¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

21°
23 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Ema Wolf: "Nunca me gustaron mucho las historias con niños, tampoco en mi infancia"

En el libro “Las vacas mágicas y otros problemas” incorpora textos inéditos y otros ya publicados en torno a un enigma: el amor. La escritora hace un análisis de la infancia.
Miércoles, 11 de septiembre de 2019 11:58

Un murciélago que se ocupa del sexo de las flores, un gato enamorado de una lata y una noche galante que quiere conquistar a un gallo, directa y sin rodeos, configuran el universo del absurdo creado por la escritora Ema Wolf en su último libro de cuentos “Las vacas mágicas y otros problemas”, donde incorpora textos inéditos y otros ya publicados en torno a un enigma: el amor.
“El amor poliniza todo los textos”, dijo la autora de “Pollos de campo” y “La casa bajo el teclado”, que este año recibió el Pregonero de Honor en literatura infantil y juvenil, acerca del volumen publicado por Norma y con ilustraciones de Matías Trillo, en el que reunió once cuentos mágicos y un apéndice enciclopédico de brujas famosas.
“No me conformo con cualquier idea porque no me entretiene cualquier historia. Este registro representa para mí la normalidad. Me uso como medida de la tolerancia del lector: si yo bostezo, el lector va a bostezar, no importa qué edad tenga. Los chicos solo son personas que nacieron hace poco, así que no tengo porqué hacer diferencias”, dijo en una entrevista a la Agencia Télam. 
“Existe una masa muy grande de lectores potenciales formada por los chicos y los adultos que se ocupan de sus lecturas, a los que llegamos por carriles propios, con ventas interesantes que no dependen de los espacios que nos dediquen los medios. La nuestra es una literatura sencilla, no es experimental ni de vanguardia”, agregó.
Este año, la escritora Wolf fue una de las ganadoras de los Premios Pregonero 2019, impulsados desde 1990 por la Fundación El Libro, entidad que organiza la Feria del Libro Infantil y Juvenil. Obtuvo el galardón “Pregonero de Honor”
El objetivo de estos reconocimientos fue dar público reconocimiento a los difusores de la literatura infantil y juvenil argentina en diferentes ámbitos de actividad y del país.
En esta edición el jurado estuvo conformado por la escritora Ruth Kaufman; la periodista y especialista en LIJ Daniela Azulay; la escritora y especialista en LIJ Graciela Pellizzari; con la presidencia de la editora Betina Cositorto.
Además reconocieron con el premio ‘Pregonero a Especialista‘ a Alicia Zaina (CABA); en Periodismo Gráfico fue distinguido el Periódico Cordones Desatados, de Periodismo por Chicos (CABA); en Periodismo Radial la distinción fue para el programa ‘Deja que te cuente‘ de la Biblioteca del Congreso de la Nación y en Periodismo Televisivo fue reconocido el programa ‘Palabras que trae el viento‘, Canal 7 (Rawson, Chubut).
Como otros de sus títulos, el libro se sustrae al género fantástico.
Es curioso, porque me gusta mucho el realismo duro en la literatura. Me refiero a autores como Quiroga, Ciro Alegría, Graciliano Ramos, Roa Bastos, los escritores del sur de los Estados Unidos. Pero a la hora de escribir me vuelvo hacia esa otra zona, que también me atrapa: el género fantástico. Es como si me llamaran desde otro lugar, al que acudo con felicidad, y que sin duda tiene que ver con mi infancia. Después vinieron los relatos naturalistas, los folletines, las novelas de aventuras, pero en el principio fueron los cuentos de hadas. Este resorte se acciona en mí con naturalidad, lo mismo que el humor. No puedo decir qué logro haciendo este tipo de literatura, simplemente porque no tengo propósitos con respecto a la literatura. Rechazo los propósitos como lectora y me siento eximida de ellos como autora. No se me ocurre otra explicación más que la distancia entre el placer y el embole, si se me permite el término.
