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26 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
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Un guardián de los secretos gauchos volvió a El Chamical

Con más de 80 años soportó cinco días y sus noche en el fondo de un barranco. El descendiente de la guardia del general Güemes agradeció volver a sus cerros.
Martes, 02 de abril de 2019 01:48

Estanislao Chuchuy volvió a El Chamical. Muchos días de médicos y algunos tratamientos de rehabilitación dieron por resultado que el gaucho descendiente directo de la guardia del cuartel general de Martín Miguel de Güemes volviera a sus cerros añorados durante su convalescencia.

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Estanislao Chuchuy volvió a El Chamical. Muchos días de médicos y algunos tratamientos de rehabilitación dieron por resultado que el gaucho descendiente directo de la guardia del cuartel general de Martín Miguel de Güemes volviera a sus cerros añorados durante su convalescencia.

El hombre, sentado sobre una humilde silla campera, desgranó de a poco su rústico agradecimiento a todos los policías, rescatistas, bomberos y, sobre todo, a los uniformados de la comisaría 4 que lo asistieron en "una parada brava y oscura del destino".

Su familia lo recibió con los honores de un combatiente, no hubo mimos ni palabras dulces sino solo un apretón de manos, un abrazo y un apartarse para que pase Estanislao a su silla, a su rincón de adobe y piedra que desde su niñez tiene grabado su sombra, con y sin sombrero.

Su diálogo es escaso y sus recuerdos interminables.

Dijo entre otras cosas haber sido soldado de infantería del ejército, en Jujuy, y que combatió a otros soldados en un desencuentro nacional de mediados del siglo pasado.

Rememoró el camino a El Chamical de los años 50 y su niñez rodeado de chicos que habitaban aquel paraje de ensueños.

"Nada quedó ya. Los que no murieron fueron echados de estas tierras, quedamos apenas unas cuantas familias que habitamos estos cerros desde los tiempos del general Güemes". Aseguró que muchos historiadores salteños lo vieron y lo escucharon, tanto a él como a su abuela, quien murió a los 130 años.

Rodeado de sus seres queridos, acompañado de su amigo Terry, y compartiendo un humilde locro de maíz, zapallo y carne, uno de los últimos gauchos de El Chamical rememoró sus tiempos mozo, pero no quiso lanzar prenda, al ser preguntado por algún amor del pasado.

"Me hace preguntas muy oscuras", dijo con vergüenza y tapándose la cara con su sombrero. Luego explicó que su vida son esas quebradas, los senderos de los infernales, la bravura de un soldado que no encontró cabida en la ciudad.

Será por eso que se refugió en un abra cercana la quebrada de La Horqueta, como uno de los últimos exponentes de una raza de salteños oscuros, doblegada por promesas incumplidas por casi dos siglos, pero, sobre todo, por el olvido oficial de aquellos verdaderos combatientes despojados de todo honor por la impostura que dominó el siglo XX.

Estanislao Chuchuy volvió a los cerros y les mostró a las distintas generaciones de su familia y a aquellos que lo escucharon que se vive y se muere con la convicción de haber servido y que aunque estuvo tantos días sin agua y sin comida, contó con el valor de su guardián y amigo -su perro- y con su hermano, tan bravo como él, quien no abandonó la búsqueda aun en la lluvia y en la oscuridad de la noche.

Estanislao Chuchuy mostró la verdadera dimensión de un infernal de El Chamical.

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