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El Gran Hermano Xi Jinping

Martes, 23 de abril de 2019 00:00

La revolución tecnológica anula la literatura fantástica. "Big Brother" o Gran Hermano, aquel personaje de la célebre novela "1984" del británico George Orwell, que simboliza a las personas, organizaciones o gobiernos que vigilan permanentemente a todos los ciudadanos e invaden su intimidad a fin de ejercer un control sobre la sociedad, dejó de ser una metáfora para transformarse en una posibilidad concreta en la China de hoy a partir de la sanción del Sistema de Crédito Social, aprobado por una ley dictada por el Consejo de Estado en 2014.

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La revolución tecnológica anula la literatura fantástica. "Big Brother" o Gran Hermano, aquel personaje de la célebre novela "1984" del británico George Orwell, que simboliza a las personas, organizaciones o gobiernos que vigilan permanentemente a todos los ciudadanos e invaden su intimidad a fin de ejercer un control sobre la sociedad, dejó de ser una metáfora para transformarse en una posibilidad concreta en la China de hoy a partir de la sanción del Sistema de Crédito Social, aprobado por una ley dictada por el Consejo de Estado en 2014.

El desarrollo de la inteligencia artificial permite la puesta en marcha de este ambicioso plan para que los 1.400 millones de habitantes del coloso asiático estén bajo vigilancia permanente y cada uno de ellos reciba una puntuación que sirve para implementar un sistema de premios y castigos basado en su comportamiento en una amplia gama de conductas que incluyen desde cruzar la calle sin mirar, hasta no adquirir productos fabricados en China o comprar demasiados videojuegos.

Capitalismo de vigilancia

Llevar adelante este programa, orientado a "reforzar la confianza social", exige contar con una avanzada infraestructura tecnológica, como la que ofrece, por ejemplo, la compañía china SenseTime, que ya puso a disposición del régimen de Beijing cámaras inteligentes que sirven tanto para apresar criminales como para monitorear a los ciudadanos. Entre las aplicaciones de esta tecnología, está la posibilidad de filmar a una persona que cruza la calle por un lugar indebido y exhibir su imagen en pantallas gigantes para avergonzarlo ante sus vecinos. Un sofisticado software de vigilancia que ya está en uso en las calles de Beijing y Shangai facilita también la identificación de una persona por el "reconocimiento del andar".

Huang Yongzhen, director de Watrix, empresa creadora del sistema, explica que puede identificar a personas hasta cincuenta metros de distancia incluso si dan las espaldas a las cámaras o cubren su rostro. "No se requiere de la cooperación de alguien para que nosotros podamos reconocer su identidad", se jacta el ejecutivo chino. Según Huang, "no se puede engañar al análisis de la forma de caminar simplemente rengueando, caminando con los pies separados o agachándose, porque nosotros analizamos las características de todo el cuerpo".

La propaganda oficial publicita el "Crédito Social" bajo el lema "deshonesto en un área, restringido en todas las áreas". Según el Centro Nacional Chino de Información Pública sobre el Crédito el gobierno impidió ya 17,5 millones de veces la compra de billetes de avión y 5,5 millones de veces la adquisición de boletos de tren de alta velocidad porque esas personas habían sido "desacreditadas" por infracciones al comportamiento socialmente responsable. Las penalidades afectan también la posibilidad de acceder a mejores empleos. Los padres con bajo "crédito social" afrontan dificultades para enviar a sus hijos a mejores escuelas.

­Es la tecnología, estúpido!

China se ha convertido en el mayor mercado del mundo para las tecnologías de seguridad y vigilancia. IHS Markit, una firma de investigación, estima que el año próximo el país tendrá casi 300 millones de cámaras instaladas, cuatro veces más que las que actualmente existen en Estados Unidos. Consigna que en los próximos años la policía china gastará unos 30.000 millones de dólares adicionales para escudriñar las conductas individuales de sus ciudadanos.

Las empresas chinas están desarrollando aplicaciones altamente competitivas a nivel mundial en reconocimiento facial, de imágenes y de voz. En 2017 la compañía Yitu obtuvo el primer lugar en el concurso abierto de algoritmos de reconocimiento facial organizado por la Oficina del Director de Inteligencia Nacional del gobierno estadounidense.

Este despliegue está en línea con el apoyo estatal a los gigantes de las comunicaciones, como Huawei y ZTE, cuya expansión internacional es combatida enérgicamente por Estados Unidos, por considerarla una peligrosa herramienta del espionaje en el mundo occidental. Esa sospecha se funda en el hecho de que la legislación china obliga a sus empresas a proveer al Estado de toda la información que le sea requerida. La masa informativa acumulada en los teléfonos inteligentes fabricados por estas dos compañías y distribuidos en todo el mundo alcanza para convertir al Estado chino en el mayor banco de datos del mundo.

En una sociedad con una cultura milenaria y fuertemente meritocrática como la china, estos mecanismos de control no son considerados necesariamente negativos.

La propaganda oficial suele exaltar los casos en que la policía utiliza la técnica de reconocimiento facial para arrestar a criminales en eventos masivos.

El analista chino Shi Shusi subraya que "el uso de reconocimiento biométrico para mantener la estabilidad social y manejar la sociedad es una tendencia indetenible".

El gobierno de los algoritmos

Martin Chiorzempa, un investigador del Instituto Peterson de Economía Internacional, sostiene que este sistema "es posiblemente una manera completamente nueva para que el gobierno maneje la economía y la sociedad".

“La meta es tener una forma algorítmica de ejercer el gobierno”, dice. Agrega que “ningún gobierno tiene un plan más ambicioso y de largo alcance para aprovechar el poder de los datos para cambiar su forma de gobernar que el chino”.
La idea del gobierno chino de utilizar la tecnología en red como instrumento de gestión pública se remota a mediados de la década del 80. Julian Gewirtz, historiador y docente de la Universidad de Harvard, explica que “cuando el gobierno chino notó que la tecnología de la información se convertía en parte de la vida cotidiana, se dio cuenta de que iba a disponer de una nueva y poderosa herramienta para reunir información y controlar la cultura”.
Una de las expresiones más resonantes de este empleo político de la tecnología de la información desde el Estado es una aplicación denominada “Estudia la Gran Nación”, dedicada a promover el pensamiento del presidente Xi Jinping.
Alrededor de un centenar de millones de usuarios utilizan actualmente esa app, que establece un puntaje para recompensar a quienes estén al tanto de las noticias sobre Xi y las políticas de su gobierno. La aplicación, satirizada por sus críticos como una versión cibernética del clásico “Libro Rojo” que sintetizaba el pensamiento de Mao Tse Tung, incluye una serie de televisión titulada “Tiempo de Xi”.
El propio Xi Jinping resalta la importancia de estos novedosos mecanismos. En un reciente discurso afirmó que “no es posible alcanzar la seguridad nacional sino se tiene seguridad en Internet”. Para que no quedara ninguna duda sobre el sentido de sus palabras, añadió que “si no tenemos éxito en Internet no podemos mantener el poder en el largo plazo”. Por eso Beijing pelea palmo a palmo con Estados Unidos el liderazgo en el desarrollo de la inteligencia artificial.
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