¿Y qué le permiten esos registros  del humor y el absurdo?
No me conformo con cualquier idea porque no me entretiene cualquier historia. Este registro representa para mí la normalidad. Me uso como medida de la tolerancia del lector: si yo bostezo, el lector va a bostezar, no importa qué edad tenga. Los chicos solo son personas que nacieron hace poco, así que no tengo porqué hacer diferencias. Nunca me gustaron mucho las historias con niños, tampoco en mi infancia. Para niña, me tenía a mí, una nena como cualquier otra, así que mejor ir a buscar seres y acontecimientos más interesantes: una hechicera, un pescador de perlas, un buen naufragio. Para eso estaban los libros; para ofrecerme lo ajeno, lo extraño, lo remoto, lo inimaginable. Era lo que yo quería. Otros lectores buscan otras cosas. Es fascinante: no hay dos lectores iguales. Por eso no tengo muchas historias con niños, y, cuando aparecen, raramente tienen el rol protagónico. Si hay una planta carnívora, la protagonista es la planta. Eso no se discute. Cuestión de jerarquías.
Son cuentos que le exigen una significación ¿cómo trabaja los libros, piensa en un lector?
Hay un lector tácito en todo acto de comunicación; cuando alguien habla, escribe, compone, presupone un receptor, aunque esté solo, no piense en publicar o nadie nunca lo escuche. Otra cosa es pensar en un lector concreto, predeterminado, de cierta edad y condición; dibujarlo antes en función de lo que pretendés, como ocurre con el mensaje publicitario. A mí me demanda la idea, no el lector. Tengo que ser consecuente con la idea y trabajar en armonía para lograr un texto coherente. Si necesito una palabra de uso infrecuente, no la resigno pensando que el lector no la va a entender. Y no le doy todo al lector, le doy algo, y también le retaceo. De ese modo tiene aire, puede agregar lo suyo, hacer un movimiento cooperativo con el texto, rellenar los huecos, como decía Umberto Eco. La literatura para chicos está llena de textos saturados. Si avanzás tanto sobre el espacio del lector generás lectores pasivos, perezosos.
Tal vez eso diga por qué la LIJ no goza de la visibilidad que otras literaturas...
Nunca me desveló el tema, y tampoco veo que desvele a mis colegas. Tal vez porque tenemos la visibilidad que necesitamos. Existe una masa muy grande de lectores potenciales formada por los chicos y los adultos que se ocupan de sus lecturas, a los que llegamos por carriles propios, con ventas interesantes que no dependen de los espacios que nos dediquen los medios. La nuestra es una literatura sencilla, no es experimental ni de vanguardia. Tiene sus fuentes en los relatos tradicionales, los cuentos populares, las fábulas, las leyendas. En esas fuentes, en su épica, en su mitología, abrevó también mucha literatura sofisticada; la nuestra no lo es. Convoca a un lector inicial, un individuo completo y perfecto, que recién se está adentrando en las formas del relato y del idioma, que todavía no tiene un vocabulario muy amplio, ni aliento para abordar textos muy largos. Cada vez más pienso a la literatura para los chicos en el territorio de la literatura popular, que goza de la gratitud de muchos y no del reconocimiento de los ilustrados.
 

