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Notre Dame, lo que el fuego no quema

Sabado, 20 de abril de 2019 00:00

Nuestra Señora de París, está emplazada en el sitio en que celebraban sus ritos los celtas y en el que hubo un templo romano dedicado a Júpiter. En 528 Childeberto I erigió la basílica de Saint Etienne, primera iglesia cristiana y de estilo románico, hasta la construcción de la actual catedral.

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Nuestra Señora de París, está emplazada en el sitio en que celebraban sus ritos los celtas y en el que hubo un templo romano dedicado a Júpiter. En 528 Childeberto I erigió la basílica de Saint Etienne, primera iglesia cristiana y de estilo románico, hasta la construcción de la actual catedral.

Sede de la arquidiócesis de la ciudad homónima, dedicada a la Virgen María, madre de Jesucristo, empezó a construirse en el año 1163 en el papado de Alejandro III, y para 1260 estaba completa en su mayor parte, aunque se terminó en 1345. Posteriormente hubo algunas modificaciones. Varios arquitectos participación en su construcción. Durante la Revolución Francesa se profanó parte de su imaginería religiosa, dañadas o destruidas. Fue el sitio de coronación de Napoleón Bonaparte como emperador. La publicación de la obra de Víctor Hugo puso la atención sobre ella. Eugene -Viollet -le -Duc, inició su restauración en 1845, que se prolongó por un cuarto de siglo.

En 1871, durante las turbulencias sociales en la Comuna de París, estuvo a punto de ser incendiada. En el siglo XX, se acometieron diversas restauraciones y mantenimiento quitando el hollín de la fachada y salvaguardando imágenes y vidrieras.

Nuestra Señora de París es patrimonio no solo para la grey católica, sino que pertenece a la Humanidad. El incendio acaecido recientemente, conmociona a todo espíritu sensible que aprecie el arte, como también el contenido simbólico que representa y que se refleja en sus exquisitos detalles de construcción y decoración. Los edificios siempre interpelan a nuestros bagajes doctrinales e ideológicos.

El alma gótica

Nuestra Señora de París, anida como estilo en la arquitectura gótica que aparece en Ile - de -France a finales de la primera mitad del siglo XII.

Podemos considerar, pues, que entre 1150 aproximadamente y 1250, es el período de formación de este estilo arquitectónico y de sus primeras conquistas. Dos grandes hechos políticos dominan la historia de Occidente. Por una parte, la lucha por la organización del Imperio y por la preeminencia en Occidente emprendida por los Hohenstaufen; por otra parte, la interpenetración territorial y política de Francia e Inglaterra, nacida de la conquista normanda de 1066. También, allende los Pirineos, en los progresos de la reconquista de España y la consolidación de los estados de la Península Ibérica, y hacia el Este, el problema bizantino, creado por la instalación de un poder cristiano en Constantinopla.

La fuerza de este arte es la reacción "regia" que coincide con los esfuerzos de Luis VI y de Luis VII, para afianzar la realeza.

El tratado de París en 1259, que resolvió el conflicto franco-inglés después del éxito de Luis VIII en el Mediodía, devino en que la Francia real conoce una era de creciente prestigio y de expansión económica y política innegable. Es el "siglo de San Luis", época de la hegemonía francesa que se extiende a España e Italia. El arte francés y la arquitectura gótica sobre todo se expanden rápidamente en Occidente, y conquistan las provincias más resistentes como la Renania. Francia acapara pronto el papado y lo transfiere a Avignon. También hegemoniza el arte, en suelo francés se yerguen con sus elevadas agujas catedrales por doquier. Las ciudades compiten por elevar estas joyas que prestigian a la urbe y a sus habitantes: Amiens, Chartres, Saint Denis, Reims, Sainte Chapelle, Sens, Noyon, Laon, etcétera.

Las ciudades trabajaron para las catedrales, en ella se volcaron los esfuerzos de los ciudadanos, para cuya construcción en algunas ocasiones se vieron obligados a pagar impuestos, aunque mayoritariamente se obtenían los recursos de las donaciones y de las colectas que los canónigos realizaban entre la aristocracia, la burguesía y el pueblo, como apoyo de las predicaciones. No es solamente la preocupación monárquica o ciudadana o cardenalicia, también son sólidos promotores del arte gótico los benedictinos. En el siglo XII esta orden había llegado a la cima de su poderío financiero y político, y durante todo el curso de la Edad Media había continuado gozando de esta riqueza y de esta importancia, y emprendió construcciones o reconstrucciones grandiosas. Saint Nicaise de Reims, Saint Ouen de Ruan, La Chaise Dieu, el coro de Mont- Saint Michel, la abadía de Westminster, Tynemouth, Canterbury. En Inglaterra y Normandía proliferan las construcciones benedictinas abadías y catedrales: Durham, Vézelay, Saint Denis y Saint Remi.

