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El padre Bresci y los recuerdos del presente

Domingo, 23 de junio de 2019 00:00

La entrevista al sacerdote Domingo Bresci es un llamado de atención sobre tragedias humanas que ocurrieron y ocurren, aunque a veces respondan a circunstancias diferentes.

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La entrevista al sacerdote Domingo Bresci es un llamado de atención sobre tragedias humanas que ocurrieron y ocurren, aunque a veces respondan a circunstancias diferentes.

El religioso, identificado con el movimiento tercermundista, no habló de nostalgias setentistas sino de realidades humanas presentes; sin pontificar, pero señalando problemas sociales profundos que existieron y existen.

En este punto es válido recordar que, en 1968, cuando nace el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, la Conferencia Episcopal latinoamericana emitió un texto revolucionario, un libro donde describía la situación social de América Latina a partir de los documentos del Concilio celebrado pocos años antes.

Fueron cambios que provocaron un vuelco histórico y para los sacerdotes jóvenes, el compromiso pastoral y el político se fusionaron. La Teología de la Liberación, el libro del sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, basado en información y análisis sociológico, resulta hoy notablemente lúcido. En términos del creyente, "profético". Las cuatro décadas transcurridas desde entonces muestran a una América latina diferente, que no superó su marginalidad respecto del "primer mundo", aunque la pobreza global retrocedió a la mitad, salvo en la Argentina donde trepó del 5% al 30%.

La "denuncia profética" de los curas tercermundistas tuvo variadas interpretaciones. La Acción Católica alimentó la militancia peronista de izquierda. La opción por la violencia fue uno de los grandes dilemas morales que afrontó el progresismo católico. Dar la vida por los hermanos es el arquetipo del cristianismo. Matar, en cambio, es malo, aunque las cruzadas medievales, la soberbia de la inquisición y la ilusión socialista del siglo XX hayan servido como legitimadores.

La lucha armada es un factor insoslayable en la experiencia argentina de esos años. Hoy no se la puede evaluar sin tener en cuenta la violencia del golpismo, hecho cultura en la Argentina de los sesenta, y la posterior represión militar y policial, que puso al desnudo la improvisación de los grupos insurreccionales. Tampoco puede ignorarse un régimen soviético que se encaminaba al colapso, la China del maoísmo que derivaría en capitalismo de Estado y la ya perceptible decadencia autoritaria del castrismo.

El padre Bresci, con más de 80 años, reivindica su trayectoria, sin nostalgias del pasado, sino poniendo el acento en el contenido social de la tradición y la teología cristianas. Y reivindica la mirada social del papa Francisco.

Destaca la sensibilidad de Bergoglio hacia el pobre. Francisco muestra posiciones políticas que son contradictorias, ya que por momentos parece un enemigo de la democracia y del capitalismo. El "pobrismo" y el "socialismo" resultan equívocos en el siglo XXI, porque la condición de "pobre" no realiza a nadie, la esperanza para salir de la pobreza está puesta en Europa y en los Estados Unidos, a donde se dirigen los inmigrantes, y la gente huye de Venezuela mientras que a nadie se le ocurre asilarse en Cuba (donde no los dejarían entrar).

Contrariamente a lo que suele creerse, las posiciones políticas de la Iglesia como institución suelen ser desacertadas. La religión es la imposición del "deber ser" y la política es "hacer lo posible". El Paraíso no está en la tierra, ni puede estar. El movimiento tercermundista, de matriz esencialmente cristiana, aunque heterodoxo, fue más que un movimiento político. Un movimiento político que, como señala el sacerdote, se desarticuló tras los asesinatos de José Rucci y del sacerdote Carlos Mugica, la muerte de Perón y las tremendas fisuras internas que fue provocando la radicalización política.

Hoy Francisco impulsa y sostiene la Teología del Pueblo, en un país que luego de 36 años de democracia afronta un problema social para el que la política no tuvo aún respuestas: la degradación del empleo y la exclusión del sistema laboral de no menos del 15% de la población argentina.

Para la Iglesia, progresista o conservadora, sin equidad no puede haber paz social. Y aquí aparece el riesgo de la tentación mesiánica y el voluntarismo, porque la paz social, lo demuestra la historia, no se construye con estridencias, con piquetes ni con subsidios, sino con sabiduría y trabajo decente.

 

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