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Alejandro Finocchiaro: "Las empresas observan que los alumnos egresan sin estar preparados"

Entrevista al ministro de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología, Alejandro Finocchiaro.
Domingo, 22 de septiembre de 2019 12:18

Aunque las noticias sobre educación suelen hablar más de las huelgas que de las novedades pedagógicas, las preocupaciones de las familias se centran en la formación de sus hijos para el trabajo. “La esencia es trabajar sobre las habilidades del siglo XXI”, dice el ministro Alejandro Finocchiaro, quien describe un proceso de transformación educativa que incluye nuevas prácticas en la enseñanza del lenguaje, una sistema moderno de aprender matemáticas -y terminar con el tabú más generalizado en la escuela-, una nueva escuela secundaria con tratamiento multidisciplinario de los temas de actualidad y una serie de iniciativas en las que reconoce la capacidad del Consejo Federal de Educación para generar consensos.
Finocchiaro es abogado, máster en Educación por la Universidad de San Andrés, doctor en Historia en la de El Salvador y dicta Historia de las Ideas Políticas. Y esta semana aceptó una entrevista con El Tribuno.

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Aunque las noticias sobre educación suelen hablar más de las huelgas que de las novedades pedagógicas, las preocupaciones de las familias se centran en la formación de sus hijos para el trabajo. “La esencia es trabajar sobre las habilidades del siglo XXI”, dice el ministro Alejandro Finocchiaro, quien describe un proceso de transformación educativa que incluye nuevas prácticas en la enseñanza del lenguaje, una sistema moderno de aprender matemáticas -y terminar con el tabú más generalizado en la escuela-, una nueva escuela secundaria con tratamiento multidisciplinario de los temas de actualidad y una serie de iniciativas en las que reconoce la capacidad del Consejo Federal de Educación para generar consensos.
Finocchiaro es abogado, máster en Educación por la Universidad de San Andrés, doctor en Historia en la de El Salvador y dicta Historia de las Ideas Políticas. Y esta semana aceptó una entrevista con El Tribuno.

En los barrios más populares la mayor demanda de la familia es educación con salida laboral.
Quien se sacrifica trabajando, parando la olla, tiene como preocupación central el futuro de sus hijos. Se interesa mucho más que mucha gente que tiene dinero y cree que educar es pagar para mandar a los hijos a colegios que, en realidad, son grandes clubes de rugby con un poquito de matemáticas.

Pero la escuela pública está hoy en un momento difícil.
Sí, pero nadie debería olvidar que la Nación argentina nació como tal, con conciencia de sí misma, gracias a esa escuela donde los hijos de inmigrantes y de cualquier familia argentina vistieron el guardapolvo blanco e izaron la bandera. Es la escuela de la ley 1.420, de la educación laica, gratuita y obligatoria.

¿Hay un divorcio entre la demanda de educación de calidad y la capacidad de respuesta del Estado?
Durante muchos años nuestro país ha sufrido la dicotomía, y hasta el enfrentamiento, entre los sectores público y privado. Ningún país se desarrolla sin la cooperación entre ambos. Hoy en el siglo XXI, con el aluvión de nuevas tecnologías y la perspectiva inminente de cambios cada vez más intensos, las empresas están observando que los alumnos egresan del sistema sin estar preparados para el trabajo, para la universidad, ni para la vida.

¿Y qué se puede hacer?
Cambiar la escuela y lograr que las empresas se involucren. Nosotros hemos dedicado estos años a evaluar; en base a esa evaluación diseñamos políticas públicas, con las cuales logramos mejorar los rendimientos en la primaria y la secundaria. Ideamos el plan nacional Aprender Matemática, aplicado este año en miles de escuelas, que supone un cambio pedagógico y didáctico, con evaluaciones permanentes de aprendizajes. Creamos la secundaria 2030, regida por criterios de actividad interdisciplinaria.

¿En qué se involucran las empresas? 
Hay muchas que empiezan a colaborar, becando a los chicos talentosos que no tienen recursos para continuar. Una sociedad madura debe garantizar la igualdad de oportunidades y de posibilidades. Con ese norte hemos incrementado en un 40% las becas Progresar para terminar la escuela. 

