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La poesía y el alma de Kuky Herrán

Viernes, 26 de abril de 2019 20:21

Si es posible asir la realidad y lo real en su dimensión inapresable, la poesía está convocada a intentarlo. Decir lo que las palabras ocultan, luchar contra ellas, despojarlas, pulirlas, desafiarlas, amarlas, discutirlas, modelarlas, es tarea del poeta, inmerso en la vorágine del lenguaje, mártir y sobreviviente de él.

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Si es posible asir la realidad y lo real en su dimensión inapresable, la poesía está convocada a intentarlo. Decir lo que las palabras ocultan, luchar contra ellas, despojarlas, pulirlas, desafiarlas, amarlas, discutirlas, modelarlas, es tarea del poeta, inmerso en la vorágine del lenguaje, mártir y sobreviviente de él.

Cada voz poética dice su experiencia, su viaje, su compromiso con otro, el semejante, y con el Otro (la cultura, los mandatos sociales), con el cuerpo y la palabra, con cada resquicio de lo real o de lo que se entiende por real, o sea el misterio, lo que es imposible de decir.

Y en ese lugar de entrecruzamientos, se sitúa la escritura de Teresa Leonardi Herrán, hecha de lecturas, comprensión fraterna (y "sororal", en el sentido de hermana, como ella decía), testimonio y asombro. La poesía de la existencia, del amor, del compañerismo aparece plasmada en un decir digno y conciso, de notable tersura y pureza expresiva.

Si bien es cierto que la mismidad no escapa de sus versos, quizás podamos arriesgar que en cada uno de sus poemas se advierte el cincel del trabajo depurado, del cuidado desvelado y atento por la palabra. Poesía modelada por una mirada lúcida, la mirada de Minerva, los poemas de Kuky Herrán se construyen con la materia de la lectura, de la teoría literaria y la filosofía. Dirigirse al otro y a la otra, desde un yo ofrendado a la otredad, (soy el otro y la otra) en un diálogo que no admite el encierro narcisista; que no reproduce la mirada especular, confusa y a veces mortífera, sino que se sitúa más allá, en la instancia exacta de la comunicación, de la empatía, del verbo.

Desde el existencialismo de "El ser y la nada", hasta la mirada comprensiva de "El existencialismo es un humanismo" de Jean Paul Sartre que vislumbra una posibilidad de lucha y compromiso, o desde "El mito de Sísifo", donde la condición humana aparece ligada al absurdo y al sinsentido, hasta "El hombre rebelde" de Albert Camus que proclama la opción de la denuncia contestataria, Teresa Leonardi Herrán, ejercitó la fraternidad de la palabra y la necesidad de la resistencia y la revolución a partir de la literatura entendida como compromiso. En el "respiro" de sus poemas, escuchamos la candencia de Pablo Neruda, César Vallejo, Roque Dalton y Fernando Pessoa, a quien tanto admiraba y a quien le dedicó la lectura apasionada de los últimos años.

Podría hablarse, en toda su producción, de un feminismo amoroso, ya que nunca dejó de creer en el amor, la maternidad como producto del amor, la pareja, el amor filial, la vida misma:

"Oh amor en esta súbita noche/en su clima feroz de exilio y llanto/sigo siendo un albatros con sus alas prestadas/sigo mirando al mundo con tus ojos fraternos" ("Rizomas", 1996).

"Este es el muchacho que vivió en mi seno/Ahora se escapa a las estrellas" ("El que vino de lejos", 2009).

Rosa Luxemburgo, Juana de Arco, Frida Kahlo, los colectivos de las luchas por la memoria como las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y las heroínas y mártires de la terrible noche del proceso militar, algunas desaparecidas, presas o asesinadas, como Georgina Droz o Silvia Aramayo, son las estrellas o faros guiadores del incansable peregrinar para exigir la igualdad, la fraternidad, la justicia y la libertad, en pos de la Memoria, la Belleza y la Verdad, con mayúsculas, como la poeta solía evocarlas ya que era (es) una idealista o una soñadora, creyente en la palabra y en su don de profecía y de prédica.

El oprobio de la última dictadura en la Argentina y los gobiernos autoritarios, represores y fascistas de América Latina y el mundo entero recibieron su repudio. Trabajadora por los derechos humanos, abogó por los pueblos oprimidos y luchó desde el arte, la docencia y la militancia por una sociedad más justa.

