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Un demócrata en la tormenta

Jueves, 18 de julio de 2019 20:40

El 15 abril de 1973, Fernando de la Rúa era elegido senador nacional por la Capital Federal, en representación de la Unión Cívica Radical. Su oponente en dicha elección en representación, como extrapartidario, del Frente Justicialista de Liberación Nacional, fue Marcelo Sánchez Sorondo, militante nacionalista, admirador de Mussolini y de Francisco Franco, cuya candidatura fue impuesta por Héctor Cámpora, ya consagrado presidente de la República.

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El 15 abril de 1973, Fernando de la Rúa era elegido senador nacional por la Capital Federal, en representación de la Unión Cívica Radical. Su oponente en dicha elección en representación, como extrapartidario, del Frente Justicialista de Liberación Nacional, fue Marcelo Sánchez Sorondo, militante nacionalista, admirador de Mussolini y de Francisco Franco, cuya candidatura fue impuesta por Héctor Cámpora, ya consagrado presidente de la República.

En marzo, la fórmula Cámpora - Solano Lima había ganado las elecciones presidenciales convocadas por la dictadura militar, con un porcentaje del 49,56% de los votos, Ricardo Balbín y Gabriel Dumond (UCR) no se presentaron a la segunda vuelta electoral.

Aquella victoria de De la Rúa constituyó sin ninguna duda un hito en la lucha por la restauración de los valores democráticos y republicanos en la Argentina. Téngase en cuenta el ambiente político que se vivía en esa época, con una dictadura militar entregando a regañadientes el poder, y con un peronismo avasallador que apañaba y demoraba en condenar la actuación de violentos movimientos guerrilleros, que con soberbia y elitismo se arrogaban la representación del pueblo argentino, lo que permitió que la represión encabezada primero por López Rega, y luego por el gobierno militar, lo utilizaran como pretexto para desatar la crueldad represiva más dramática de la historia argentina.

Y allí, en ese enrarecido y patético contexto político y social, Fernando de la Rúa, de sólo 35 años, se alzaba en solitario con un triunfo electoral con el voto mayoritario de los ciudadanos de la ciudad de Buenos Aires. El joven cordobés, egresado con medalla de oro de la Universidad Nacional de Córdoba y brillante abogado, daba un claro testimonio de lucha, entrega y convicción por los valores republicanos, iniciando una prolífica carrera política. En 1991, el presidente Carlos Menem, con la autoría de Domingo Cavallo, enviaba al Congreso un proyecto de convertibilidad monetaria, que fue convertido el 27 de marzo de ese año, en la Ley N§ 23928. Se iniciaba así un proceso de desmantelamiento y enajenación de la economía argentina. Se congeló el tipo de cambio monetario, y se abrió indiscriminadamente la economía, lo que constituía un verdadero cóctel explosivo, generó la ilusión de una economía floreciente del primer mundo, cada vez que se importaba una heladera con un dólar subvaluado, se perdían cinco empleos en la Argentina, se desindustrializó el país, perdimos capacidad competitiva en el comercio exterior, lo que terminó de la única forma que podía suceder, como lo fue en 2002.

La presidencia de De la Rúa

Se podría decir que Fernando de la Rúa ganó las elecciones de 1999 con el slogan de campaña "durante mi gestión, un peso, un dólar", y que fue el único responsable de la caída de la convertibilidad y la debacle económica de 2002 que derivó en la pesificación asimétrica y forzada por las circunstancias. Constituye una gran injusticia histórica y política, y una manifestación de hipocresía social pretender convertir a la figura del expresidente, como se hace a menudo, en el único "chivo emisario" de lo sucedido en la economía argentina, que terminaron con la conclusión intempestiva de su mandato constitucional.

Debemos todos los argentinos, y especialmente los sectores políticos, intelectuales, economistas, empresarios, sindicalistas, el periodismo y todos los factores de poder y de opinión, recapacitar y asumir cada uno su cuota de participación y responsabilidad, en la aceptación sin reparos y con total conformismo, del espejismo de la política de paridad monetaria con el dólar, que inexorablemente nos llevaba al caos político, económico y social. El sistema de convertibilidad monetaria, instituido por Menem y Cavallo, se transformó en un enorme volcán que emitía señales de humo durante toda la década del 90 ante la indiferencia general, hasta que hizo erupción emitiendo la lava destructiva con las consecuencias que todos conocemos. Todo ello, implica falta de gestión y participación ciudadana, tanto de gobernantes como de gobernados, abulia ciudadana que nos llevó a la Plaza de Mayo, a apoyar la irresponsable y temeraria invasión de Malvinas, sin la necesaria preparación militar, y la aceptación incondicional de la convertibilidad monetaria.

El consenso imposible

La sociedad no estaba preparada ni dispuesta al debate político y económico para encarar colectivamente la solución o salida del perverso corset monetario y cambiario, y los pocos que cuestionábamos tal sistema y reclamábamos su discusión pública éramos vituperados. Es en ese contexto de dificultades y percepción social, en el que debe analizarse y considerarse la gestión del gobierno de la Alianza, ponderando con seriedad y ética de la responsabilidad, las escasas o nulas posibilidades que tenía la coalición gobernante, para encarar con el necesario consenso político, las medidas conducentes para evitar o aminorar los efectos inexorables de la equivocada y desastrosa política económica y monetaria instaurada en 1991. Contémplese también, en este necesario análisis, la falta de total apoyo de los organismos financieros internacionales, especialmente el Fondo Monetario Internacional, a las alternativas de solución que proponía el gobierno. Seguramente, el juicio de la historia permitirá evaluar con veracidad y equidad la actuación pública y política del expresidente de la Rúa, recientemente fallecido, que supo enarbolar con tesón y valentía, los valores democráticos y republicanos, a quién desde estas líneas efectuamos, como ciudadanos, un respetuoso reco nocimiento por su labor patriótica, pública y privada.

 

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