En los gobiernos de Carlos Menem y Néstor Kirchner se sancionaron dos ambiciosas leyes de educación, pero los resultados no parecen estar a la vista...
Las leyes no solucionan “per se” los problemas de un país, sino su aplicación virtuosa. La ley federal de 1994 tuvo un proyecto original que fue modificado en el Congreso y todo terminó en un engendro que atrasó mucho a la educación argentina. La ley nacional de educación no está mal, hay que aplicarla. Pero también hay que trabajar en las aulas, en las escuelas, en las comunidades educativas... El Consejo Federal de Educación, donde nos reunimos con los ministros de las 24 jurisdicciones, ha sido un ejemplo de patriotismo: a lo largo de la gestión, casi todas las resoluciones salieron por unanimidad, a pesar de que solo cinco distritos están gobernados por el oficialismo a nivel nacional. Por supuesto que esto exigió consensos; en educación es imposible imponer nada. El plan nacional Aprender Matemáticas nos llevó dos años de trabajo; la Secundaria 2030, también. Un plan federal necesita acordar objetivos y dejar márgenes para que cada provincia lo adecue a su realidad social y cultural.

En la ley nacional de 2006 se asigna especial importancia a la formación docente. ¿Se avanzó algo en esa dirección?

La jerarquización de la profesión docente tiene que ir de la mano de una actualización y mejoramiento de los institutos de formación de los educadores. Estamos trabajando muy seriamente en el Consejo Federal. En primer lugar, pensamos en un curso nivelador no excluyente -¡Que quede claro! No excluyente-. La idea es emparejar el nivel de todos los que ingresen al profesorado para que arranquen desde el mismo punto de partida. A partir de allí, desarrollar un seguimiento y una evaluación permanente de la calidad docente.

¿No le parece que supondrá un cambio muy grande?
Vivimos en donde los cambios son cada vez más vertiginosos; y sin actualización del conocimiento y los métodos, no habrá calidad educativa.

En países de excelencia educativa, como Finlandia y Corea del Sur, la carrera docente tiene la jerarquía de una magistratura, no solo en lo salarial sino también en las condiciones de ingreso y de graduación. 
Lo salarial es importante. No es lo único, pero es imprescindible. Nosotros debemos manejarnos con esas pautas, pero en la Argentina. En el programa de Matemáticas hemos estudiado las experiencias exitosas de Singapur, Francia, México... analizamos la experiencia finlandesa. Pero ningún modelo entra a presión en sociedades profundamente diferentes. Tenemos que ver qué podemos adaptar nosotros.
 
Por ejemplo...
Nuestro sistema universitario es sano fuerte y vigoroso, y tiene que comenzar a flexibilizarse y a planificar la oferta con el Estado. Hay provincias con una gran cantidad de universidades y todas ofrecen las mismas carreras. Eso es malgastar los recursos, porque hay áreas estratégicas del conocimiento que están vacantes. Un ejemplo: tenemos uno de los litorales marítimos más extensos y no hay suficientes especialistas en pesca sustentable. Necesitamos ingenieros, meteorólogos, enfermeros...

Y proliferan abogados y contadores... ¿Por qué?
Porque no hay información suficiente sobre la oferta y no se genera la convicción de que otras profesiones son accesibles. El desarrollo del país requiere ingenieros, técnicos, personas que puedan generar valor agregado. Tenemos que desterrar tabúes, como la fobia a las matemáticas, que a veces desvían a los jóvenes de su verdadera vocación.

¿Cómo evalúa usted la deserción en la escuela media?
En el secundario hemos logrado mejorar 2,7% la tasa de graduación en todo el país: 12.700 chicos más que se recibieron. Pero este es un punto crucial: el Estado debe indagar a qué se debe la deserción. Nosotros podemos trabajar en las causas intraescolares, en los factores que resultan expulsivos. Pero hay problemas sociales que son decisivos y que la escuela detecta pero por sí sola no puede resolver.

Y con las causas intraescolares de deserción, ¿qué hacen?
Los problemas escolares los abordamos con un nuevo modelo de escuela, apuntando al trabajo interdisciplinario para concentrar la atención de los estudiantes en un tema. La escuela por área de conocimiento es una escuela motivadora. Se busca, por ejemplo, que un tema como la Unión Europea sea analizado con los profesores de Geografía, Matemáticas, Economía e Historia, que cada uno tiene mucho para aportar.

La cuestión salarial docente ¿se solucionará alguna vez?
Es muy complejo. Tratamos de avanzar en una inversión educativa eficiente. Una reforma que abarque mejoras salariales vinculadas a la calidad educativa. Yo soy partidario de pagar plus por los cursos, maestrías, licenciaturas y doctorados. Eso estimula al educador y mejora la calidad educativa. Simplemente, porque un docente graduado en 1980 se preparó para un mundo que hoy no existe.
 

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