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Ángela Becerra: “Las luchas en la que estamos las mujeres hoy son parecidas a las de ayer”

La escritora colombiana Ángela Becerra, que obtuvo el Premio Lara 2019 por “Algún día, hoy”, pasó por Buenos Aires y dialogó con El Tribuno sobre la historia de más de 800 páginas basada en la vida de una joven de 23 años que en la década del 20 lideró la primera huelga femenina en una fabrica textil de Colombia. Allí se cruzan desigualdades de género, amor y romance, y sobre todo un espíritu de lucha irrenunciable.
Lunes, 29 de julio de 2019 09:36

 

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Marina Cavalletti
El Tribuno

 

¿Cómo surgió la idea de “Algún día, hoy”? 
Tiene que ver con algo bastante insólito, y es que yo no veo nunca la televisión. Puedo hacer cualquier cosa, como leer, esculpir, pintar, menos ver la televisión porque me aburre. No sé por qué razón, pero una noche en la que no podía dormir y en la que estaba en un hotel en Cartagena de Indias, pongo la televisión a la medianoche, y se me aparece la cara de esta niña. Para mí fue un arte de magia, porque yo siento que me estaba viendo a mí, mientras el locutor iba diciendo “esta joven de 23 años que lideró la primera huelga femenina en Colombia...” quedó sepultada en el olvido. Yo anoto el nombre de ella y pienso “esto es una injusticia tremenda”. Paro lo que iba a empezar, que era otra novela y me dedico a investigar sobre ella para devolverla a la vida. Me di cuenta de que iba a ser un trabajo muy arduo, porque me iba a llevar a estudiar los principios del siglo pasado. Es como cuando te enamoras a primera vista, y empiezas a investigar, y me salía la fecha de nacimiento de ella, información sobre la huelga, que había personas que la llamaban de otra manera, y luego sobre el día de su muerte. Pensé que me había metido en “camisa de once varas” porque había que trabajar mucho. Pero se convirtió en un reto para mí, además en un compromiso moral y también por esta palabra que está tan de moda ahora y que es la “sororidad”. Por empatizar y por pensar que no es justo lo que han hecho con ella.

¿De qué manera transitaste esa investigación?
Mientras más investigaba, más me gustaba. Tomé un avión en Cartagena y en lugar de regresar a mi casa, me fui a Medellín, me metí en los archivos de dos universidades, en la EAFIT y en la Biblioteca Pública Piloto, que tenían una gran cantidad de fotografías de la época. Hubo dos fotógrafos importantes, que uno se dedicó a fotografía a la clase alta y el otro a la clase baja, por lo que cubría todo el rango de época de una manera impresionante. Yo iba fotocopiando y las mismas imágenes me iban regalando una cantidad de información tremenda.
Luego tuve una persona maravillosa que me consiguió muchos libros, así que me regresé a Barcelona con dos maletas llenas y con fotocopias que había sacado. Estuve un año trabajando sobre todo el material recogido e hice un libro de 300 páginas que reunía por segmentos la época histórica, los hechos que incidían en ese momento, el costumbrismo, los lugares, los cambios tecnológicos, los cambios políticos. En base a eso, yo iba a meter una ficción pero arropada por esa realidad que estaba estudiando. 
Yo disfruto mucho de la antesala de la escritura, cuando empiezas a cincelar los personajes. La fotografía de esta joven la llevo a lo de una fisonomista amiga y coincidimos en muchas cosas porque su rostro ya dice muchísimo, y sé que hay que crearle todo el pasado que no existe, pero sin embargo existe. Una cosa importante y que se sabía que ella era una hija natural, de una madre que también había sido una hija natural, de una abuela que también lo había sido, y que era una generación de mujeres bastardas que habían ido perpetuando el apellido materno. También sabía, es que su madre después del parto, empieza a tener episodios de enajenación y que acaba en un manicomio, algo que también era interesante para novelarlo. Después es una nebulosa tremenda hasta el momento en que ella aparece en la huelga, luego la desaparición y el final.
¿Todo ese proceso te permitió ficcionalizar?

Claro. Eso fue un regalo para mí, como escritora, porque me iba a permitir fabular al no haber documentación del pasado. Yo iba a poder manejar aquel personaje y darle una fuerza y un interés para llevarla a la cúspide de lo que ella realmente había logrado, ser la heroína y líder de la primera huelga femenina que se había dado, y de las primeras en Latinoamérica. Entonces, la labor de construcción del personaje me llevó a indagar en lo mío y a empezar a fusionarme con ella y regalarle muchas cosas mías. Por eso se crea esa unidad, incluso a la hora de hablar, y que es una cosa que me cuesta mucho luego abandonar porque es como que se hace amiga mía de verdad. Es un personaje que está vivísimo en mí y yo me identifico muchísimo con ella porque tengo un pasado muy vegetal, de correr por el bosque y meterme en los charcos, y eso era muy afín a ella. Cuando imagino su parto yo ya estoy muy sumergida en parte de mi niñez y sin darme cuenta, ella se va nutriendo de mí y yo me voy nutriendo de ella, y se crea esa simbiosis tan fantástica que se ve a lo largo de toda la novela.

