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El país de los incendios

Jueves, 19 de noviembre de 2020 02:16

El peronismo murió el 1 de julio de 1974, junto con Juan Domingo Perón. Claro que, como fuerza política, fue mucho más que Perón. Perón fue el "líder", el "conductor" que defendió la "comunidad organizada" y también, la idea de que "la organización vence al tiempo". El peronismo fortaleció la idea de "nación" y el rechazo al clasismo. Por eso creó la CGT. A pesar de su perfil autoritario y combativo, el peronismo compartía con sus adversarios, los radicales, los conservadores y los socialistas, la certeza de fondo de pertenecer a un país de inmigrantes y criollos, que reconocían como próceres a San Martín y a Belgrano, pero también a Sarmiento y a Alberdi. Esa convergencia no minimiza la crudeza de los enfrentamientos, registrados en un país de posguerra que nunca llegó a consolidar la democracia representativa y republicana, pero que tenía conciencia de identidad.

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El peronismo murió el 1 de julio de 1974, junto con Juan Domingo Perón. Claro que, como fuerza política, fue mucho más que Perón. Perón fue el "líder", el "conductor" que defendió la "comunidad organizada" y también, la idea de que "la organización vence al tiempo". El peronismo fortaleció la idea de "nación" y el rechazo al clasismo. Por eso creó la CGT. A pesar de su perfil autoritario y combativo, el peronismo compartía con sus adversarios, los radicales, los conservadores y los socialistas, la certeza de fondo de pertenecer a un país de inmigrantes y criollos, que reconocían como próceres a San Martín y a Belgrano, pero también a Sarmiento y a Alberdi. Esa convergencia no minimiza la crudeza de los enfrentamientos, registrados en un país de posguerra que nunca llegó a consolidar la democracia representativa y republicana, pero que tenía conciencia de identidad.

Ese país se sumergió en una noche negra en 1976, porque la dictadura militar fue mucho más que terrorismo de Estado. Fue un pésimo gobierno, destructivo, inspirado por la violencia, como lo demuestra, además de los grupos de tareas, la predisposición a recurrir a la guerra para resolver el conflicto por el canal de Beagle con Chile y por el intento de recuperar las Islas Malvinas sin medir las consecuencias y buscando solamente un salvavidas para frenar su descomposición interna.

Ni Raúl Alfonsín ni Carlos Menem lograron el objetivo de construir una democracia contemporánea, consolidando el federalismo y la integración regional. Después de 2001, se vino la otra noche. Para entonces, ya no había partidos políticos, sino híbridos.

El rechazo a la globalización, potenciado por el crecimiento de la pobreza y la destrucción del empleo registrado y de calidad un proceso que comenzó, de hecho en 1975 hizo aparecer en escena las ONG como protagonistas ideológicos y las organizaciones sociales como movilizadores de pobres y desempleados. Así surgieron también líderes como Luis D' Elía, Juan Grabois y Emilio Pérsico, que no son pobres ni excluidos, pero cuyo poder y presencia pública dependen de la existencia de los excluidos. Y tienen éxito. El Congreso, en lugar de representar al pueblo de la Nación, trabaja para ellos y los excluidos aumentan constantemente. Y con los excluidos, aumentan los beneficios espurios de una nueva elite.

El Congreso que ayer dio media sanción al impuesto a la riqueza es el mismo que virtualmente condonó con una ley la retención indebida de mil millones de dólares por parte del empresario Cristóbal López y que además se muestra predispuesto y activo para condicionar a los jueces que investigan denuncias por coimas durante los gobiernos del matrimonio Kirchner que, según testigos arrepentidos y autoincriminados, podrían ascender a 41 mil millones de dólares.

La Cámara de Diputados, inexplicablemente, también aprobó un régimen abiertamente anticonstitucional que condena a un propietario a quien le incendian un campo porque (si el disparate se materializa) le impediría disponer de ese bien por diez años. Estamos hablando de un país donde los ataques verbales al sector rural son acompañados, sistemáticamente, por la destrucción militante de silobolsas.

Estamos en un país manejado con irracionalidad, que en realidad es el encubrimiento de una maliciosa racionalidad.

En estos días se produjo un escándalo por el trascendido de unas declaraciones de la ministra de Educación porteña acerca de la formación docente y la profesionalidad del ejercicio de la tarea de los maestros y profesores. La ciudad de Buenos Aires, desde 2007, es el único distrito donde la migración de la educación pública a la privada se revirtió.

Salieron a cuestionarla Roberto Baradel y Hugo Yasky, dos gremialistas cuyos nombres se asocian con la decadencia educativa. Y esa decadencia se debe a que no son educadores. Ningún educador puede sostener con seriedad que hacer un paro por tiempo indeterminado es educar. Es, más o menos, como suponer que hacer poner bombas es una forma de defender la vida. La política gremial llevada a cabo por esos dos personajes no solo ha destruido el poder adquisitivo del salario docente, sino que colocó a la escuela argentina a la saga de la región.

En un país cuyos ciudadanos tienen depositado fuera del país o fuera del sistema un monto en dólares equivalente a 1,2 veces el PBI, con un gobierno nacional sin autoridad ni rumbo claro, y con liderazgos como los de los Baradel o los Grabois, y con los proyectos irresponsables del camporismo solo tiene un futuro a la vista: fuga de capitales, fuga de cerebros, multiplicación de la pobreza y violencia social con crecimiento geométrico.

Esto no tiene nada que ver con el anticapitalismo de Carlos Marx ni con las experiencias inspiradas en el marxismo.

Además, es todo lo contrario de lo que imaginaron Perón, Balbín, Illia, Frondizi, Alfredo Bravo y todos los que se peleaban a muerte hace sesenta y cinco años.

Es solo una forma de anarquía.

La fractura interna del gobierno, cada vez menos disimulable, como en los setenta y como en 2001, permite esperar una nueva noche en nuestra historia.

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