¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

24°
28 de Marzo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Güemes, la crisis y la libertad

Domingo, 16 de junio de 2019 00:00

El 6 de mayo de 1815, Martín Miguel Juan de Mata Güemes asume el mando de la Gobernación Intendencia, la que comprendía las actuales provincias de Salta y Jujuy. Durante los seis años que duró el mando de la gobernación salteña, su acción principal estuvo dirigida a cumplir con la parte que le correspondía dentro del plan forjado por San Martín en 1814, el que se centraba en la defensa de la frontera salto-jujeña, en tanto el Libertador utilizaba la vía del Pacífico para llegar al corazón de la resistencia en el Perú.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

El 6 de mayo de 1815, Martín Miguel Juan de Mata Güemes asume el mando de la Gobernación Intendencia, la que comprendía las actuales provincias de Salta y Jujuy. Durante los seis años que duró el mando de la gobernación salteña, su acción principal estuvo dirigida a cumplir con la parte que le correspondía dentro del plan forjado por San Martín en 1814, el que se centraba en la defensa de la frontera salto-jujeña, en tanto el Libertador utilizaba la vía del Pacífico para llegar al corazón de la resistencia en el Perú.

En su acceso al cargo, Güemes reunió el mando político y militar que le posibilitarían unir esfuerzos para afrontar los difíciles momentos que se avecinaban, y que consistía en organizar y sostener la defensa del territorio. De tal suerte, el problema clave en la administración güemesiana era de carácter económico. Nuestro prócer debió enfrentarse a la atención de los crecidos gastos de guerra con un presupuesto exiguo.

Las tropas patriotas debieron soportar un permanente estado de miseria. En una epístola fechada en Jujuy, el 16 de mayo de 1816, José Rondeau, le comunicaba a Güemes sobre la extrema necesidad en que se encontraba el ejército: "Ayer ni hoy han tenido carne estas tropas a pesar de mil diligencias fiadas a los mismos hacendados. Son ahora las doce del día, y hago salir una partida a que traiga de las inmediaciones el ganado que encuentre, en sabiendo de quién es, veremos la conducta que se ha de observar en orden al pago".

Este tipo de misivas se reiteraron durante todo el tiempo en que se desarrollaron las campañas por la independencia.

La guerra de recursos adoptada por la vanguardia demandó los mayores sacrificios, y en especial de su jefe.

En sucesivas epístolas el gobernador Güemes manifiesta la crítica situación financiera: "Ya no se qué arbitrio tocar para proporcionarte las vacas que me pides", le escribe a Juan José Fernández Campero, Marqués de Tojo, "hoy mismo recibo cartas de Salta, las más tiernas y lastimosas, reducidas a decirme que no hay un pedazo de carne para el corto resto de tropas que allí han quedado, y que aún el pueblo toca esta sensible necesidad".

Claves del financiamiento

Una solución a la crítica situación económica empleado por la gestión de Güemes para engrosar los fondos públicos y destinados al sostenimiento de los gastos del ejército, fue la contribución a través de empréstitos.

El empréstito, práctica que tiene su origen en el "emprestado" castellano, no era un tributo más, en virtud que las sumas que los particulares facilitaron al Estado, lo fueron con la promesa de devolución.

El gobierno de Buenos Aires no se encontraba en condiciones de solventar los gastos del ejército destinado a las provincias del norte.

El aporte proporcionado siempre fue irregular e insuficiente para cubrir todas las necesidades que demandaban las tropas.

La recaudación de fondos por vía de empréstitos fue aplicada por gobernadores en diversas jurisdicciones en forma esporádica. En el gobierno de Güemes la práctica se transformó en método usual.

La primera oportunidad en que se recurrió al expediente de solicitar empréstito, fue en ocasión de marchar en socorro de los altoperuanos, los que habían quedado a merced del enemigo, tras la partida de Rondeau.

Para ello necesitaba equipar a la división de setecientos hombres que él mismo se proponía comandar. Con el objeto de recabar el consentimiento del cuerpo y el auxilio de la población, convocó al Cabildo a una reunión extraordinaria, con la participación de "la mayor y más sana parte del cuerpo".

Obtuvo el acuerdo para realizar la expedición y en la misma reunión se arbitraron las medidas para recaudar los auxilios económicos necesarios.

A este fin se formaron cuatro comisiones encargadas del acopio de los aportes que ofreciese todo el vecindario y la campaña.

Una comisión por el clero de la ciudad y de la campaña, otra por el comercio nacional y de ultramar, la tercera congregaba a los gremios de la ciudad (sastres, zapateros, albañiles, carpinteros y plateros) La cuarta recibiría los aportes de áreas rurales constituida por los curatos de El Rosario de los Cerrillos, Chicoana, Perico, La Caldera, Campo Santo, Rosario de la Frontera, Cachi, Guachipas y San Carlos. El producto de la recaudación habría de depositarse en una Junta Recaudadora, y se pasaría luego a la de Hacienda responsable de la libranza de fondos a medida que fuese necesario, y de tomar razón de lo recaudado asentándolo en los libros correspondientes.

Más no siempre fue posible cumplir con las formalidades de solicitar el consentimiento de los prestamistas. La premura por solucionar las provisiones del ejército primaba por sobre el procedimiento administrativo a observar.

