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Estamos mal pero ¿vamos bien?

Sabado, 04 de mayo de 2019 00:00
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¿Cómo estamos en Salta?... Hace ya varios años, un Presidente utilizaba la frase "estamos mal, pero vamos bien" que sintetizaba la idea -no importa si concretada o no- de que, aunque la coyuntura se mostraba desalentadora, las medidas tomadas permitirían una mejora en el futuro.

En el caso de Salta, si bien la coyuntura es desalentadora, nada hay en el horizonte ni en el diseño de política que indique que las cosas serán mejores más adelante.

Doce años no son nada

Salta junto con la mayoría de las provincias del NOA y NEA lidera los peores indicadores sociales de la Argentina en términos de necesidades básicas insatisfechas (NBI), como puede advertirse -más allá de cualquier cifra que se incorpore para dar testimonio de lo señalado- simplemente visitando la periferia de la casi totalidad de los conglomerados urbanos de la Provincia.

Esta dolorosa realidad no se ha visto modificada pese a los largos años de gobierno de un mismo signo político y un mismo jefe de gobierno. Paralelamente, en los últimos años se ha advertido un descenso en la obra pública, traducida, entre otras falencias, en un incremento en el déficit habitacional y en la falta de contención de problemas sanitarios también endémicos, especialmente en ciertas regiones de la Provincia.

Sin duda, las provincias, a diferencia de la Nación, carecen de instrumentos de política económica y monetaria o cambiaria, al estar "encorsetadas" en las mismas reglas que rigen para toda la Argentina que imposibilitan la creación de moneda o la fijación de tasas de interés, por ejemplo.

No obstante, las provincias disponen de una herramienta de no poca importancia cual es el gasto público, que puede contribuir en una gran medida a transformar en algunos años el perfil de subdesarrollo en este caso- de Salta y a llevar a nuestra provincia a posiciones de mejor performance, como lo atestiguan otras provincias que, disponiendo de esta misma única herramienta, han logrado avances espectaculares en materia económica y social, sin que esto suponga obviar algunas consideraciones de liderazgos hegemónicos que pueden son objeto de críticas.

Claramente, este uso del gasto público con proyección hacia el desarrollo no ha sido el caso de Salta que, disponiendo de ingentes recursos en los últimos doce años e incluso teniendo en cuenta los que han sido más problemáticos, no supo aprovecharlos y, lejos de utilizar esos recursos para realizar obras en procura de aliviar problemas de NBI, los aplicó al engrosamiento del rubro Personal, al punto de que el empleo público en Salta llegaría a la impresionante cifra de 93.000 personas, según un medio periodístico de nuestra provincia de fecha 19 de marzo pasado, poniendo nuevamente a Salta en el triste privilegio de liderar desórdenes, sean originados en NBI o por desquicios gestados desde el sector público.

No obstante, estos desarreglos no son los únicos que puedan destacarse, porque no debe olvidarse el engendro creado bajo el nombre de "Fondo de Reparación Histórica" hecho a la medida de una visión nepotista y a contramano de las concepciones republicanas al haber engendrado un instrumento paralelo al Plan de Obras Públicas, en un descarado desaire a la Legislatura y arrogándose el Ejecutivo la potestad de definir dónde dirigir la obra pública y dónde no, más allá de que no se realizaron obras significativas de ningún tipo.

Si bien el listado de omisiones o acciones absurdas gestadas por el gobierno provincial es bastante extenso, no debe dejarse tampoco de lado el Plan Estratégico que, diseñado por personas de fuera de nuestra Provincia que pretendían que el trabajo lo hicieran salteños sin percibir retribución alguna (los salteños), no pasa de ser un listado de buenas intenciones, pero, como toda "planificación", ya desacreditada en los tiempos de la Unión Soviética, no resiste ningún análisis ni contribuye a dar resultados: ¿vamos a fijar logros para varios años por delante y no se pueden resolver los problemas básicos del presente que exhiben, por poner ejemplos elementales, canales llenos de yuyos, además de desempleo crónico y otras limitaciones severas para las que no se tiene ni el diagnóstico ni mucho menos las respuestas?

En otra columna reciente se esbozó una propuesta para un uso racional del gasto público en la Provincia dentro de un programa austero que recorte gastos superfluos y reordene la administración pública sin despidos, pero reubicando el personal por medio de concursos cerrados previo diseño funcional de las estructuras de gobierno que se necesitan y prescindiendo de organismos innecesarios, todo lo cual permitiría a lo largo de algunos años un ahorro sustancial que podría volcarse a potenciar las obras de desarrollo para ir progresivamente superando la pobreza extrema y el subdesarrollo, por lo que es innecesario reiterar aquí en estas consideraciones. Sin embargo, hay un componente fundamental sobre el que es necesario detenerse.

¿Por qué Salta carece de un buen gobierno?

En los últimos años Salta ha desdibujado renglones importantes de su potencialidad económica, y sólo cabe rescatar la dinámica de algunos pocos rubros productivos, como el turismo, la minería y el comercio, aunque este último ahora restringido por las condiciones de la economía nacional. Sin embargo, este eclipsamiento de su economía contrasta ostensiblemente con la existencia de muy buenos técnicos y profesionales, jerarquizada prestación de servicios y otras manifestaciones que muestran una Provincia que puede dar de sí más de lo que su gobierno y economía en general reflejan.

La pregunta inevitable entonces, es: ¿Por qué Salta puede ofrecer, por ejemplo, una gastronomía de elevada jerarquía y, en cambio, exhibe gobiernos en el orden provincial y de muchos municipios, mediocres si no francamente deplorables?

Una posible respuesta es que el sistema electoral de Salta inhibe a nuestros comprovincianos para poner en los puestos estratégicos a las personas con mayor idoneidad y decencia, ya que muchos políticos altamente cuestionados acceden a sus bancas “gracias” a las listas sábana, que, para ponerlo en claro, posicionan “Madres Teresa” en las cabezas de lista, pero aparecen también unos cuantos “diablos” que se cuelan por detrás, dando justificación al dicho popular: “¿y a este quién lo votó?...

No cabe duda, por lo tanto, que es imperativa una reforma electoral que destierre la concentración de poder que ostenta el Ejecutivo, que jerarquice la Legislatura y que le dé real capacidad al Poder Judicial para no verse obligado a ser funcional al gobernador de turno. 

Cuando esta reforma se cristalice, tal vez el Senado desaparezca, o los senadores representen áreas geográficas diferenciadas (Valle de Lerma, Valles Calchaquíes) porque, siendo todos los senadores salteños y muchos de ellos representando áreas con intereses económicos idénticos, no se entiende que se repitan innecesariamente.

De manera similar, una Legislatura con poder no aceptaría las transferencias de partidas, la inclusión de recursos extrapresupuestarios y la rendición “ad-libitum” del Ejecutivo varios años después, haciendo del Presupuesto algo peor que una caricatura: ¿En qué se parece a un verdadero presupuesto uno de estos, de Salta, que de 100 que se rinde por 1.000.000 décadas más tarde y cuyos rubros no concuerdan porque la partida para Educación, por ejemplo se transfirió a gastos reservados, sin duda muy reservados para las épocas electorales?...
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