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“Para superar la pobreza hace falta crecimiento y un Estado inteligente"

Entrevista a Agustín Salvia, Director del Observatorio de la Deuda Social Argentina, de la Universidad Católica Argentina.
Domingo, 03 de noviembre de 2019 09:09

“Hoy la gente pobre trabaja muchísimo, en la mayor precariedad, con alto nivel de estrés y poniendo en riesgo su salud, y el clima social... Hace falta una política inteligente del Estado, que genere empleo sin esperar milagros del mercado y sin limitarse al asistencialismo”. El sociólogo Agustín Salvia se convirtió hace más de una década en fuente necesaria de los relevamientos sociales, cuando el gobierno de esa época intervino el Indec. 
Es el director de Investigación del prestigioso Observatorio de la Deuda Social, de la UCA. Hace dos semanas su exposición acerca de la pobreza estructural y el deterioro laboral produjo fuerte impacto en el Coloquio de IDEA. Especialista en Reproducción Social, Trabajo y Desigualdad, de vasta trayectoria académica, Salvia sostuvo que hay una pobreza estructural que asciende al 25% y que crece constantemente, que es más profunda que los vaivenes de los ingresos, y que requiere del Estado una estrategia económica inteligente, orientada con dimensión social y laboral, que genere empleo. 
En una entrevista con El Tribuno, Salvia consideró que “hay un clima social tenso, en Argentina y en América Latina, pero lo hemos resuelto en las elecciones. Una parte de la sociedad, la más pobre, dijo que ‘este no es el camino’; la otra parte ratificó una mirada diferente. Pero la dirigencia política debe evitar profundizar esa grieta”.

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“Hoy la gente pobre trabaja muchísimo, en la mayor precariedad, con alto nivel de estrés y poniendo en riesgo su salud, y el clima social... Hace falta una política inteligente del Estado, que genere empleo sin esperar milagros del mercado y sin limitarse al asistencialismo”. El sociólogo Agustín Salvia se convirtió hace más de una década en fuente necesaria de los relevamientos sociales, cuando el gobierno de esa época intervino el Indec. 
Es el director de Investigación del prestigioso Observatorio de la Deuda Social, de la UCA. Hace dos semanas su exposición acerca de la pobreza estructural y el deterioro laboral produjo fuerte impacto en el Coloquio de IDEA. Especialista en Reproducción Social, Trabajo y Desigualdad, de vasta trayectoria académica, Salvia sostuvo que hay una pobreza estructural que asciende al 25% y que crece constantemente, que es más profunda que los vaivenes de los ingresos, y que requiere del Estado una estrategia económica inteligente, orientada con dimensión social y laboral, que genere empleo. 
En una entrevista con El Tribuno, Salvia consideró que “hay un clima social tenso, en Argentina y en América Latina, pero lo hemos resuelto en las elecciones. Una parte de la sociedad, la más pobre, dijo que ‘este no es el camino’; la otra parte ratificó una mirada diferente. Pero la dirigencia política debe evitar profundizar esa grieta”.

- En el Coloquio de IDEA, su exposición de la radiografía social del país, con detalles sobre los niveles de pobreza estructural, desempleo y exclusión produjo fuerte impacto en un público conformado, fundamentalmente, por empresarios. ¿Cuál fue su percepción?
- Mi impresión en ese momento fue que una parte de esos empresarios se sensibilizaron ante la información y se mostraron predispuestos a conocerla, racionalizarla y valorarla. Pero también noté un cierto clima escéptico de algunos, que veían la información como molesta, innecesaria, de poca importancia. No por quién lo decía sino porque, básicamente, estos temas no eran de su particular interés. Quizá consideren que se trata de problemas que se resuelven con crecimiento, o no se resuelven nunca. Es decir, quizá pensaron que era “pura sanata”.

- ¿Siente que hay un abismo insalvable?
- Más bien me parece que hay empresarios que consideran importante incorporar esta realidad de la pobreza estructural a la agenda, aunque ese criterio no es homogéneo. Creo que aquel sector no considera que el de la pobreza sea un tema “de la izquierda”, y están dispuestos a que se lo incorpore en un proyecto de desarrollo. Para los que no ven así, el problema de la pobreza es de otros, en todo caso es de los pobres.

- ¿Cree que ese núcleo es el que sostiene que “no trabaja el que no quiere”?
- La información que nosotros manejamos indica que la causa principal del desempleo entre quienes viven en la pobreza estructural no es el de la calificación profesional o la voluntad, sino que no hay demanda de empresas que busquen empleados. Ahí se vislumbra una economía a la que no le interesa este sector social, no solo porque se desentiende de la generación de ese empleo sino que tampoco deja espacio para microemprendedores que puedan llevar adelante microactividades sostenibles.

- ¿Son los que explican la real dimensión de la crisis laboral?
- Se trata de una población cuyos ingresos se componen en un 50% de planes sociales y la otra mitad en trabajos de muy baja calificación, “changas”, en talleres clandestinos. Y la economía argentina no demanda a esas fuerzas de trabajo ni les ofrece la calificación para poder incorporarse al sistema.

- ¿Y los programas de capacitación?
- La formación laboral es un punto neurálgico, pero hoy los pobres perciben esas capacitaciones como un “engaña pichanga”. La educación es esencial para la ciudadanía, pero si educáramos a todos los jóvenes para que tengan aptitud laboral no daría resultado porque la economía tiene un número limitado de plazas para el trabajo. Cuando un ómnibus tiene 100 asientos, solo pueden viajar cien pasajeros sentados.

- ¿O sea que si no aumenta la producción no se superará la falta de trabajo digno?
- Necesitamos más inversión y más crecimiento, pero hay que ver qué tipo de crecimiento se va a impulsar. Si solo pensamos en los rubros dinámicos y exportadores, sabemos que es necesario, pero no es suficiente. Necesitamos que eso se vuelque hacia adentro...

- ¿No cree que en esta coyuntura se esfumaron dos mitos: “el derrame” de la economía ortodoxa y “el reparto” de la política tradicional?
- Ambas cuestiones se han derrumbado. El “efecto derrame” no va a ocurrir, pero debería ocurrir; para eso hace falta un Estado inteligente, capaz de generar procesos de inversión y redistribución de recursos, capacidades productivas, créditos, tecnología, información y apertura de mercados. Necesitamos que la pequeña y mediana empresa, que hoy concentra más del 60% del empleo, orientada al mercado interno, aumente su productividad y su generación de trabajo. Es decir que canalice el excedente que proviene de los sectores más dinámicos para generar actividad, crear empleo de calidad... Seguramente necesitaremos de reformas laborales, pero si pensamos que esto hoy no ocurre por falta de una reforma laboral, nos equivocamos.

- Un reclamo escuchado y muy resistido...
- La reforma laboral solo puede ser un complemento dentro de un cambio más profundo... Pero ese segmento solo exporta el quince por ciento. Buena parte de la demanda de la sociedad argentina está dirigida al mercado interno y esa demanda es satisfecha por la pequeña y mediana empresa, proveedora de bienes y servicios. Y ese es el segmento que hay que potenciar. Necesitamos un mercado interno más dinámico y un Estado más inteligente, que ayude a generar desarrollos endógenos regionales.

- En las últimas elecciones hubo dos casos que reflejan el ánimo actual: un ciudadano fue a votar disfrazado de Guasón y un joven fue hostigado por su apariencia de “pibe chorro”. El descreimiento y la grieta...
- Vivimos en una sociedad crispada. Fragmentada. Una sociedad donde la política no tiende a representar al conjunto de la sociedad. Esto no ocurre solo en la Argentina; en todo el mundo la política viene separándose de la vida de la gente; no ofrece un horizonte, una guía y un modelo de sociedad. En buena medida, busca expresar lo que la gente piensa y siente, los conflictos de la gente, y apoyarse en esos conflictos para reclamar su representación. No para resolver los problemas y las frustraciones que plantean. Ese es el recurso de los grupos focales, que permiten saber lo que piensa la gente para incorporar ese reclamo a sus discursos. Y ese es el escenario que se nos mostró en estos meses. Esa no es la función de la política.

- ¿Cuál es?
- Plantear los problemas y ofrecer las soluciones de largo plazo. No se discutieron propuestas, modelos o reformas para la sociedad. Solo se vio una competencia de críticas mutuas, donde cada cual aseguró ser mejor que el otro. La política fue incapaz de mostrar que más allá de “la grieta” hay algo más, un horizonte distinto. Aquellos casos son signos de una grieta donde la política es una parodia de la sociedad argentina.