Así, Martín Güemes se vio compelido a requerir de los comerciantes en tiempo perentorio sumas de dinero que les era señalada y en calidad de empréstito. Se indicaba que la petición, era por el momento y hasta tanto mejorase el estado de las cajas de la Patria. Un oficio de José Rondeau al Congreso fechado el 12 de agosto de 1819, vino a convalidar este tipo de imposiciones forzosas.

El comercio fue el sector de la actividad económica que más padeció estas exacciones. Güemes citó a los comerciantes españoles facultándolos a reunir una Junta, para que, fijaran la cuota que debían oblar conforme a su estado, capacidad y facultades.

La suma total debía ascender a doce mil pesos que de manera alguna debería bajar el empréstito requerido.

En tanto el clero, como cuerpo eclesiástico, había de contribuir con cincuenta pesos semanales sacados a los curas que ejercían sus ministerios y a los que tenían beneficios en la Catedral de Salta. Luego, los miembros del clero fueron incluidos en las listas del vecindario.

Soledad e incomprensión

Resultado de las reiteradas invasiones realistas al territorio salto-jujeño, la provincia vio aniquilado su comercio, extinguido sus capitales y consumidos sus innumerables caballos, agotado el ganado, municiones y vestuario.

La disolución del Congreso y del Directorio, y la partida del Ejército Auxiliar del Perú hacia Santa Fe, dejó como única tropa de combate a la vanguardia de Güemes y sus nobles gauchos. Inició la búsqueda de ayuda para equipar las tropas. Solicitó colaboración a los gobernadores, pero los recursos le fueron denegados. Aún ante este penoso rechazo, organizó las tropas para acudir en auxilio de San Martín en el plan que se había trazado para liberar al territorio americano.

Pero un desafortunado suceso le impidió su traslado al norte. Hubo de pasar con sus tropas a Tucumán, ante el obstáculo interpuesto por éste en el auxilio que proporcionara el gobernador de Santiago del Estero, Felipe Ibarra. Fue el preludio del fin.

Esta ausencia fue capitalizada por insurgentes que gestaron la Revolución del Comercio el 24 de mayo de 1821. Cabildantes y comerciantes se apoderaron del gobierno, depusieron a Güemes y ante la negativa de Gorriti de asumir el gobierno, designaron al coronel Saturnino Saravia. Los comerciantes fueron implacables, no estuvieron a la altura de la terrible situación que amenazaba a la Patria naciente.

En su avaricia, precipitaron el fin del gobernador. Actuaron como traidores.

Güemes arribó a Salta el 31 de mayo, se impuso sin luchar. Los rebeldes cerraron sus comercios y se fugaron a Tucumán. Una postrera invasión de Olañeta requirió la presencia de todas las divisiones para asumir la defensa de la provincia. En la noche del 7 de junio de 1821, Güemes tomó conocimiento de la ocupación de la ciudad, decidió abandonar la plaza, pero en su intento fue herido en la intersección de las actuales calles de Belgrano y Balcarce. Aún en este trance, siguió su camino internándose en un paraje inaccesible denominado Cañada de la orqueta, sitio en el que falleció el 17 de junio de 1821.

La deuda contemporánea

Hace doscientos años, Martín Güemes recurrió a medida extrema como era la de solicitar préstamos. Pero el fin justificaba esta decisión, los dineros estaban destinados al noble objeto de conseguir la libertad, aspiración la más noble y digna del hombre y de los pueblos.

En nuestro tiempo, nuestros gobernantes recurren sistemáticamente al mismo arbitrio. El resultado no parece ser óptimo, de ese importantísimo volumen de dinero que ingresa a las arcas del Estado, no se observa que se destine a obras de promoción y que beneficie a la ciudadanía, toda vez que un tercio de la población se encuentra bajo la línea de pobreza. No se avizora que esos cuantiosos recursos proporcionen empleo genuino, potencie la posibilidad de créditos destinados a otorgar valor agregado al volumen de materia prima que las pequeñas y medianas empresas podrían elaborar.

Tampoco que sirva para emprender una reforma educativa centrada en el desarrollo industrial.

Hay regiones de la Patria que carecen de obras de infraestructura que permitan un auténtico desarrollo.

En tiempos de guerra, se justifica la miseria extrema de los habitantes de la Patria. Pero en paz, es absolutamente inadmisible que, a pesar de la deuda contraída, un tercio de la población desfallezca, mientras un importante segmento de gobernantes y sus adláteres acumulan un incalculable patrimonio y no se gestiona en tiempo perentorio la restitución al Estado los dineros mal habidos.

He ahí la gran diferencia con la deuda adquirida por la administración güemesiana, con respecto a la de nuestro tiempo.

Aquella, cumplió con el objetivo de lograr la emancipación, se justifica plenamente la deuda adquirida por el gobierno de Martín Güemes.

Era la única solución posible. Nuestra deuda actual, solo es un círculo vicioso que nos empeña por generaciones.

Cabe recordar las certeras palabras de la historiadora Lic. Florencia Cornejo Linares al expresar en sesión pública del Instituto Güemesiano de Salta (17 de junio de 1977) que: “el patrón histórico redunda siempre en ejemplo para las generaciones posteriores. Se puede exigir sacrificios cuando éstos comienzan desde arriba, de la cabeza hacia abajo, como una piramidal responsabilidad patriótica y no como un holocausto de los más débiles y humildes”.

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD