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El dedazo se consolida

Domingo, 24 de marzo de 2019 00:00

Roberto Lavagna ya avisó que sólo quiere ser candidato por consenso, una manera elegante de decir que no está dispuesto a someterse a las primarias. El ex ministro integra un espacio político con otros aspirantes presidenciales, como Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey, Miguel Angel Pichetto y Humberto Tumini. Su meta sería entonces que todos ellos cedan sus pretensiones y lo conviertan en la cabeza de una fórmula de unidad que represente a Alternativa Federal y, eventualmente, a otros sectores de la política. El problema es que eso se llama dedazo dirigencial y tiene poco de espíritu democrático.

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Roberto Lavagna ya avisó que sólo quiere ser candidato por consenso, una manera elegante de decir que no está dispuesto a someterse a las primarias. El ex ministro integra un espacio político con otros aspirantes presidenciales, como Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey, Miguel Angel Pichetto y Humberto Tumini. Su meta sería entonces que todos ellos cedan sus pretensiones y lo conviertan en la cabeza de una fórmula de unidad que represente a Alternativa Federal y, eventualmente, a otros sectores de la política. El problema es que eso se llama dedazo dirigencial y tiene poco de espíritu democrático.

Sucede algo similar en el oficialismo. El jefe de gabinete, Marcos Peña, caratuló a Mauricio Macri como el "candidato natural" para obturar cualquier interna. El amague de desobediencia de Martín Lousteau duró lo que la luz de un fósforo. Y el pedido de PASO del radical Ernesto Sanz "para contener a los desencantados" cayó en saco roto. El fundador de Cambiemos comprobó que, a diferencia del 2015, se decide a espaldas de las sociedad y que el radicalismo hoy es un convidado de piedra. En la Casa Rosada se llegó al extremo de querer resolver las candidaturas provinciales por encuestas, como reconocieron los contrincantes de la fallida interna cordobesa.

El kirchnerismo no está exento de maniobras para esquivar las primarias. En las últimas elecciones legislativas Cristina se abrió del PJ para no competir con Florencio Randazzo, quien pedía a gritos una interna. La expresidenta creó Unidad Ciudadana y le dejó el sello justicialista a su ministro ¿La explicación que dio la militancia K? Que la senadora era la "candidata natural", como si se tratara de un designio de Dios, y por lo tanto no podía ponerse a discutir con un "empleado", en alusión a su exministro de Transporte.

El dedazo de las cúpulas consolida así la idea de que los partidos son un sello de goma, lo que significa un enorme retroceso en términos de fortalecimiento de las instituciones. O peor: consolida la idea de que son una franquicia que utilizan los poderosos para repartirse el poder, y en donde los afiliados -y los ciudadanos en general- no pinchan ni cortan.

 

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