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¿Guatemala o Guatepeor?

Martes, 10 de septiembre de 2019 01:35

Escila y Caribdis. En la mitología griega, Escila y Caribdis eran dos monstruos situados en el Estrecho de Messina, constituyendo uno una afilada peña, y el otro, un peligroso remolino, considerados ambos como peligros fatales, los que debido a situarse muy próximos entre sí implicaban para los marineros el riesgo de caer "en brazos" de uno cuando trataban de escapar del otro.

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Escila y Caribdis. En la mitología griega, Escila y Caribdis eran dos monstruos situados en el Estrecho de Messina, constituyendo uno una afilada peña, y el otro, un peligroso remolino, considerados ambos como peligros fatales, los que debido a situarse muy próximos entre sí implicaban para los marineros el riesgo de caer "en brazos" de uno cuando trataban de escapar del otro.

En la Argentina de hoy, para muchos, el Gobierno nacional actual que busca su reelección representa a uno de estos monstruos, en tanto que la oposición es equivalente al otro, no faltándoles tal vez razón ya que, en el caso del gobierno, aun teniendo en su haber numerosas e importantes realizaciones como la revolución de los aviones, el enorme avance del ferrocarril luego de décadas de desinversión, las nuevas energías sustentables, numerosas obras de saneamiento, licitaciones de obras públicas transparentes y con ahorro de costos y sin duda lo más importante- haber respetado las instituciones republicanas, tiene en su contra sin embargo lo que para algunos es lo más importante o lo que cuenta en definitiva, que es el deterioro de los ingresos reales debido a la indomable inflación a la que se ha unido un estancamiento económico. Por su parte, la oposición carga con el peso de la gestión del matrimonio Kirchner que orilló la transgresión republicana con sus "escraches", sus peleas con países vecinos y otros, su alineamiento con el chavismo y madurismo de Venezuela a la que no se reconoce como una dictadura tal como lo sostiene el candidato a presidente, Alberto Fernández- el acuerdo con Irán y el asesinato del fiscal Nisman que no se condenó debidamente y en cambio hubo ensañamiento personal contra él aun después de muerto, las graves acusaciones de corrupción relacionadas con la obra pública que involucran a la candidata a la vicepresidencia, Cristina Fernández, y, recientemente, declaraciones de franco tinte populista y obsoleto, como la propuesta de reforma agraria del dirigente kirchnerista Grabois.

¿Muchos culpables?

Sin duda, así como el gobierno actual tiene todo el derecho de reclamar los méritos de los logros alcanzados y recientemente destacados, también tiene el deber de cargar con las culpas por no haber podido reducir la tasa de inflación y haber producido una caída en el PBI.

Sin embargo, no sería justo desconocer la cuota de responsabilidad, aunque sea indirecta, de una parte importante de los economistas, quienes con actitudes más cercanas a la fe que a las posturas científicas, adhieren a pies juntillas a las hipótesis que sostienen que la inflación obedece excluyentemente a la existencia de un déficit fiscal que le exige al gobierno endeudarse con la propia economía imprimiendo billetes o con el extranjero pidiendo préstamos, siendo esta inyección de dinero, "inflacionaria", al presionar sobre los mismos bienes y servicios producidos.

Más allá de que el déficit fiscal representa claramente una distorsión para la economía en tanto no se logre su reducción, cuanto menos, no es en absoluto cierto que la "única" fuente de inflación sea el déficit, por varias razones. En primer lugar porque el gobierno actual ha logrado efectivamente reducirlo, pese a lo cual la inflación no solo no ha disminuido sino que se ha incrementado a valores cercanos al doble del existente al comienzo de su mandato. Adicionalmente, muchas economías han padecido y soportan déficits aproximadamente similares aunque con tasas de inflación muy diferentes entre sí, estando el ejemplo de la propia Argentina durante la Convertibilidad en que la tasa de inflación fue próxima a cero e incluso negativa, a la vez que el déficit fiscal se mantuvo presente en muchos años.

