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Relojeros por pasión, el oficio que se resiste al paso del tiempo

Tres salteños cuentan detalles del quehacer que abrazaron y anhelan que no se extinga. Un trabajo de mucha precisión y paciencia, elegido por herencia o curiosidad.
Domingo, 12 de mayo de 2019 12:48

El paso de generación en generación, un descubrimiento, curiosidad o necesidad son algunas de las razones para ser relojero, pero la pasión por el oficio es sin dudas el principal motivo de permanencia de un oficio con cientos de años, en el que el principal objetivo es cuidar los dispositivos mecánicos, electrónicos o digitales que dan testimonio del paso del tiempo.
Cada vez se escucha menos aquella frase que más de una vez sorprendía a algún distraído: “Disculpe, ¿que hora es?”, los celulares suplieron esa función del “dador de hora”. 
Sin embargo, optimistas representantes del oficio brindan testimonio del trabajo que los enaltece y auguran un buen futuro a la tarea. 
Omar Martoni es tucumano y se dedica hace 25 años a la relojería, hoy tiene 49 años, hace 12 que vive en Salta y llegó al oficio por curiosidad. “Un amigo del barrio de esos relojeros de antes, al que le llevaba mis relojes me empezó a enseñar porque siempre fui curioso e inquieto y me ponía solo a desarmar y ver”, contó a El Tribuno, mientras recibía clientes para un cambio de pilas, alguna consulta o el deseo de adquirir alguno de los relojes destacados que tiene en venta. 
Sobre avenida San Martín 2046, ofrece arreglo de relojes, cronógrafos automáticos y relojes antiguos. “Me dediqué a otras cosas pero mi pasión siempre fue la relojería hasta dejé trabajos mejor remunerados para dedicarme a esto que hoy es el sostén de mi familia”, aseguró. 
La llegada de los relojes electrónicos dejó a muchos fuera del oficio, y desde que salieron los relojes digitales la relojería mecánica entró más en decadencia. 
“En estos últimos años, con los celulares peor aún porque la gente mira la hora ahí. Pero siempre el reloj se usa, es algo que no pasa de moda, las mujeres lo usan como un accesorio, como una joya, para eventos, fiestas siempre se elige un buen reloj para vestir”, dijo. 
Dicen que el que está acostumbrado a usar reloj no lo deja nunca. Y hay quienes lo cambian de mano como un alerta para recordar algo muy importante, porque el movimiento es instintivo, aseguran los que saben del tema. 
Martoni se especializa en relojería mecánica. “Es la que trabaja con la fuerza motriz de una cuerda de metal que está enrollada y al hacer presión hace que otras rueditas vayan funcionando”, aseveró e instruyó sobre los relojes monumentales: “Tienen ese sistema pero con una pesa cómo péndulo que ayuda al movimiento”. 
Estos últimos son conocidos como de relojería gruesa, la que más interesa a Martoni. “Un poco la aprendí y un poco es el talento que tengo yo, si bien todas las máquinas tienen un principio básico hay complicaciones, pero el tema es que te guste”, dijo. 
Padre de dos niños de 10 años no nota aún interés en el oficio por parte de ellos y lamenta que no exista una escuela para relojeros. “La relojería se va a perder si se deja de usar reloj, lo peor es que la mayoría de los relojes son descartables, los usas cinco o seis meses hasta que se rompe o se le acaba la pila y lo tenés que tirar porque no se arreglan”, lamentó. 
“También están los que no tienen el oficio, abren un reloj para cambiar la pila y lo terminan rompiendo. Porque si no sabes donde está el punto para meter la herramienta terminas destrozando el reloj. Esos son los traviesos”, puntualizó.