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Un murciélago que se ocupa del sexo de las flores, un gato enamorado de una lata y una noche galante que quiere conquistar a un gallo, directa y sin rodeos, configuran el universo del absurdo creado por la escritora Ema Wolf en su último libro de cuentos “Las vacas mágicas y otros problemas”, donde incorpora textos inéditos y otros ya publicados en torno a un enigma: el amor.
“El amor poliniza todo los textos”, dijo la autora de “Pollos de campo” y “La casa bajo el teclado”, que este año recibió el Pregonero de Honor en literatura infantil y juvenil, acerca del volumen publicado por Norma y con ilustraciones de Matías Trillo, en el que reunió once cuentos mágicos y un apéndice enciclopédico de brujas famosas.
“No me conformo con cualquier idea porque no me entretiene cualquier historia. Este registro representa para mí la normalidad. Me uso como medida de la tolerancia del lector: si yo bostezo, el lector va a bostezar, no importa qué edad tenga. Los chicos solo son personas que nacieron hace poco, así que no tengo porqué hacer diferencias”, dijo en una entrevista a la Agencia Télam. 
“Existe una masa muy grande de lectores potenciales formada por los chicos y los adultos que se ocupan de sus lecturas, a los que llegamos por carriles propios, con ventas interesantes que no dependen de los espacios que nos dediquen los medios. La nuestra es una literatura sencilla, no es experimental ni de vanguardia”, agregó.
Este año, la escritora Wolf fue una de las ganadoras de los Premios Pregonero 2019, impulsados desde 1990 por la Fundación El Libro, entidad que organiza la Feria del Libro Infantil y Juvenil. Obtuvo el galardón “Pregonero de Honor”
El objetivo de estos reconocimientos fue dar público reconocimiento a los difusores de la literatura infantil y juvenil argentina en diferentes ámbitos de actividad y del país.
En esta edición el jurado estuvo conformado por la escritora Ruth Kaufman; la periodista y especialista en LIJ Daniela Azulay; la escritora y especialista en LIJ Graciela Pellizzari; con la presidencia de la editora Betina Cositorto.
Además reconocieron con el premio ‘Pregonero a Especialista‘ a Alicia Zaina (CABA); en Periodismo Gráfico fue distinguido el Periódico Cordones Desatados, de Periodismo por Chicos (CABA); en Periodismo Radial la distinción fue para el programa ‘Deja que te cuente‘ de la Biblioteca del Congreso de la Nación y en Periodismo Televisivo fue reconocido el programa ‘Palabras que trae el viento‘, Canal 7 (Rawson, Chubut).
Como otros de sus títulos, el libro se sustrae al género fantástico.
Es curioso, porque me gusta mucho el realismo duro en la literatura. Me refiero a autores como Quiroga, Ciro Alegría, Graciliano Ramos, Roa Bastos, los escritores del sur de los Estados Unidos. Pero a la hora de escribir me vuelvo hacia esa otra zona, que también me atrapa: el género fantástico. Es como si me llamaran desde otro lugar, al que acudo con felicidad, y que sin duda tiene que ver con mi infancia. Después vinieron los relatos naturalistas, los folletines, las novelas de aventuras, pero en el principio fueron los cuentos de hadas. Este resorte se acciona en mí con naturalidad, lo mismo que el humor. No puedo decir qué logro haciendo este tipo de literatura, simplemente porque no tengo propósitos con respecto a la literatura. Rechazo los propósitos como lectora y me siento eximida de ellos como autora. No se me ocurre otra explicación más que la distancia entre el placer y el embole, si se me permite el término.
¿Y qué le permiten esos registros  del humor y el absurdo?
No me conformo con cualquier idea porque no me entretiene cualquier historia. Este registro representa para mí la normalidad. Me uso como medida de la tolerancia del lector: si yo bostezo, el lector va a bostezar, no importa qué edad tenga. Los chicos solo son personas que nacieron hace poco, así que no tengo porqué hacer diferencias. Nunca me gustaron mucho las historias con niños, tampoco en mi infancia. Para niña, me tenía a mí, una nena como cualquier otra, así que mejor ir a buscar seres y acontecimientos más interesantes: una hechicera, un pescador de perlas, un buen naufragio. Para eso estaban los libros; para ofrecerme lo ajeno, lo extraño, lo remoto, lo inimaginable. Era lo que yo quería. Otros lectores buscan otras cosas. Es fascinante: no hay dos lectores iguales. Por eso no tengo muchas historias con niños, y, cuando aparecen, raramente tienen el rol protagónico. Si hay una planta carnívora, la protagonista es la planta. Eso no se discute. Cuestión de jerarquías.
Son cuentos que le exigen una significación ¿cómo trabaja los libros, piensa en un lector?
Hay un lector tácito en todo acto de comunicación; cuando alguien habla, escribe, compone, presupone un receptor, aunque esté solo, no piense en publicar o nadie nunca lo escuche. Otra cosa es pensar en un lector concreto, predeterminado, de cierta edad y condición; dibujarlo antes en función de lo que pretendés, como ocurre con el mensaje publicitario. A mí me demanda la idea, no el lector. Tengo que ser consecuente con la idea y trabajar en armonía para lograr un texto coherente. Si necesito una palabra de uso infrecuente, no la resigno pensando que el lector no la va a entender. Y no le doy todo al lector, le doy algo, y también le retaceo. De ese modo tiene aire, puede agregar lo suyo, hacer un movimiento cooperativo con el texto, rellenar los huecos, como decía Umberto Eco. La literatura para chicos está llena de textos saturados. Si avanzás tanto sobre el espacio del lector generás lectores pasivos, perezosos.
Tal vez eso diga por qué la LIJ no goza de la visibilidad que otras literaturas...
Nunca me desveló el tema, y tampoco veo que desvele a mis colegas. Tal vez porque tenemos la visibilidad que necesitamos. Existe una masa muy grande de lectores potenciales formada por los chicos y los adultos que se ocupan de sus lecturas, a los que llegamos por carriles propios, con ventas interesantes que no dependen de los espacios que nos dediquen los medios. La nuestra es una literatura sencilla, no es experimental ni de vanguardia. Tiene sus fuentes en los relatos tradicionales, los cuentos populares, las fábulas, las leyendas. En esas fuentes, en su épica, en su mitología, abrevó también mucha literatura sofisticada; la nuestra no lo es. Convoca a un lector inicial, un individuo completo y perfecto, que recién se está adentrando en las formas del relato y del idioma, que todavía no tiene un vocabulario muy amplio, ni aliento para abordar textos muy largos. Cada vez más pienso a la literatura para los chicos en el territorio de la literatura popular, que goza de la gratitud de muchos y no del reconocimiento de los ilustrados.
 

 

Temas de la nota

PUBLICIDAD