cambio el modelo", el que con pocos matices se mantiene en la Argentina hasta hoy, con una "industria nacional" fuertemente concentrada en unos pocos kilómetros cuadrados, en permanente conflicto distributivo con el sector más dinámico de la economía argentina, "industria nacional" que es la principal responsable, "gracias" al cerramiento de nuestra economía, de la inflación, las crisis económicas "endógenas", o sea perpetradas por nuestra propia economía, el déficit fiscal y externo, el acrecentamiento sistemático de la pobreza y nuevamente un largo y penoso etcétera.

Peor aún, los intentos de corregir nuestra sistemática decadencia se han llevado a cabo copiando los errores de diseño que los han originado, con el esperado resultado de que todo sigue igual, con mucha suerte, pero en general las cosas empeoran, "banquinas" mediante.

Nuestros hermanos B y C

En el caso de Chile y Bolivia, luego de extensos períodos de inestabilidad política, económica y de todo tipo, estos países encontraron un espacio de crecimiento y tranquilidad con importantes logros de prosperidad que, en el caso de Chile, hacía que este país se tomara de ejemplo, a la vez que, en el caso de Bolivia, nuestro vecino logró "acomodar cargas" que parecían imposibles, destacando que más allá de una impronta de tinte autoritario en sus aspectos de presentación, el gobierno de Morales - Linera no puede calificarse de "duro" ni mucho menos represivo, no obstante algunos "ruidos" sin duda no desproporcionadamente graves, que no desdibujan el gigantesco logro de haber cohesionado una nación intrínsecamente dispar en sus aspectos culturales y haber llevado adelante un extenso período de crecimiento económico asociado a una también exitosa mejora en términos distributivos.

¿Paralelismos?

Existe la irrefrenable tentación de encontrar paralelismos entre nuestros A, B y C, toda vez que, más allá de los plazos de las respectivas experiencias, parecería que las etapas de bonanza se interrumpen y, si Bolivia y Chile siguen la experiencia de la Argentina, la etapa siguiente sería bastante sombría porque, en nuestro caso, a lo largo de setenta o más años seguimos sin "encontrarle la vuelta" a nuestros problemas, como no sea volver a lo mismo que nos genera nuestra decadencia endémica.

Por cierto, nuestro deber de seres humanos es mantener la esperanza y sólo nos cabe, como hermanos latinoamericanos, desearles a Bolivia y Chile un período lo más breve posible de "desacomodos" y el pronto regreso al sendero de paz y prosperidad que habían logrado, seguramente con muchas cuestiones irresueltas, como les ocurre a todas las naciones del mundo, camino que obviamente es mejor que el de los desencuentros y la obstinación en mantener intactos nuestros problemas, estéril camino que la Argentina transita desde tantas décadas.

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