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El paso de generación en generación, un descubrimiento, curiosidad o necesidad son algunas de las razones para ser relojero, pero la pasión por el oficio es sin dudas el principal motivo de permanencia de un oficio con cientos de años, en el que el principal objetivo es cuidar los dispositivos mecánicos, electrónicos o digitales que dan testimonio del paso del tiempo.
Cada vez se escucha menos aquella frase que más de una vez sorprendía a algún distraído: “Disculpe, ¿que hora es?”, los celulares suplieron esa función del “dador de hora”. 
Sin embargo, optimistas representantes del oficio brindan testimonio del trabajo que los enaltece y auguran un buen futuro a la tarea. 
Omar Martoni es tucumano y se dedica hace 25 años a la relojería, hoy tiene 49 años, hace 12 que vive en Salta y llegó al oficio por curiosidad. “Un amigo del barrio de esos relojeros de antes, al que le llevaba mis relojes me empezó a enseñar porque siempre fui curioso e inquieto y me ponía solo a desarmar y ver”, contó a El Tribuno, mientras recibía clientes para un cambio de pilas, alguna consulta o el deseo de adquirir alguno de los relojes destacados que tiene en venta. 
Sobre avenida San Martín 2046, ofrece arreglo de relojes, cronógrafos automáticos y relojes antiguos. “Me dediqué a otras cosas pero mi pasión siempre fue la relojería hasta dejé trabajos mejor remunerados para dedicarme a esto que hoy es el sostén de mi familia”, aseguró. 
La llegada de los relojes electrónicos dejó a muchos fuera del oficio, y desde que salieron los relojes digitales la relojería mecánica entró más en decadencia. 
“En estos últimos años, con los celulares peor aún porque la gente mira la hora ahí. Pero siempre el reloj se usa, es algo que no pasa de moda, las mujeres lo usan como un accesorio, como una joya, para eventos, fiestas siempre se elige un buen reloj para vestir”, dijo. 
Dicen que el que está acostumbrado a usar reloj no lo deja nunca. Y hay quienes lo cambian de mano como un alerta para recordar algo muy importante, porque el movimiento es instintivo, aseguran los que saben del tema. 
Martoni se especializa en relojería mecánica. “Es la que trabaja con la fuerza motriz de una cuerda de metal que está enrollada y al hacer presión hace que otras rueditas vayan funcionando”, aseveró e instruyó sobre los relojes monumentales: “Tienen ese sistema pero con una pesa cómo péndulo que ayuda al movimiento”. 
Estos últimos son conocidos como de relojería gruesa, la que más interesa a Martoni. “Un poco la aprendí y un poco es el talento que tengo yo, si bien todas las máquinas tienen un principio básico hay complicaciones, pero el tema es que te guste”, dijo. 
Padre de dos niños de 10 años no nota aún interés en el oficio por parte de ellos y lamenta que no exista una escuela para relojeros. “La relojería se va a perder si se deja de usar reloj, lo peor es que la mayoría de los relojes son descartables, los usas cinco o seis meses hasta que se rompe o se le acaba la pila y lo tenés que tirar porque no se arreglan”, lamentó. 
“También están los que no tienen el oficio, abren un reloj para cambiar la pila y lo terminan rompiendo. Porque si no sabes donde está el punto para meter la herramienta terminas destrozando el reloj. Esos son los traviesos”, puntualizó.

Por herencia

Martín Soruco es el único de cuatro hermanos que heredó el oficio de su padre, Ángel Jesús Soruco, quien estuvo al frente del negocio por 40 años y junto a su colaborador José Cáceres forjaron el oficio en Martín. 
Con 41 años lleva la mitad de su vida dedicado al oficio y aseguró: “De a poco le vas encontrando el gusto, como todo trabajo te tiene que gustar para que te sientas cómodo y feliz con lo que haces. Con el tiempo me fui dando cuenta que me gustaba mucho, además también es mi personalidad, estar tranquilo y tener paciencia con el trabajo y también con los clientes, tener precisión. De a poco me fue apasionando esto”. 
Ubicado en el local 10 de la galería de Alberdi 53, Martín, padre de tres hijos de 19, 10 y 7 años, percibe en el menor “un poco de interés” por la tarea. “Principalmente lo que quiero es que sean felices con lo que les guste, aunque me daría algo de nostalgia que se pierda el oficio”, aseguró. 

“En los últimos 10 años hubo una caída de un 50 por ciento o más en el arreglo de relojes, pero también es una moda y accesorio necesario que no se deja de usar y trabajo siempre hay”, aseguró Soruco. 
La tarea del relojero tal vez no tenga muchas sorpresas, ya que los mecanismos no varían mucho, pero sí es necesario tener las herramienta adecuadas y precisas para el manejo de ciertos relojes de primera marca que no se pueden destapar fácilmente y mucho menos poner en riesgo el valor, que en muchos de los casos suele ser muy elevado. 
“Puedo ver desde los más económicos hasta los más finos, para los que también heredé las herramientas y los conocimientos. También tuve que aprender la enorme diversidad de relojes y problemas. Y con el tiempo me fui haciendo un profesional”, aseguró. 

Familia relojera

En calle Zuviría 186 se mantiene estoica desde hace 60 años la joyería y relojería Ret, hoy atendida por Claudia Galante Ret y con la cálida recepción de su madre, Silvana Ret. 
Claudia heredó el oficio de su padre, el italiano Bruno Galante que recién casado con Silvana decidió quedarse en Salta en plena luna de miel y aprender de su suegro la tarea que había empezado a desempeñar -apenas llegado de Italia- en la esquina de Belgrano y Güemes. 

Con 42 años de edad, Elio Ret se inició hace más de 60 años en un rubro del que no tenía ni idea y se terminaron instalando como una de las relojerías más conocidas. 
Claudia se dedica full time a la relojería y su hermana Silvana, que también maneja el oficio, colabora con el negocio pero trabaja en turismo. 
Claudia es optimista y no cree que el oficio vaya a desaparecer porque avizora en los más jóvenes un interés en comprar relojes despertadores, porque temen que el celular le pueda fallar. 
“Hay chicos a los que les encantan los relojes digitales”, dice. En su negocio hay relojes que fueron dejados hace 15 años y esperan por sus dueños. “Eso es de lo más raro, todavía tengo relojes con el precio en australes”, contó divertida     Claudia. 

 

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