Cistercienses, cartujos, dominicos y franciscanos fueron órdenes activas en la expansión de este arte que revela la necesidad de elevar al individuo en su ascensión al cielo.

Arquitectura y revelación

Algunos historiadores del arte manifestaron que el arte gótico es la expresión de la época feudal, y otros, por el contrario, insistieron sobre el advenimiento, paralelo a la evolución de la arquitectura, de nuevas estructuras de la sociedad que dieron paso a la edad Moderna.

Es bien cierto que hasta finales de la Edad Media y aun después, persiste de ella el esquema de la jerarquía social; las formas exteriores que, en una buena parte, dominan las mentalidades.

La arquitectura, principesca o episcopal, está impregnada del ideal caballeresco caracterizado por la ostentación de los nobles. La arquitectura religiosa no escapa a este influjo, al intervenir en la organización de la decoración con la intencionalidad de otorgar fastuosidad excepcional. Violet le Duc expresa que la liberación de las ciudades y del material de construcción es lo que permitió la eclosión del gótico.

Los textos de carácter teológico, litúrgico, didáctico y místico de los escritores de la Edad Media, reafirman constantemente en las ideas que la iglesia es la Casa de Dios (que la ocupa realmente, con la presencia de su cuerpo místico), que es la figura, la forma material, de realidades espirituales como la Iglesia (la comunidad de los fieles) es la imagen temporal del Paraíso o de la Jerusalén celeste.

La iglesia gótica les procura un soporte formal más evidente y mejor coordinado, el tamaño y la altura de las catedrales de los siglos XII al XVI, así como el fantástico vaciamiento de los muros, que permite el paso de una luz muy abundante el tema de la luz asimilada a la Gracia o al mismo Dios es particularmente rico de sentido-, permiten expresar mejor que en ninguna otra época las virtudes místicas de la arquitectura religiosa cristiana.

Sus vidrieras luminosas y multicolores se comparan con las piedras preciosas de los muros de la Jerusalén celeste, los elementos arquitectónicos que coronan sus estribos exteriores evocan las visiones de los místicos. La iconografía de las esculturas, de las pinturas, de las vidrieras, organizadas en ciclos didácticos, aporta un complemento esencial e interviene también un simbolismo cósmico, en el que esta catedral es la imagen del mundo cristiano.

Nuestra Señora, es el centro visual de la ciudad, hacia ella convergen los caminos y las calles. Es el símbolo de la Iglesia espiritual, y su carácter celestial se resaltará mediante la concepción de un espacio arquitectónico acentuado por la verticalidad, que evoca en el hombre una sensación de equilibrio inestable, de pequeñez, frente al gran espacio. Esta sensación de verticalidad viene acentuada por las columnas delgadas y finas que, junto a pináculos y flechas, las harán crecer hasta límites insospechados. Un espacio arquitectónico luminoso y diáfano, otorga a la catedral una plasmación de la mística de la luz, la luz material es imagen de la luz inmaterial (Dios), produciéndose un paralelismo entre la luz terrenal y la luz celestial. Una forma de transportar al hombre hacia la luz, hacia Dios, es a través del color, que alcanza cimas únicas en el tratamiento de vitrales o vidrieras. La aplicación de vidrieras es posible por razones de tipo técnico, ya que el empleo de la bóveda de crucería y la ojival (la gran innovación técnica del siglo XII junto a los arbotantes) hace innecesario los muros y los reduce a la función de cerrar espacios interiores y transportar empujes hacia los contrafuertes exteriores.

La cosmovisión medieval

La corriente mística del pensamiento durante los siglos XII al XIV inspiran una estética coherente, en el que los conceptos de lo material, de lo inmaterial, de lo feo y de lo bello se espiritualizan y hallan su expresión en la universalidad, e intemporalidad del edificio.

También la corriente lógica de la escolástica medieval ha sido relacionada con la esencia de la concepción de esta arquitectura. Nace esta y se desarrolla al mismo tiempo y en los mismos lugares que la escolástica, desde Abelardo hasta Alberto Magno; la manera de concebir la totalidad y las partes es semejante en la arquitectura y en las Summas Teológicas; en el razonamiento del arquitecto se descubren los principios de la dialéctica escolástica. 

Es una nueva manera de pensar que inaugura una etapa artística en la que el cuerpo ya no es un miserable soporte del alma, sino una maravilla de Dios, digna de ser respetada. A la vez, se desarrolla una nueva pedagogía: se puede acceder a Dios a través de su obra, de todas sus manifestaciones sean hombres pájaros o árboles, ya que en ellos se puede “sentir” la presencia de Dios. El arte de la imagen en Notre Dame, responde a la concepción filosófica de que a Dios se le puede representar a través de sus obras, de ahí que opte por un realismo vivo, en el que todos los personajes y objetos, hasta el más insignificante tienen valor.

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