¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
1 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

¿Mercados keynesianos?

Jueves, 05 de marzo de 2020 00:00
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Ortodoxos y no tanto... Keynes, en su libro más importante y al comienzo del mismo, advertía que las ideas de los economistas que él llamaba "clásicos" (nuestros "ortodoxos") no se correspondían con la realidad de las economías "de carne y hueso" y que sus aplicaciones traían consecuencias desastrosas para esas economías. Esta frase parece especialmente escrita para la Argentina reciente, pero también para la Argentina de otras oportunidades en que se ha intentado aplicar la ortodoxia con idénticas funestas consecuencias.

¿En qué consisten las "ideas ortodoxas" y por qué no dan resultado o, peor aún, proporcionan problemas peores que los que pretenden solucionar? El problema radica en que la ortodoxia parte de un diagnóstico equivocado respecto a cómo funcionan las economías y las razones por las que atraviesan problemas cuando los enfrentan.

En el caso concreto de la Argentina, el principal problema que exhibe y desde hace larguísimas décadas, es la inflación, que la ortodoxia atribuye en exclusiva a la creación de dinero; este fenómeno, a su vez obedece a la existencia de un fenomenal déficit fiscal producto de un comportamiento patológico de los gobiernos que se empeñan en elevar sin límites el gasto público; esto, unido a una pobre performance de la actividad económica, impide que los impuestos crezcan al ritmo que lo hace ese gasto, pese a la también porfiada vocación gubernamental de elevar los impuestos a los únicos sectores razonablemente dinámicos de la economía, que en la Argentina lo compone principalmente el campo.

La idea de que la cantidad de dinero genera inflación parece razonable porque, como reza un refrán popular, "si solamente el dinero resolviera el problema de todos, bastaría con agregar algunos ceros a los billetes y listo". Sin duda, si hay más billetes o se añaden otros de mayor denominación, pero los bienes disponibles son los mismos, la economía se transforma en una gigantesca subasta y los bienes se rematan al mejor postor con precios que se elevan en tanto la cantidad de dinero siga aumentando.

¿Qué dicen los "no ortodoxos"?

Para bien o para mal, los economistas ortodoxos no son los únicos que tercian en las cuestiones de la Economía y quienes no comparten sus ideas sostienen con muchos matices, claro está, que la inflación, si bien responde también a un exceso de creación de dinero, reconoce asimismo otras causas, como la más simple que la explica porque "los precios pueden subir", o bien, porque "los precios no tienen más remedio que aumentar".

Que los precios "puedan subir" significa que hay quienes pueden elevarlos sin mayores inconvenientes, por ejemplo, porque disfrutan de posiciones hegemónicas o, para decirlo más popularmente, "porque cazan en el zoológico", como el gobierno cuando le aumenta los impuestos a quienes no tienen cómo evadirlos, o les congela sus ingresos a quienes, como los jubilados, no tienen cómo "hacer huelga", o piquetes para oponerse.

Por otra parte, los precios "no tienen más remedio que aumentar" cuando, por ejemplo, el Gobierno incrementa desproporcionadamente las tarifas, o se dispara el dólar, o lo hacen fuertemente los salarios, ya que todos estos componentes obviamente forman parte de los costos de las empresas y entran en la formación de los precios.

Los fracasos de la ortodoxia

La experiencia de la Argentina reciente con una inflación anual del 58%, no deja espacio para dudas respecto del fracaso de la "solución" ortodoxa a la inflación basada en el control de la oferta de dinero únicamente, pero ¿por qué este fracaso que se suma al de otras experiencias anteriores de los experimentos ortodoxos?

El diseño de política antiinflacionaria pasada se basó en neutralizar la expansión monetaria que generaba el déficit fiscal que, debe admitirse, se redujo apreciablemente en la anterior administración- "tentando" al público a que comprara los bonos públicos Lebac, Leliq- gracias a una elevada tasa de interés que debía desincentivar a las personas de comprar dólares.

Sin embargo, las altas tasas de interés entusiasmaban al público para adquirir bonos a la vez que allegaban depósitos a los bancos para conseguir las altas tasas de interés, pero al mismo tiempo deprimían la demanda de préstamos a las empresas y particulares. Por su parte, los bancos "nadaban en plata" que, a falta de mejores alternativas, se volcaba a la compra de dólares que, antes o después -como es más que sabido en la Argentina- compensaban las pérdidas por inflación.

Por supuesto, al disponer los bancos de enormes recursos, estas compras, más la de los propios particulares, impulsaban gigantescos saltos en el precio del dólar, que como se destacaba al principio- "no tenían más remedio" que provocar subas en los precios.

¿El mercado es keynesiano?

Para desazón y probablemente furia también de los economistas ortodoxos, o de alguno de ellos al menos, el mercado se comporta "como si" fuera keynesiano, ya que pese al elaborado diseño de la estrategia ortodoxa, las personas, bancos, empresas y demás, actúan “como si” la Economía respondiera más a la performance keynesiana que a la ortodoxa, al estar los precios sometidos no o no únicamente a impulsos monetarios que se supone “neutralizados” por la política monetaria, sino a las más crudas definiciones de Keynes, quien sostenía palabras más o menos, que “así como es abajo es arriba”, vale decir, los precios a escala macroeconómica se forman de manera similar a como lo hacen en el terreno microeconómico.

¿Cómo es esto posible?

En realidad, los agentes económicos son tan “keynesianos” u “ortodoxos” como los pájaros son físicos “cuánticos” o “clásicos”. Vale decir, los pájaros vuelan simplemente porque en el diseño que les proporcionó la naturaleza les es posible hacerlo, y no se rigen por las leyes de la Física de acuerdo a la elección que hagan de cómo volar sino mecánica e involuntariamente.

De manera similar, las personas siguen la conducta que mejor se adapte a sus conveniencias buscando protegerse de las torpezas de los gobiernos, sin por ello saber necesariamente Economía, o seguir alguna de las escuelas que rivalizan para explicar las patologías que nos aquejan.

 Sin embargo, más allá de que no existan “preferencias” conscientes de los agentes económicos para orientar sus conductas favoreciendo alguna escuela en particular, lo concreto es que, frente a las “agresiones” (sin duda, no deliberadas) de los gobiernos, se protegen como pueden por ejemplo, comprando dólares- debiendo ser el deber de los gobiernos el corregir sus diseños de política económica más que rendir culto a alguna doctrina económica o de otro tipo, o reprocharle nada a nadie.

Después de todo, es cierto que cuando las sangrías que practicaban los médicos de la Edad Media eran lo suficientemente severas, los pacientes que la padecían dejaban de tener fiebre, aunque casi inevitablemente también dejaban de existir.

Las economías no suelen “perder la vida”, pero no es menos cierto que la Argentina hace rato que perdió el tren, que, por cierto, no va a recuperarlo con las “otras” recetas, las del populismo que nada menos crearon las oprobiosas condiciones que vive hoy y desde hace largas décadas nuestra economía: inflación, déficit fiscal, caída en la producción y empleo, y un largo y penoso etcétera que puede resumirse en una palabra: decadencia.


.
.
.
.
 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD