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Censura y tapabocas

Jueves, 12 de noviembre de 2020 21:13

El uso del idioma es libre en cualquier tribuna y solo cesa esa libertad bajo la opresión de las dictaduras. 

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El uso del idioma es libre en cualquier tribuna y solo cesa esa libertad bajo la opresión de las dictaduras. 

El convencionalismo nos aleja de la verdad; en cambio, el conocimiento de la verdad nos aclara todos los caminos del mundo. La vida no puede temer ni admite la rigidez de un dogma, porque los dogmas, según lo afirman sus sostenedores, son perfectos e inmutables, en tanto que la moral de los hombres evoluciona siguiendo las alternativas inteligentes que impone el propio progreso social.

Son gravísimos los resultados si se establece una censura previa o se universaliza un tapabocas no para defenderse de la agresión de un virus, sino para que la gente no hable y si es posible no piense.

Una sanción a la emisión del pensamiento significa la parálisis para el desarrollo de la cultura y la evolución ideológica, es preferible la amplitud del derecho concedido a la restricción peligrosa del mismo dice Cooley, en su tratado “Derecho constitucional de los Estados Unidos”, la libertad de la prensa puede definirse que “es la de emitir y publicar todo aquello que el ciudadano encuentra conveniente, y de ser protegido contra la censura legal y de ser penado por hacerlo, con tal que la publicación no resulte ofensiva a la moral pública”.

La Gazeta de Buenos Ayres, fundada por Mariano Moreno en 1810, primer período político del proceso revolucionario rioplatense, fueron sus primeros redactores Manuel Belgrano, Juan José Castelli y el mismo Moreno, quien escribió y publicó un escrito de su autoría llamado: “Sobre la libertad de escribir”. El artículo destaca la importancia que tenía la libertad de expresión para el gobierno patrio. Hispanoamérica había estado sometida durante siglos a un estricto control de prensa, razón por la cual si se quería establecer una ruptura con el pasado, había que garantizar la libre discusión de ideas sin censura. Moreno sostuvo que el uso monopólico del derecho de publicación había servido para que los pueblos se mantuvieran ignorantes y esclavizados, y se preguntaba si una ley que consagrara la libertad de prensa “¿no sería la obra más afín a la humanidad, porque la pondría a cubierto de la opresora esclavitud de sus preocupaciones, al dar ensanche y libertad a los escritores públicos para que las atacasen a viva fuerza, y sin compasión alguna?”.

Desde La Gaceta de Buenos Ayres impulsó la idea de poder escribir todo aquello que uno pensara: “Dése acceso a la verdad y a la introducción de las luces y de la ilustración: no se reprima la inocente libertad de pensar en asuntos del interés universal; no creamos que con ella se atacará jamás impunemente al mérito y la virtud, porque hablando por sí mismos en su favor y teniendo siempre por árbitro imparcial al pueblo, se reducirán a polvo los escritos de los que, indignamente, osasen atacarles. La verdad, como la virtud, tienen en sí mismas su más incontestable apología; a fuerza de discutirlas y ventilarlas aparecen en todo su esplendor y brillo.”

La base del sistema republicano es garantizar la libertad de expresión para todos, ya que ésta nos resguarda de los abusos de poder. Sería deseable que nuestros representantes pudieran entenderlo de la misma forma en que lo entendió Moreno en 1810.

La noción de opinión pública constituye el parámetro sobre el que se promueven discursos determinados para lograr el consentimiento social de las materias políticas cuando hay participación política y posturas ideológicas definidas. Es muy difícil ser libres si los medios de comunicación nos comen la cabeza, si los gobernantes nos engañan y manipulan, si los terroristas nos amenazan o nos matan, si las drogas nos esclavizan, si no tenemos dinero para comprar lo que necesitamos para vivir o lo que nos gusta, si no podemos inventar o elegir nuestra forma de vida, si no podemos optar por lo que nos parece bueno y conveniente para nosotros desechando lo malo y lo inconveniente, si se nos permite equivocarnos sin castigarnos después de haber sido prudentes fijándonos bien en lo que hacemos y sus consecuencias, si sabemos vivir bien y éticamente para ayudarnos a acertar; como no somos libres nos justificamos de no tener la culpa de lo que pasa. Nadie ha vivido nunca en tiempos absolutamente favorables en los que resulte sencillo ser hombre y llevar una buena vida; siempre ha habido violencia, rapiña, cobardía, imbecilidad, estupidez, mentiras aceptadas como verdades; a nadie con condiciones éticas se le regala la buena vida que se construye con esfuerzo y coraje. “La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: Si o No. En su brevedad instantánea como a la luz del relámpago, se dibuja el signo contradictorio de la naturaleza humana” (Octavio Paz).

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