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Se convirtió en la “reina del pastel de choclo” con la receta que nunca falla

Matilde Leonor García, campeona del concurso gastronómico de San Agustín, dice que la clave es poner el corazón
Domingo, 28 de abril de 2019 00:37

Matilde Leonor García es más conocida como la “Chuli” Coreico, de La Merced. Es la reina de los pasteles de choclo de todo el Valle de Lerma y lo volvió a re-reconfirmar el pasado domingo, cuando se coronó por tercera vez consecutiva como la ganadora en el certamen gastronómico organizado en la localidad de San Agustín.

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Matilde Leonor García es más conocida como la “Chuli” Coreico, de La Merced. Es la reina de los pasteles de choclo de todo el Valle de Lerma y lo volvió a re-reconfirmar el pasado domingo, cuando se coronó por tercera vez consecutiva como la ganadora en el certamen gastronómico organizado en la localidad de San Agustín.

El Tribuno salió a buscar a esa mujer para conocer un poco más sobre los secretos de cómo preparar el mejor pastel de choclo del que tengan registro miles de comensales que probaron su receta.

Se la encontró en la localidad de La Merced, en el camino que va al cementerio. Ella vive ahí con su campito, sus plantaciones y los recuerdos que la hacen reír y llorar.

Se seca las manos en el delantal, hace un alto en las tareas de la cocina y se sienta para charlar sobre su vida y sobre cómo llegó hasta el punto de ser considerada como una de las mejores cocineras de platos regionales de Salta.

Lo que muy pocos saben es que doña Chuli es oriunda del departamento Orán. Sus padres trabajaban en el ingenio Tabacal cuando ella nació. Ahí aprendió de su mamá, doña María Mamaní, todo lo que aplica en su cocina hoy.

Y se pone a llorar cuando recuerda las bateas de madera en donde rallaban cada choclo para preparar el pastel. Recuerda la cocina de barro a nivel del piso, que tenía forma triangular, con una patilla de salida. Allí hacían fuego y se cocinaba todo en ese universo de humo y sabores.

“Yo hago hervir el mote pelado para preparar los tamales. Todo es artesanal y con las viejas maneras de preparar las comidas. Lo mismo con las empanadas, todo es manual. Todo eso me enseñó mi mamá haciendo y cocinando junto a ella. Cuando cocino me quedan los olores y los sabores del recuerdo de ella y de mi infancia en el norte”, dijo Chuli.

Lo cierto es que cuando ella se hizo más grande, casi a los 19 años, sus padres migraron para Los Álamos, que en esos tiempos estaba muy lejos de Salta capital. Su papá había encontrado trabajo como casero en un club y se trajo a toda la familia. Cierto día aparecieron trabajadores en el club con la difícil tarea de calzar un pozo de agua.

Entre los muchachos poceros se encontraba Oscar Osvaldo Coreico, quien por entonces ya estaba grande y soltero. Él tenía 29 años y ella 19 y el flechazo fue tan grande que al tiempo se casaron. 

Ella tuvo cuatro hijos que se llaman Ana María, Marcelo, Daniel y Federico. Hoy Chuli está viuda y vive con Daniel, que es el último hijo que le queda soltero. Los demás ya formaron sus respectivas familias. Cuenta que sus hijos varones son cocineros, y de los buenos. 

Federico también participa en los diferentes concursos gastronómicos que se realizan en la provincia. Compiten a “cara de perro”, pero Daniel ayuda a su mamá en las ferias mientras se le escapan las zambas carperas. “No se casa porque es guitarrero”, dijo la mamá.

En su casita, cercana al campo santo, tienen un espacio en donde cultivan flores, maíz y diferentes verduras que venden y que además utilizan para la fabricación de las más ricas comidas autóctonas del valle verde.

“No hay secretos, no hay condimentos mágicos ni mezclas raras. Yo lo único que hago, cuando voy a los concursos, es cocinar como si le estaría preparando la comida a mis hijos. Le pongo mucho amor a lo que hago y los elementos que utilizo son los más sanos que pueda sacar de mi tierra”, dijo doña Chuli y se quedó en ese espacio que huele a albahaca, ají bien picante y a queso casero.

Una casa con las puertas abiertas

Ella está en todos los concursos, pero además se puede visitarla en su casa.

No es la primera vez que Chuli gana algo. Ya tiene varios primeros premios en diferentes concursos de empanadas, humitas y hasta de papas con queso. Se la puede encontrar en todos los certámenes que se realizan y disfrutar de su comida mientras la charla es amena.

Cuando no hay acontecimiento gastronómico se la puede encontrar durante los fines de semana en la feria de La Merced vendiendo las mejores tortillas a la parrilla. Quizá la tentación sea una pulsuda mazamorra o buñuelos; todo lo que hace Chuli es con amor. Sin embargo, en una encuesta realizada entre los cinco nietos de Chuli todos quedaron de acuerdo en que lo mejor que prepara es el turrón salteño. Muchos otros prefieren sus empanadas. Hace todo bien.

Quien disfruta también de todo ese universo culinario es Benancio García, el papá de Chuli, quien con 87 años sigue viajando y disfrutando de la vida. María, su mamá, ya murió, pero disfruta mucho de su papá.

“Benancio es un hombre que aún puede andar solo y que se enoja si lo vas a buscar a la terminal o lo tratás como viejito. Tiene una autonomía admirable. Sin embargo, siempre anda con mi tío Gustavo”, dijo Daniel.

Benancio llega hasta La Merced periódicamente. El hombre vive en su Hipólito Yrigoyen querido. No quiere despegarse del norte, pero viene a visitar a su hija siempre. Entonces se juntan Daniel, Benancio y Gustavo y son la alegría de Chuli, que les cocina en consecuencia.

“Yo no sé qué tiene mi mamá, pero sus comidas son únicas. Ella ya tiene muchos concursos ganados y es muy conocida en La Merced. La gente viene a comprarle comida por encargo y verduras. Esta casa siempre está abierta a todos”, dijo su hijo Daniel.

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