- ¿Una democracia enclenque?
- Nuestra democracia es débil, pero cumplió una función importante. Los litigios se resuelven en la paz de las urnas y no en la furia de la calle. Pero los dirigentes mantienen una deuda muy grande, porque la función del dirigente no se agota en el diagnóstico y en la exhibición de los conflictos, sino fundamentalmente en liderar las transformaciones. En mostrar los horizontes y el camino a seguir. Pero hay una sociedad que empieza a demandar otras respuestas. Hay áreas vacantes fuera de la política para quienes exigen transformar a la sociedad.

- ¿Se siente pesimista?
- No. Creo que la política entró en crisis, pero que va a venir algo distinto. Por amor, o por espanto.

- Usted habló al principio de los limites que muestra el empresariado para ponderar la pobreza. ¿No cree que los políticos se manejan en función del poder y son ciegos ante la posibilidad de transformar la sociedad?
- La pobreza son las privaciones, las medidas injustas. Hoy una familia tipo necesita para vivir 35 mil pesos, y para comer, 15 mil. Pero tiene que funcionar en sociedad. En nuestro país hay una pobreza estructural que va creciendo, más allá de los vaivenes y de los ciclos económicos. Hoy tenemos uno de cada cuatro argentinos en esa situación, contra uno de cada diez que había en los años 70 y 80. Es una pobreza crónica y, pase lo que pase, siguen siendo pobres. Y no solo es un déficit de ingresos: viven un hábitat hostil, precario, sin seguridad, sin baño, con educación de muy baja calidad, sin acceso a la seguridad social. Y, si está desocupado, quizá con un programa social que lo asiste. Esta situación existe, no es nueva, y se asocia a otras vulneraciones de derechos sociales y políticos.

En el Coloquio usted diferenció la pobreza de ingresos, que es fluctuante, y la estructural que es progresiva. Usted dijo que con 1.300 millones de dólares...
- ... se puede salir de la indigencia. Si el Estado pudiera transferir 7.000 pesos mensuales a un millón de hogares la indigencia se reduciría al uno por ciento y se erradicaría el hambre de la Argentina. Algunos medios interpretaron que con eso se salía de la pobreza, pero yo me refería a la mejora de la canasta alimentaria. Pero también mostré una ecuación más complicada, más exigente y más efectiva, que requiere crear cuatro millones de buenos empleos en cinco años. Sea la economía o el Estado a través de la economía social. Eso permitiría reducir la pobreza a menos de un dígito y eliminar la indigencia. Además, se generaría trabajo y una riqueza que no es exportable, pero generadora de trabajo intensivo.

¿Iríamos más allá del reparto?
- Creo que estamos gastando mucho en programas que generan un beneficio en la capacidad de consumo, pero no crean valor, no sacan a las familias de la pobreza ni permiten a los pobres mejorar su capital social. Combatir el hambre es urgente, pero hay que pensar en cómo generar empleo para los pobres. No estamos hablando de Vaca Muerta ni de las multinacionales de la agroindustria. Tampoco conviene caer en la “ingenuidad de mercado”, que imagina que poniendo plata en el bolsillo esta gente va a saber como aprovecharla. La transferencia de ingresos a la población sin contraprestación no genera crecimiento. Se lo hace porque es lo más fácil para calmar los reclamos, distribuir favores, acordar intereses y construir complicidades. Es más fácil que crear trabajo y generar incentivos. Pero el camino facilista es corto, porque los ingresos se agotan.

- ¿La idea?
Cómo transferimos capacidad de generación de bienes más que capacidad de consumo. El giro que hace falta es de política laboral y económica, orientada al desarrollo social. Espero que el nuevo gobierno lo entienda y lo asuma...

- ¿La CGT no es un obstáculo?
Puede ser, pero deben ser convocados a debatir la realidad de un país donde el 45% de la población no participa de la seguridad social... La mitad de los argentinos está desvinculado de los sindicatos y esa parte de la sociedad debe ser tomada en cuenta. Hoy la cara visible de esos segmentos quedó a cargo de las organizaciones sociales, pero no es correcto pensar que la llamada “economía popular” puede estar representada por organizaciones piqueteras de sesgo político. En el contexto de la marginalidad se sobrevive como se puede. Y el Estado debe hacerse presente no solo como asistencia, sino generando trabajo.
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