Si bien Betsabé es de algún modo una heroína local, que nació y vivió en Colombia, ¿cómo pensás que puede ser tomada por las mujeres de otros países en esta actualidad de luchas?
Para mí esta es una historia universal. Sucede en Colombia, pero podría haber sucedió en Argentina, en Inglaterra o Brasil. No tiene nacionalidad este tema, porque la injusticia y toda la lucha en la que estamos, es desgraciadamente muy parecida. Esta mujer está luchando por tener un salario igual al de los hombres, porque se respeten sus cuerpos y que no se las vea como objeto sexual, porque no que se las explote en el trabajo ni se las humille.
Digamos que aun cuando haya algunas diferencias hoy en día, las luchas importantes siguen siendo las mismas. Creo que Betsabé podría estar hoy en un micrófono hablando en las Naciones Unidas como hizo Emma Watson, pidiendo por la igualdad. Es una mujer además femenina, que no está buscando ocupar el espacio de los hombres, sino que está reivindicando desde su lugar el respeto, desde su femineidad. En eso está muy a la orden del día, es muy actual.

En una nota afirmaste que acordás con un Feminismo que incluyera a los hombres y donde las mujeres pudiéramos estar orgullosas de nuestra femineidad ¿Creés que la novela refleja esto de la inclusión del hombre?
En muchas entrevistas he hablado que este feminismo me parece mucho más equilibrado y real, porque, sin cargarme el feminismo que hubo en los años ’60 y ’70, era un feminismo que quería abrir caminos pero quería hacerlo cargándose al hombre e imitando actuaciones masculinas, viriles, en busca de un respeto y espacio. Y no era de esa manera, porque si hubiese sido así, eso hubiese tenido éxito. El hombre se sintió usurpado, y las cosas además no funcionan con la violencia.
Yo cuando empecé a escribir esta novela en el 2013 y el Feminismo actual que surge, todavía no había empezado. Toda esta corriente que se ha instaurado y que creo que va a salir adelante. Es un feminismo que está respetando la femineidad, el talento femenino, la intuición femenina, la maternidad que la enaltece, la capacidad de sentir y organizar, todo eso. Y está regalándole al hombre la posibilidad de descargarse de un peso que lo obligaba a ser el fuerte y el que se contenía de las emociones. Hay que sacarlo de allí, en la medida en que el sienta que no se le está usurpando su lugar sino que se le está ofreciendo ser un ser humano.

¿Considerás que tu literatura puede servir en particular para que se modifiquen un poco estas costumbres?
Para mí, esta novela es un grano de arena. Creo que todos los seres humanos desde el lugar que ocupamos en la sociedad, tenemos la obligación de tratar de que el mundo sea más equitativo, más justo y mejor. ¿Qué le puedo aportar yo? Puedo aportar desde la escritura, que es mi oficio. Pero aunque este sea solo un grano de arena, si otros tantos también ponen su grano de arena, se va a crear finalmente la tempestad que va a hacer un cambio. Pero si vamos a esperar que otros lo hagan, entonces todo se va a quedar detenido.

Sos la segunda escritora más vendida en tu país, después de García Márquez...
En realidad, es algo que no lo digiero ni lo pienso. Yo tengo 62 años, y he vivido más de la mitad de mi vida en épocas muy duras aunque ahora, gracias a Dios, estoy bien. Lo único que me queda de aquí para adelante, es ser feliz escribiendo. Y algo que me regala el hecho de estar fuera de mi país es la capacidad de abstracción. Yo me meto en mi universo, escribo, hay un momento en que tengo que salir a mostrar lo que escribo. Esta novela en particular pensé que no la iba a terminar nunca, porque llegó un momento en que crecía tanto que no sabía cuándo se iba a acabar. Ocupa el largo de son dos novelas mías, y podría tener mucho más.
Hay personajes secundarios que empezaron a crecer y que podrían haber aportado mucho más, pero decidí que iba a disfrutar con el camino sin preocuparme tanto. Luego aparece esta revolución feminista en el 2015, el movimiento #MeToo, mientras yo estaba justo escribiendo esta novela de casualidad. En ese momento pensás “wow, si esta novela saliera ahora sería algo increíble” pero después me dije “cuidado, que en realidad estás escribiendo para ser feliz, tranquila, esta novela se va a acabar cuando ella quiera”, me tranquilicé y se acabó cuando se acabó.


 

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