La dialéctica como método de conocimiento le permite advertir desde el poema el movimiento amoroso entre los seres humanos, movimiento que aparece dicho a través de una poética despojada en su propia belleza: figuras ricas en sugerencias intelectuales y sensoriales, impregnadas en la convicción y en la ética de fe en el acto poético, tal vez la única manera de reivindicar lo humano irremediablemente perdido en el entramado de una "sociedad carnívora", al decir de Herbert Marcuse, acorde con los intereses de un mundo mercantilizado e indiferente ante el sufrimiento de los desposeídos. La necesaria toma de conciencia, la liberación surge como un imperativo: "Pero es tiempo de cólera/ y aún transidos de miedo nos será necesario/ abandonar la casa de la abuela/ donde ángeles de visillo cancerberos/ velan los ojos para que no soñemos/esa mañana eterna cuando estaremos desayunados todos" ("Blues del contraolvido", 1991).

La apropiación del verso de César Vallejo para cerrar el poema, propone la utopía y la huida del paraíso feliz y provinciano que representa la casa de la abuela y los "ángeles de visillo" (cancerberos, o sea vigías) que aluden en referencia intertextual al poema que da título a un libro de Manuel J. Castilla.

La infancia, esa edad dorada, ese Combray olvidado y recobrado por la escritura, con su narrativa de fábulas, maravilla, animales mágicos, duendes y hechiceros, aparece insistente en un devenir poético de extraordinaria homogeneidad. Como en "A la recherche du temps perdu", surge la figura de la madre insuperable y única:

"Señora madre no levante el velo que cubre mi vida/ Sus ojos ya han llorado mucho y no es sabio/ que contemple mi corazón devastado" ("Blues del contraolvido", 1991).

El hipertexto de la cultura occidental, el mito, el pensamiento, la literatura, los cuentos infantiles, llega a su poesía como un canto porque es, en su caso, un lenguaje casi natural, una lengua materna. Allí están los inter-textos resplandecientes, el sentimiento y la reflexión engarzados en una voz inconfundible, escultórica de tan perfecta, sin caídas, sostenida, de profundo lirismo que recuerda las voces de las grandes como Gabriela Mistral, Delmira Agustini, Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik, Sylvia Plath.

Perteneciente cronológicamente a la generación del 60, comparte con ella la actitud dolida ante la existencia y el arte, pero se aleja por la convicción y el compromiso, por la certeza de que la palabra puede configurar un orden más humano: "hasta que estalle el día de otro mundo posible"("Diario intermitente", 2013).

"Humanidad quizás llegó la hora/ de dar un salto de tigre/o hacernos el harakiri" ("Diario intermitente", 2013)

La historia y la sobrevivencia del género humano lo exigen: es necesaria una vuelta de tuerca, una visión distinta para evitar el fin. "Peregrinos de la utopía nuevamente embarcados/llevamos en este precario navío/todo lo que salvamos del diluvio" ("Blues del contraolvido", 1991)

En la poesía de Kuky Herrán no hay espacio para el regionalismo y para la descripción ingenua del paisaje. Su paisaje es la reflexión, su enunciado es el dolor, la memoria, la soledad y la muerte. Territorio de Blake y Proust, de Woolf y Eliot, su discurso poético vuela con alas universales. Poesía de género y compromiso, expresa el mito, el logos, el amor, y en sus enunciados afirma que son femeninos la mitología, la amistad, la poesía, la literatura, la filosofía, la vida, la muerte, el alma, la cuna y la tumba...

Sus textos inauguran otra poesía en la literatura de la región y el país, es un decir que conlleva la literatura misma, la herencia de generaciones y los libros, leídos y amados, dispersos y reunidos en una expresión, en una frase, en un adjetivo, en un oxímoron, en un inesperado giro que enriquece la lengua, la percepción del paso del tiempo, para dejarnos la certeza de que la poesía es posible, en un resquicio de luz o de sombra o de verso, en un resquicio que es una hendidura que permite entrever eso que nos llama y de lo que huimos, eso que no tiene nombre, que no comprendemos, pero que nos permite continuar. Función de la poesía: social y de videncia, de hermandad y compromiso, oficio difícil, imposible, humilde, imprescindible, luminoso, terrible, triste y feliz, oficio por el que viven y sobreviven los poetas.

Kuky Leonardi se fue justamente en este 2019, cuando se cumplen cien años del fallecimiento de su admirada Rosa Luxemburgo y del nacimiento de la inmarcesible Evita.

 

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