A todo esto, cabe preguntarse por qué los economistas que comparten con el gobierno su hipótesis de la inflación-déficit son en general muy críticos de los resultados económicos del gobierno, siendo que ellos no proponen recetas diferentes, más allá de la cosmética "gradualismo-shock" y algunas puestas escénicas mediáticas.

Sorprende que, siendo por demás visible que los precios aumentan porque obviamente hay "alguien" que los incrementa, y no siendo muy difícil descubrir quién o quiénes son esos "alguien", una parte importante de los economistas, como se decía, no preste atención a este hecho evidente y compartan en cambio la hipótesis gubernamental, sin que esto les impida criticar al gobierno. ¿Extraño, no? Por cierto, no faltará algún mal pensado que se imagine que tales economistas, muchos de ellos consultores de las empresas que son principales sospechosas de los aumentos de precios, teman por sus puestos de trabajo y no se animen a decir que "el emperador está desnudo", o, más rigurosamente, que tal vez está "demasiado abrigado".

¿Y la oposición? Por supuesto, no corresponde atribuir a la oposición el recrudecimiento de la inflación y demás complicaciones de la economía con sus proyecciones sociales que son -categóricamente- responsabilidad del gobierno actual. Sin embargo, no escapa al agudo lector que el discurso opositor se limita, en general, a listar los errores del Gobierno aunque con mucha mayor altisonancia ahora que antes del resultado de las PASO, cabe agregar, pero en cambio no se oyen o leen demasiadas propuestas, tales

como: “la inflación no obedece a las causas que señala el Gobierno, sino a estas otras (sigue la explicación alternativa)”; “la deuda externa se respetará”, o bien, “no se respetará”, etc.

En otras palabras, la oposición -con toda justicia por supuesto- capitaliza los errores del Gobierno, pero no abundan explicaciones de cómo dará forma a sus hipotéticos aciertos.

¿Guate-razonable y guate-aceptable?

Lo ideal para evitar a Escila y Caribdis sería encontrar una ruta alternativa a ambas, pero lo concreto es que esa ruta una propuesta diferente tanto a “Guatemala” como a “Guatepeor”- es improbable que sea tomada y entonces cabe preguntarse si no sería posible que ambos contendientes busquen minimizar los riesgos que se asocian a “elegir el mal menor” como quiera que se defina- y que, consecuentemente, acercarse a Escila o a Caribdis no represente un nuevo naufragio, al ofrecer a la sociedad denominadores comunes constructivos: respeto escrupuloso a la República y sus instituciones; compromiso sincero de buscar las verdaderas causas de la inflación sin “dogmas de fe” ni “relatos”; una atención prioritaria a los sectores más vulnerables hasta alcanzar el pleno empleo; mantenimiento del respeto a los contratos existentes y a crearse; honrar las deudas, etcétera.

 Seguramente, a un observador imparcial deberá parecerle inconcebible que, de un lado, el sentido común este ausente por parte de economistas dentro o fuera del gobierno- que comparten una adhesión religiosa por el equilibrio fiscal, pero no parece preocuparles que otro pilar fundamental de la Economía que es la imperativa necesidad de competencia en la formación de precios y salarios, pase desapercibida o, peor aún, que se le vuelva la espalda con inconcebible torpeza, si es que no con perversa complicidad hacia quienes incumplen esta premisa. Asimismo, ese observador no podría entender que uno de los contendientes en la liza electoral defienda dictaduras con explícitas violaciones a los derechos humanos y proponga la reforma agraria, en flagrante violación a los principios constitucionales.

 Parece razonable que, por una vez al menos, los argentinos no tengamos que empezar de nuevo posicionados nuevamente en alguna de las eternas “banquinas” que hace largas décadas que, obviamente por supuesto, no nos llevan a ninguna parte, como no sea a profundizar nuestra absurda decadencia, ¿verdad?
 

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