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¿Libertarismo o autoritarismo?...

Domingo, 17 de febrero de 2019 00:00

Recientemente, un grupo de economistas se ha presentado como una alternativa política para disputar la presidencia de la Nación en las elecciones de 2019. Este grupo, cuyos miembros se identifican como "libertarios", pone énfasis en la diferencia que existiría entre ellos y los "viejos" liberales argentinos, quienes han cosechado mala fama desde épocas pretéritas cuando muchas de sus iniciativas económicas se efectivizaron bajo gobiernos militares y por lo tanto autoritarios.

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Recientemente, un grupo de economistas se ha presentado como una alternativa política para disputar la presidencia de la Nación en las elecciones de 2019. Este grupo, cuyos miembros se identifican como "libertarios", pone énfasis en la diferencia que existiría entre ellos y los "viejos" liberales argentinos, quienes han cosechado mala fama desde épocas pretéritas cuando muchas de sus iniciativas económicas se efectivizaron bajo gobiernos militares y por lo tanto autoritarios.

No todos los gobiernos militares exhibieron el mismo nivel de conculcación de las libertades civiles, a la vez que tampoco todos los gobiernos surgidos de elecciones fueron completamente democráticos y respetuosos de los principios constitucionales.

Los libertarios entonces se proponen, en caso de acceder al poder gobierno, desmontar la excesiva participación del gobierno en términos de gasto público y presión impositiva, logrando así un vigoroso crecimiento de la economía y la mejora en las condiciones de pobreza extrema, no sin erradicar, en el tránsito a este cambio copernicano, la corrupción, morosidad y pesada burocracia de los gobiernos de todo tipo, conforme sus definiciones y propuestas.

Libertades y verdades

Las propuestas libertarias, si se despojan de la retórica vehemente con que suelen presentarse a veces, no deberían encontrar excesivos rechazos, al menos para el ideario liberal tradicional que supone la adhesión sin concesiones a las libertades en general, en tanto las de una parte de la sociedad no excluyan los derechos de otros.

En efecto, la idea de reducir la carga tributaria que en la Argentina es una de las más altas del mundo, no presentaría demasiados reparos y otro tanto cabe para el elevado gasto público que ha crecido vertiginosamente desde los primeros años de este siglo; naturalmente, lo propio se da con el déficit fiscal que en los últimos años ha manifestado valores muy elevados, asociados sin duda con la alta inflación que también ha venido en aumento desde la salida de la Convertibilidad en 2002.

Sin perjuicio de lo anterior, lo que sí representa una preocupación para algunos economistas, entre los que se incluye el autor de esta nota, es el énfasis excluyente que estos libertarios, apoyados en una escuela económica -la así llamada Escuela Austríaca- le asignan al papel del déficit fiscal y a la presencia del estado en general, en la extensa colección de problemas que enfrenta la economía argentina, concluyendo consecuentemente que su desmantelamiento es a la vez necesario y también posible para mejorar el estado de cosas de la economía.

Paralelamente, focalizan el origen de la intervención estatal en la economía en Keynes, culpándolo por lo tanto de los problemas de la economía argentina y esforzándose por eliminar del pensamiento y la enseñanza de la Economía a este influyente autor que, como se ha destacado en muchas notas desde estas columnas, se limitó a sostener que "el estado está para hacer lo que nadie hace; no para reemplazar al mercado", a la vez que su esquema de análisis teórico sin duda no exento de limitaciones como todos los aportes científicos originales- brindó las herramientas para superar la crisis de 1929, contribuyendo justamente a evitar las de esa magnitud en el futuro, y estructurando un nuevo orden económico junto a Estados Unidos. Orden que, nuevamente no sin limitaciones, hizo posible no solo que las crisis extremas como las de 1929 no se repitieran, sino que se desmantelara el "viejo orden" económico que había conducido al neocolonialismo y por ende a las guerras feroces del siglo XX.

En este punto, no está de más resaltar que la gran crisis de 2008 no tan extrema como la de 1929- se dio por haber abandonado algunas de las recomendaciones de Keynes y no "por su culpa".

No menos importante, el planteo de los libertarios argentinos pone implícitamente en segundo plano al fascismo, el comunismo y, más cercanamente, el populismo, de honda raigambre en la Argentina desde la década de los cuarenta del siglo pasado, diseños que no fueron precisamente inspirados por Keynes, quien se esforzó por rescatar a las economías de mercado de estas alternativas perversas.

Extravagancias

A todo esto, algunas de las hipótesis del "núcleo duro" de la Escuela Austríaca son muy extravagantes, como la idea de que la producción de la economía es fija, lo que es inexacto bien sabemos que el PBI ha tenido caídas varias veces en la Argentina y estamos en presencia de un descenso importante en 2018- pero una consecuencia de esta hipótesis es que, al estar conformada la producción por bienes de consumo y de capital, la idea de una producción fija los lleva a sostener que para que haya más bienes de capital que harían posible disponer de más bienes en general y de consumo en particular, hay que restringir el consumo actual.

Sin duda, esta idea no tiene ningún sentido ni acompañamiento empírico, porque, con esa lógica, si una persona gusta de leer mientras toma mate, ante una decisión de reducir el consumo de mate debería por lo tanto acrecentar su lectura y recíprocamente, lo que no tiene ningún sentido.

Por supuesto, aun en el caso en que se verificara esta extraña teoría, cabe preguntarse por qué deberían las personas dejar de consumir en el presente para consumir más en el futuro, si pueden simplemente mantener el consumo actual sin cambios. También, hay que interrogarse cuál sería la reacción de los empresarios al advertir que la gente decide consumir menos: ¿producirían e invertirían más en un escenario de caída de ventas? Sin duda, la respuesta la conocemos y la vivimos con demasiada frecuencia los argentinos. Lo más extraordinario del pensamiento libertario, con todo, es que en las únicas economías en las que se verificó que una disminución del consumo se asoció con un aumento en la producción, es en las comunistas, en donde las penurias de sus habitantes sirvieron para disponer de recursos para producir armas y monumentos para los jerarcas, por supuesto en forma compulsiva. Evidentemente, se trata de un extraño apoyo empírico para una teoría que pone tan elevado énfasis en la libertad de los individuos.

Libertades y realidades

Queda por último destacar que, más allá de las inconsistencias que presentan los planteos libertarios y de lo que podría considerarse cierto extremismo, al menos en las ponencias de algunos de sus exégetas, está de por medio la viabilidad de sus propuestas. 

Por cierto, no está en discusión que, para lograr lo poco que el estado ha prodigado a la sociedad, esto puede perfectamente conseguirse con un tamaño menor. Sin embargo, de allí a proponer que de un plumazo se puede desmontar la paquidérmica estructura estatal con una producción constante, como supuestamente debería ser según los libertarios, hay claramente un enorme trecho. Por otra parte, la lucha contra la inflación, como también se ha sostenido en variadas oportunidades, no puede agotarse en la reducción del déficit fiscal, sino que hay que atender también los impactos de los costos y la elevada concentración sectorial y geográfica de la industria argentina. Indudablemente, es muy valioso que ante la absoluta orfandad de ideas sobre la performance de la economía argentina que exhibe la mayoría de los partidos políticos, los economistas se animen a “entrar” en la política. Sería bueno que, además, lo hagan sin posiciones fundamentalistas e imbuidos también de un profundo sentido práctico, y atentos, consecuentemente, a prestar atención a las opiniones de otros economistas que, en tanto se expresen con rigor, seguramente pueden aportar también ideas constructivas.

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